Lo que queda del libro fue un hallazgo, en la feria libre. Largo y flaco como Don Quijote es el anciano que vende libros viejos. Los exhibe en el suelo, directamente sobre el pavimento. También vende flores. Son buenas sus Ilusiones, siempre es útil ilusionarse. El libro está sin sus tapas y las páginas están muy desvencijadas como yo mismo cuando camino de regreso lleno de bolsas.

Un pequeño misterio este libro. Por lo menos en dos momentos de su azarosa vida (puesto que terminó en el suelo), tuvo un dueño y una dueña. Ella es Roxana y él, Patricio. ¿Quiénes serán, dónde estarán?

Sus nombres figuran en la segunda hoja, amarillenta como todas, junto al título que me llamó la atención. La letra de Roxana es de mano colegial. El nombre de Patricio está grabado en azul con timbre de tinta. Es una edición de 1965, impresa en Buenos Aires. Son los Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada. Y no son los versos los que atraparon mi atención, pues de ellos hay miles de ediciones.

Lo que me sorprende son los subrayados hechos a los versos por los que, me imagino, serán los ocasionales dueños del libro, ya levemente identificados por sus nombres de pila. Por lo demás, qué importa. Lo que sí me interesa es que sufrieron mucho y espero, despreocupadamente pero me gustaría, que ya todo aquel amor enfurecido que denotan los versos subrayados haya muerto para ellos. El amor es lo que queda después que todo ha pasado, si es que algo queda.

Y quedó este libro. Será quizás indiscreción, abramos sus páginas.

Al final del poema cinco, Para Que Tú Me Oigas, está nerviosamente subrayado “pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas”.

En el poema siete, Inclinado en las Tardes, con gruesos trazos de ira subrayaron “mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago”. El penúltimo verso está en paréntesis, (“los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas que centellean como mi alma cuando te amo”). 

En el poema Hemos Perdido Aun, subrayado con trazo nervioso, enamorado acaso, preguntan ¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando te siento triste y te siento lejan… No se advierte si dice lejana o lejano. Será ella o será él?

Es curioso que en el poema trece, He Ido Marcando, no subrayen la última estrofa sino que solamente la seleccionen con una línea vertical en el margen: “Triste ternura mía, qué te haces de repente? Cuando ha llegado el vértice más atrevido y frio, mi corazón se cierra como una flor nocturna”.

Es mucho amor todo esto, encontrado en el puesto del viejo de las ilusiones.

En el poema catorce, Juegas Todos los Días, una mano nerviosa subraya: “A nadie te pareces desde que yo te amo”. Y el poema dieciocho, Aquí Te Amo, tiene dos subrayados muy decidores. Uno es “aquí te amo y en vano te oculta el horizonte. Te estoy amando aun en estas frías cosas”. El otro es “amo lo que no tengo. Estás tú tan distante”.

La página en blanco opuesta al poema veinte, Puedo Escribir los Versos, está rayada con trazos infantiles. O desesperados, qué sabe uno. El verso “yo la quise y ella a veces también me quiso”, aclara que es él y no ella quien subraya, Y sigue haciéndolo: “Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca y ella no está conmigo. Es tan corto el amor y es tan largo el olvido”.

Es una lástima que La Canción Desesperada apenas se pueda leer, hay un manchón oscuro, un brutal borrón de tinta: “era la sed y el hambre, tú fuiste la fruta. Era el duelo de las ruinas y tu fuiste el milagro”, apenas se ve. Pero después, subrayado con un trazo lleno de ira o, quién sabe, de amor, “mi deseo fue el más terrible y corto, el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido, oh la boca mordida, oh los besados miembros, oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados”.

La última estrofa subrayada con lápiz negro “ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo, todo en ti fue naufragio” es muy trágica. El verso “en el viajó mi anhelo” está doblemente subrayado, eso me preocupa.

¿Qué hago con este diálogo triste y furiosamente subrayado? ¿A quién se lo devuelvo? ¿A qué corazones pertenece? Es la primera vez en mi vida que compro confesiones tan enamoradas en la feria libre. ¿Tendrá algo que ver el viejo de las ilusiones?

 

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