A finales de enero concluyó una instancia inédita en el ámbito audiovisual: el segundo Seminario Internacional “La Infancia Quiere Cine”. Durante el encuentro, expositores de distintos países colocaron sobre la mesa un tema que con la pandemia se hizo aún más evidente, vale decir, la necesidad de generar espacios y contenidos para el segmento de los niños, niñas y adolescentes.

Alejandra Fritis, directora de la Corporación Cultural Ojo de Pescado y una de las gestoras de la instancia, indicó que en general el diagnóstico es similar en Latinoamérica, sin embargo, señaló que países como Colombia, México y Argentina han desarrollado propuestas que los han colocado a la cabeza de este tipo de proyectos.

“Es indispensable que la infancia esté presente en la representación de imaginarios y en la construcción de sociedad”, dijo Fritis, para quien, el desconocimiento de esta realidad tiene que ver con una invisibilización y vulneración de los derechos de la infancia. “Hay muchas cosas que no estamos garantizando por no dar esa visibilidad”, agregó la gestora.

¿Cómo ha sido el proceso de instalar las infancias en el centro del interés de los realizadores y realizadoras? 

Durante todos los años del Festival de Cine Ojo de Pescado hemos podido constatar, directamente, la carencia de contenidos audiovisuales para nuestros niños y niñas. Hay una escasez a nivel latinoamericano, pero, tratándose de contenidos chilenos, es mucho mayor esa carencia. En realidad, no vimos en instituciones públicas o instituciones que están directamente relacionadas con el cine, un interés particular o una visión sobre la importancia que tienen los contenidos audiovisuales para nuestras infancias. Ahí hay algo que siempre he señalado: la perspectiva desde la que se aborda el cine para los niños y niñas siempre ha tenido que ver con la formación de espectadores y audiencias para el futuro. No por la necesidad de poder nutrir, aportar y valorar esa audiencia en el presente.

Al final, es una mirada paternalista…

Los adultos solemos invisibilizar a los niños y niñas en esa construcción. Por lo general, hay una cuestión cultural que es muy fuerte y que se relaciona con el hecho de no ver a los niños y niñas como ciudadanos o como sujetos de derechos en el futuro y en el presente. No hay mucha conciencia de que el cine para los niños y niñas sea un derecho. No es algo que debiéramos dejar a los vaivenes del mercado, ni tampoco a la voluntad de los realizadores y realizadoras de cine. Sin embargo, hay que valorar el interés que han desarrollado las productoras y algunos realizadores por dedicarse a hacer cine para las infancias.

Respecto de los profesionales, ¿existe alguna especialización en este ámbito? 

No hay especialización. Sólo la hay en la práctica, en el ejercicio. Hubo algunos proyectos previos a la existencia del Seminario, como un diplomado que existió en Cali y que fue decisivo para la formación de determinados profesionales, sobre todo en el medio colombiano. Hoy Colombia lidera las producciones audiovisuales para infancia en nuestro continente, pero en este momento no tenemos nada. Ninguna formación concreta para quienes estén interesados en especializarse en este ámbito que implica distintos desafíos. No sólo tiene que ver con el cine, sino que con las comunicaciones, con la psicología, con las ciencias sociales. Se requiere manejar muchos ámbitos para poder abordar a esta audiencia tan exigente.

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¿Cuáles fueron las principales conclusiones a las que llegaron durante el segundo Seminario de “La Infancia Quiere Cine”?

Básicamente, fueron tres cosas. A través de la masiva participación constamos el interés que existe entre los profesionales del cine, la comunicación y las áreas a fines, en Chile y en Latinoamérica, por especializarse en este ámbito. Hay una visión competida respecto de la importancia que tiene. Hay una oportunidad de diversificación de audiencia, de mercado, de vías de producción, que es bastante valorada por las personas que participaron en el Seminario. Como segundo punto está la necesidad de formación. Muchas personas que de pronto tiene una tremenda experiencia descubren que es necesario afinar muchos conocimientos y especializarse en otras disciplinas para poder ser certeros en este tipo de producción. Yo también pasé por ese proceso. Lo primero fue entender de qué estamos hablando cuando hablamos de infancia y entender la tremenda diversidad que hay detrás. Lo tercero fue la necesidad de una articulación amplia para que realmente existan cambios respecto de la mayor cantidad y calidad de contenidos audiovisuales. No es suficiente con que los realizadores, productores y guionistas estén interesados o sensibilizados. Se necesita una articulación ciudadana con el mundo académico, con el mundo político. Tiene que existir una conciencia generalizada, sobre todo ante el proceso de transformación que estamos viviendo en nuestro país.

¿Qué opinión tienes de TV EducaChile?

Todos valoramos y agradecemos el surgimiento  de TV EducaChile, pero siempre decimos que tenía que ocurrir una pandemia para que en Chile se creara un canal de televisión para los niños y niñas. Lo importante es que venía dando vuelta hace rato y en un contexto donde habían dejado de existir las franjas programáticas para los niños y niñas que antes había en los canales y que se eliminaron por la imposibilidad de hacer publicidad. Esa dependencia del mercado queda demasiado en evidencia cuando se trata de un tema de derechos Pero sucedieron cosas muy buenas, como que los niños y niñas se pudieran encontrar con seres maravillosos como Puerto de Papel Petit, que son vistas por todo el continente: son muy populares en México, Colombia, Brasil, Argentina, pero nuestros niños y niñas no los conocían. El problema es que no había una pantalla donde los niños pudieran encontrarse con esos contenidos. Pero, el tema es el modelo de gestión de ese canal que no es lo que se necesita en Chile. Necesitamos una televisión pública que sea financiada por el Estado. Lo que hay ahora es una televisión de emergencia que no tiene un modelo de continuidad y sustentabilidad. Lo más probable es que desaparezca.

¿En qué medida el contenido audiovisual puede servir para catalizar las emociones de las infancias en este momento de crisis? 

El cine lo ha sido siempre. Lo que pasa es que la pandemia nos pilló por sorpresa y sobre la marcha se han tenido que ir desarrollando las distintas iniciativas para poder compartir el cine de manera online. El tema es de qué manera, exceptuando Ondamedia, podemos hacer que los festivales de cine u otras plataformas puedan tener programación permanente para los niños, niñas y jóvenes. Hoy los niños y niñas necesitan tener los contenidos a disposición para cuando ellos quieran verlo. Es iluso pensar que con un trabajo de mediación uno puede lograr audiencias para momentos específicos. Para que realmente sea transversal, es necesario que esos contenidos estén disponibles siempre o, por lo menos, por un periodo de tiempo largo. La forma de acercarnos a los contenidos audiovisuales ya cambió y ellos necesitan que esos contenidos estén disponibles y eso no podemos garantizarlo. Ese acompañamiento, esa contención, esa posibilidad de ampliar horizontes que es tan única del cine, no estamos garantizándola de la manera que quisiéramos.

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