La Victoria,1983. Gladys, conocida como “La Francesita”, es una joven mujer chilena, de carácter, atractiva y valiente, que vive el día a día en un barrio marginal de Santiago, en el Chile de Pinochet. Gladys vive con su madre (Gladys) y su pequeña hija (Gladys). Las tres Gladys reciben en su casa a un ingenuo joven misionero norteamericano llamado Samuel Thompson (23), que viene a predicar la palabra de Dios y las bondades del progreso para este país del tercer mundo. Con su cámara, Samuel registrará cómo la población lucha por sobrevivir en una situación de normal anormalidad, entre ollas comunes, niños sin padres y las primeras grandes protestas.

Cinco años después de su último filme (¿Alguien ha visto a Lupita?, 2012), Justiniano vuelve a explorar la marginalidad, como lo hizo en Caluga o menta (1990), donde examinaba a un grupo de olvidados, a los que la “alegría” no les llegaba en democracia.

Utilizando material de archivo grabado por él mismo, y reconstruyendo aspectos de una realidad no tan conocida, logra momentos de intimidad y drama, todos a cargo de Aragonese, quien crea una mujer luchadora y dispuesta a todo. Sin embargo, cabe mencionar que el relato está visto desde los ojos de Samuel, un ser  carente de matices…Todo lo experimenta de manera bastante plana, monótona, desde el sexo, los arrestos hasta asesinatos, lo que le quita fuerza y credibilidad al personaje y destiñe la historia. Al respecto comenta Justiniano: «Con todo el cariño y respeto que les tengo, me interesaba más entrar a la realidad de cómo un gringo promedio, naif, de muchos que me tocó conocer cuando llegaban cómo misioneros a mi colegio, venían a Chile a (pone voz de gringo) “ayudar a la gente joven a progresar”. Eso me interesaba más, lo otro hubiera sido políticamente correcto».

Director: Gonzalo Justiniano
País: Chile
Año: 2017
Calificación: 14 años
Duración: 126 min.

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