No creo que estuviéramos ni estaremos en guerra, como tan descontroladamente lo anunciara el ex mandatario de nuestra República en la emergencia del estallido social de 2019. A instalarse -como diría el escritor Alfonso Alcalde- el “panorama ante nosotros”, aquel temporal de futuro tan históricamente avisado y frente al que, sin embargo, y como siempre sucede, los responsables nunca se prepararon.

Durante muchos años e incontables jornadas de improvisación sostenida, los antecedentes de lo que alguna iba a venir se fueron reuniendo como las hojas secas del otoño en las alcantarillas de todas las calles del mundo. Ya sabemos (pero lo seguiremos repitiendo hasta que cambie) que en esas hojas amontonadas   se escondió la indiferencia, la injusticia, la irresponsabilidad y la carencia de ética, entre otras circunstancias que, así reunidas, no solamente reflejan incapacidad sino algo más vital: dar la espalda a los habitantes de todo el país.

Hacer eso es una profunda vulgaridad, que es hermana gemela de la ordinariez. Estas dos características, unidas, sí pueden ser vencidas. La única arma que en Chile y universalmente puede terminar con la odiosa mediocridad de cualquier sociedad, la tenemos cerca: Es la Cultura.

En nuestro país, sin embargo, ella vive amenazada y necesita defenderse. Desde múltiples flancos y permanentemente llegan las amenazas. Desde la manera en que nos comunicamos coloquialmente (basta escuchar la TV) hasta el abandono indeseado en que intentan desarrollarse quienes viven de la Palabra escrita, de la Música, del Teatro, de las Artesanías y de todas las manifestaciones artísticas habidas y también las por haber. Estas últimas son obviamente infinitas. Ocupan “el lugar sin límites” (título de novela de José Donoso), de la Creatividad.

Chile necesita estallar en Creatividad. Aquella que palpita, en apariencia dormida, en prácticamente todas y todos. Para este estallido sí deseado, en todo caso, hay que organizarse. Las recientemente asumidas autoridades pertinentes deben, necesariamente, asumir la obligación de tomar las medidas para investigar el tesoro escondido que subyace tanto en nuestras grandes ciudades como en tantos y prácticamente anónimos poblados. Despertar el sueño ciudadano es la tarea. Si en el Ministerio de las Culturas, las Artes y el   Patrimonio no se toma el toro de la Creatividad por las astas, no creceremos.

Hay un camino ya planteado para hacerlo. Esta vía circula en las redes sociales, elaborada por la Corporación Hoja en Blanco, que interpreta y en consecuencia articula los sueños de muchas personas frente al tema de las Artes y la Cultura.

En breve, señala:

Que la creatividad debe ser un derecho constitucional. Que el Estado debe proporcionar una estructura con financiamiento propio, para potenciar la capacidad creativa de cada una y cada uno, en los lugares donde se vive, se estudia o e trabaje. Que la Cultura, como bien común y vital, debe estar asentada en el cuerpo social para cruzar transversalmente todas sus esferas, de modo que todo organismo estatal la contemple entre su conformación y necesidades. Y que, por supuesto, deje de ser un mero adorno con el consuetudinario sesgo despectivo de que “la cultura, para cuando se pueda”.

Reitera (y lo reiterará mil veces) que el único espacio que crea condiciones de encuentro en medio de las legítimas diferencias, es precisamente el de las Artes y la Cultura. Que sus prácticas, su desarrollo, su participación, sus apreciaciones, las realizan todas y todos, sin discriminaciones de ninguna clase. No olvida que el 18 de octubre de 2019 se dio el primer paso para desnudar una triste realidad: que se fueron apagando las luces de todos los teatros y salas de exposición. Que las cámaras del cine y de los fotógrafos quedaron sin foco. Que se silenciaron las imprentas y se cerraron los espacios para la danza, para los circenses, entre otros.

Esta realidad (cruel, triste, inadmisible) se explica por la concepción de las Artes y la Cultura instalada hace casi medio siglo y que sólo ha tenido reformas de escasa trascendencia. Las Artes y la Cultura son hoy únicamente un bien de consumo que propicia el reduccionismo creativo, justamente cuando lo indispensable y positivo es lo contrario. El actual “apagón cultural” se caracteriza por el encendido del neón y las luces led de una percepción neoliberal de la modernidad.

Insistimos en que todo ser humano en Chile debe tener derecho a expresarse y a crear libremente. Sí, la Creatividad. Es que la plenitud humana y la felicidad están ligadas al cultivo del espíritu, que debe ser un derecho inalienable. El ministerio a cargo de los sueños artísticos de todos, nuestro tesoro colectivo, deberá unir y coordinar –sin exclusiones- a todas las organizaciones sociales, sindicatos, sociedades, corporaciones, asociaciones, escuelas artísticas. Esto, para diseñar y construir una política nacional conjunta y de desarrollo de condiciones técnicas y materiales para la real integración, dado que las voces de la expresión artística son muy diversas (cine, artes visuales, artes de la representación, música, danza, folclore, literatura, artesanía, entre muchas otras).

La Creatividad si algo no tiene son límites. Entonces, defiéndete Cultura.

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