Si bien pueden prospectarse diversos escenarios para visualizar el futuro utilizando la razón y la imaginación, existe un ámbito al que no logramos acceder: el mundo de lo inimaginable. ¿Antes de octubre del 2019, alguien habría imaginado al Chile de hoy?

Louis Pauwels y Jacques Bergier en su obra “El Retorno de los Brujos” señalan que tiende a describirse lo inimaginable como contrario a la realidad, como algo irracional, no obstante, agregan, no es nada de eso.

Lo inimaginable, explican, es un efecto de la percepción de la realidad cuando se observa desde una óptica precaria. La experiencia nos enseña que detrás o más allá de la realidad está lo incierto, lo inimaginable, no obstante, asimismo, real. Todos sabemos que el cielo y el mar que nos deslumbran no son cómo los vemos. En este sentido, lo inimaginable junto a lo que consideramos real conforman una inseparable alianza, como virtuosamente lo desarrolló la literatura del realismo mágico, especialmente en la década de los sesenta.

Existen el universo observable, visible y el universo desconocido y, ¿quién sabe?, incontables universos en el infinito como, asimismo, dimensiones paralelas en el tiempo, que sin duda la ciencia jamás logrará desentrañar, que la razón no logra entender y que ni siquiera la imaginación puede concebir. ¿Quién no ha llegado a veces sentirse física o mentalmente transpuesto a ámbitos desconocidos o a extrañas latitudes?, se preguntan los autores de este libro de esoterismo, alquimia y parapsicología, que se viene a la mente hoy en medio de un mundo y de un país impensados hasta hace un tiempo atrás.

Una mañana despertamos y todo ha cambiado, reflexiona una alumna en el libro digital “Las y Los Estudiantes Opinan”, publicado por Editorial Demokratia semanas después del estallido social y a inicios de la pandemia, provocando aquel súbito amanecer un impacto desconcertante y desorientador ante una realidad inimaginable poco antes.

La insuficiencia de un realismo a secas, -de la razón pura diría alguien-, se mide en la incapacidad de ver lo sustancial, como lo sublimiza Saint Exupery:“lo esencial es invisible a los ojos”, y se constata lúdicamente en la fábula de la calabaza y el simio que narran los autores del citado libro: “los indígenas, para cazar vivo al animal, fijan en las ramas de una palmera una calabaza que contiene cacahuetes. El simio acude, estira la mano, la introduce en la calabaza, coge los cacahuetes y cierra el puño. Entonces no puede retirar la mano. Lo que ha cogido lo atrapa y mantiene prisionero”. Es la prisión de la realidad ramplona que atrapa e impide conocer y proyectarse más allá de ella. Por consiguiente, hay que sopesar y examinar con sigilo las trampas de esa realidad a secas y proyectarse con sabiduría para mirar en torno a ella y más allá de ella, esto es, en términos de Arturo Uslar, descubrir los misterios y las vicisitudes inimaginables de la vida humana en un estado superior.

La constatación de que se nos ha cambiado el mundo suele ser desgarrador. Pauwels grafica mediante otra singular anécdota el shock que experimentamos al enfrentarnos de sopetón ante realidades que nos eran inimaginables: “Encontrar otro mundo -dice- no es únicamente un hecho imaginario. Puede ocurrirles a los hombres y también a los animales. A veces las fronteras se deslizan o se confunden: basta con estar allí en aquel momento. Yo presencié, señala, cómo le ocurría esto a un cuervo. Este cuervo es vecino mío. Jamás le he hecho el menor daño, pero tiene buen cuidado en mantenerse en la copa de los árboles, volar alto y evitar la humanidad. Ahora bien, una mañana el campo se hallaba sumido en una niebla extraordinariamente espesa y yo caminaba a tientas hacia la estación. Bruscamente, aparecieron a la altura de mis ojos dos alas negras y enormes, precedidas de un plumaje gigantesco que se alejó con una exhalación y con un aullido de terror como espero no volver a oír otro en mi vida. Este grito me obsesionó toda la tarde. Llegué hasta el punto de mirarme al espejo, preguntándome qué habría en mí de espantoso…, por fin comprendí. La frontera entre nuestros dos mundos se había borrado a causa de la niebla. El cuervo, que creìa volar a su altura acostumbrada, confundido por la espesa neblina descendió màs de los habitual y vio de pronto un espectáculo sobrecogedor, contrario para él y a las leyes de la naturaleza. Había visto a un hombre que andaba por los aires, en el corazón mismo del mundo de los cuervos. Había presenciado una manifestación de la rareza más absoluta que puede concebir un cuervo: un hombre volador…, ahora, cuando me ve desde arriba, lanza unos desgarradores aullidos, y yo descubro en ellos la incertidumbre de un espíritu cuyo universo se ha desquiciado. Ya no es, ya no volverá a ser jamás como los otros cuervos…»

¿Qué pretendía demostrar este autor con sus reflexiones? Que la realidad podría ser mucho más compleja de lo que suponemos o imaginamos, y que nuestra percepción de los hechos y nuestro juicio acerca de lo verdadero y de lo falso podrían estar sesgados por nuestro limitado sentido común. Lo que nos parece inimaginable podría ser simplemente lo que no cabe en la manera común de ver las cosas, en nuestra frágil racionalidad.

¿No se aloja en cada uno de nosotros el aullido de un cuervo que explícita o ahogadamente resuena ante los hechos o situaciones que nos han precipitado a realidades ignotas como las experimentadas en los últimos tiempos?

Lo inimaginable y misterioso serían entonces lo que queda tras el velo de la razón y que nos es muchas veces incomprensible y hasta inaceptable. Lograr comprenderlo exige una suerte de síntesis de ciencia y arte capaz de desentrañar percepciones ocultas a los sentidos. Más allá del conocimiento racional y realista conviene volver la atención hacia lo etéreo y redescubrir lo inescrutable del universo y la vida con mística y fe. La fe, aunque ininteligible a la razón, constituye la semilla de los espíritus proféticos. Décadas atrás el realismo mágico remeció el alma de jóvenes que, hartados del realismo ramplón e inspirados en Herbert Marcuse, pregonaron en mayo 68 la gesta que los movilizó: “ser realistas, pero anhelar lo imposible y fantástico para transformarlo en posible y realizable”. En fin, ¿auguran los signos de los tiempos, -en que la razón ha sido inepta de visionar el devenir de Chile y el mundo-, nuevos realismos mágicos capaces de acceder a lo inimaginable?

Santiago, junio 2022.

 

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