Este viernes 19 de julio, tuve el placer de ver la obra de teatro, “Erase una vez un Rey”, un clásico del mítico grupo chileno, “Teatro Aleph”.

Yo no sé cuántas veces he visto esta obra con diferentes elencos, en diferentes países e idiomas. Pero lo maravilloso es que como un clásico tiene la vigencia y frescura de la primera vez que fue puesta en escena.

Esta vez la vi en un montaje que tiene características muy especiales por varias razones. En primer lugar, hay que señalar que la obra fue presentada por primera vez en la Sala “Julieta Ramírez” que Oscar Castro, fundador y director del Teatro Aleph, construyó en homenaje a su madre, detenida desaparecida, con la compensación recibida por Estado chileno, por su asesinato y desaparición.

Otro elemento novedoso de este montaje, es que en la obra original, los tres personajes eran hombres y en esta ocasión, por primera vez los personajes son todas mujeres.

El montaje dirigido por Gaby Olguín, en que ella toma uno de los roles principales (Watusi), con una actuación convincente y sólida, junto a dos jóvenes actrices que las veo crecer de obra en obra. Athenea Lagos (Ñafle) y Camila Molina (Sonajera). Un elenco que da cuerpo, luz y voz a los personajes,  fruto de sus observaciones y posteriormente de sus distanciamientos para no perder el horizonte de la reflexión. Es un montaje redondito, lúdico, ágil y de un contenido que nos lleva a reflexionar sobre el poder. Una comedia que nos habla de temas muy serios, utilizando la comedia y la risa.

Una escenografía simple e ingeniosa y de una estética y estructura funcional y bella, que es complementada con un muy buen diseño de iluminación (Rubén Casanova) y una banda musical excelente y coherente con la obra y cada una de sus escenas (Nahuel Vásquez).

La obra teatral «Érase una vez un Rey», trata sobre la historia de Ñafle y Watusi, dos vagabundos que viven juntos desde hace mucho tiempo bajo un puente del Rio Mapocho. Poseen un carrito que llaman «La Dolorosa»  y que les sirve para transportar los cartones y botellas que recogen. Este carro lo comparten con Sonajera, un tercer vagabundo.

La primera voz que se oye en escena es la de Watusi, quien demuestra su hegemonía sobre su acompañante Ñafle desde el principio.

La historia comienza con un juego que imagina Watusi  en que cada uno será Rey  durante una semana y el otro será su súbdito y le deberá una obediencia incondicional al monarca.  Ñafle termina  aceptando de participar en el juego convencido de que a la siguiente semana cambiarían de roles a partir de ese momento, se sumergen en un juego de roles donde el poder es el protagonista. En este juego la desenfrenada imaginación y dominio de Watusi los lleva a una carrera donde obtener el poder es la aspiración más relevante.

En ese pequeño universo en que habitan los personajes Ñafle, Watusi y Sonajera, las ansias desmedidas de poder no descartan ni la corrupción, la traición, el abuso y la explotación.

Así, cuando pasada la semana Ñafle pide su turno como Rey, Watusi se niega inventándose una Constitución que le impide renunciar en época de crisis… “No sabes cuánto me habría gustado renunciar mañana pero la Constitución me lo impide”.

A partir de ese instante se suceden una serie de cambios de sistemas políticos, para dar salida a las rebeliones contra el poder. Se pasa de la monarquía a la democracia y de la democracia a la dictadura para regresar a una democracia de papel. El poder hace los cambios para que nada cambie, como en el gatopardo.

“Erase una vez un Rey” fue escrita en 1972 en pleno apogeo del gobierno de Salvador Allende, no obstante la obra no nos indica ningún espacio-tiempo específico. Es una obra atemporal y sin espacio geográfico. Es una fábula que nos lleva a reflexionar sobre la eterna ambición del poder por más poder, donde la posesión de privilegios y fortuna, justifica todos los medios.

El texto abre diferentes líneas de lectura, ya que del relato representa las historias políticas que podrían pasar y que han pasado en cualquier país y en cualquier época.

En esta obra, los personajes no están planteados desde una estructura psicológica. Los personajes en la obra son más que todo vector para desarrollar la idea general de la obra. Los personaje aparentemente no tienen un pasado, ni un futuro, viven permanentemente en un presente inmodificable.

Los personajes se diferencian sobre todo por patrones, modelos de cualidades o de conductas repetitivas, que no cambian. Ñafle es una persona muy ingenua que se deja influenciar por su amiga Watusi el que es personaje sin escrúpulos que siempre quiere sacarle ventaja y que engaña para conseguir sus objetivos. Por último Sonajera es un personaje que siendo amiga de Ñafle,  no duda en traicionarlo para acceder al poder aliándose con Watusi… Todo vale.

Desde una lectura Cortaziana, tenemos claramente definidos el personaje FAMA y el que representa la ESPERANZA. Pero Ñafle no posee las características, por su ingenuidad para ser el CRONOPIO que hubiéramos deseado.

Bravo a este montaje del Aleph Chile.

Patricio Paniagua Giannini

Cineasta

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here