Este 12 de agosto se celebró el Día Internacional de la Juventud, fecha proclamada en 1999 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Según Unicef la juventud, -como sabemos-, constituye una hermosa etapa, plena de oportunidades, sueños y transformaciones en la que se despliegan aptitudes para aprender y experimentar pensamientos críticos y vivenciar energía e idealismo en procesos personales, comunitarios, sociales y políticos. El quehacer de los jóvenes ha sido y es vital en la evolución de valores y costumbres y en el destino de las sociedades. Normalmente los movimientos juveniles asumen formas contraculturales cuestionando el statu quo y generando conflictos y resistencias intergeneracionales.

Uno de los más graves problemas para la institucionalidad actual no es que los jóvenes “bostecen ante la democracia”, como lo expresa Agustín Squella en una reciente columna de El Mercurio, sino que se sienten decepcionados, más que de la democracia, de quienes, -salvo excepciones-, administran el país, como así, de la carencia de líderes que con sus testimonios y enseñanzas los guíen, lo que se ha traducido, a diferencia de décadas anteriores, en un distanciamiento no hacia la política sino que hacia la política partidista.

Lo anterior ha constituido en los últimos años un fenómeno en Chile y en gran parte del mundo. En Reino Unido, en el 2005, sólo el 37 % de los jóvenes inscritos acudieron a votar. En Estados Unidos, las tasas de votación entre los jóvenes de 18 a 29 años ha bajado del 18 % al 12 %. En América Latina, los jóvenes son tres veces menos propensos que las personas mayores para sufragar y 9 de cada 10 -según la misma UNICEF-, nunca han participado en una organización política.

No obstante, la historia nos ilustra que en la mayoría de las grandes épicas se destaca la presencia de los jóvenes; citemos, solamente a vía de ejemplo un par de casos paradigmáticos: Alejandro Magno que conquistó Persia y Egipto a los 24 años; Juana de Arcos que heroicamente y con no más de 20 años es sacrificada en la hoguera por testimoniar sus ideales y, en cuanto a nosotros, Luis Cruz Martínez, de no más de 17 años, que ofrendó su vida cuando ya el resto de los 77 soldados chilenos del batallón a que pertenecía habían perecido sin rendirse en la memorable epopeya de La Concepción, o desde un prisma espiritual, Santa Teresita de los Andes, a quienes miles veneran, fallecida apenas a los 19 años.

Prácticamente en todos los movimientos que han cambiado el rumbo de la humanidad han sido jóvenes la vanguardia, aunque, sin duda, en muchos de ellos bajo la guía de líderes en quienes han confiado y a quienes han seguido, a diferencia de la hora actual.

Carlos Peña, prominente intelectual, entrevistado por Cristián Warnken con fecha 7 de junio 2020, contestando una consulta sobre el estallido social de octubre 2019 se refirió al concepto de anomia describiéndolo como la ausencia de orientación normativa. Explica que las personas tienden a aferrarse a su subjetividad, que pasa a reemplazar la orientación normativa. Señala que dicho fenómeno genera intolerancia que, sostiene, es lo que se ha visto en las “nuevas generaciones”. Agrega que los jóvenes creen que lo que les dicta su subjetividad es la verdad y si alguien lo pone en duda lo ven como un ataque. En resumen afirma, la anomia habría llevado al fanatismo de los jóvenes que en vez de actuar racionalmente lo harían a base de pulsaciones subjetivas.

En una entrevista reciente a una estudianta en este medio electrónico, a raíz del lanzamiento del libro digital “Las y Los Estudiantes Opinan”, se señala que en las 130 reflexiones consignadas en ese libro, el lector descubrirá una profunda riqueza en las variadas visiones de los estudiantes y tendrá que aceptar su identificación con muchas de ellas cuándo se explayan sobre cómo los ha afectado la pandemia del Covid-19; todo un conjunto de fundadas opiniones que desvirtúan se les califique de individuos de pulsaciones meramente subjetivas.

Del mismo modo, en las reflexiones del referido libro y que versan sobre el estallido social se verificará que los jóvenes no han procedido por meros impulsos y que existe un hondo contenido intelectual en sus apreciaciones de las causas del estallido y sus proyecciones, y podrá concluirse que es un simplismo atribuir sus acciones a una especie de “pataleta”, como si repentinamente hubiesen despertado una mañana con un deseo insensato de evadir las tarifas del metro.

Respecto de la crisis ambiental, ¿podría alguien dudar que los genuinos líderes en el mundo entero han sido los jóvenes? Basta indagar en la prensa para comprobar cómo se les descalifica, siendo emblemáticos los intentos por desacreditar a la joven Greta Thunberg en el mundo entero y por cierto en Chile, no sólo por su gesta sino que por su calidad de adolescente.

Las consideraciones anteriores nos han movido -en este Día Internacional de la Juventud-, a intentar se considere la opinión de los jóvenes, que han logrado gradualmente superar el individualismo y la débil conciencia social a que el sistema imperante nos había arrastrado. Es de esperar que más temprano que nunca los más variados estamentos, como medios de comunicación, líderes políticos y autoridades académicas escuchen y ponderen objetivamente el parecer de estas nuevas generaciones. Si no, ¿Cómo podrían reencontrarse y reencantarse con aquellos estamentos?

Terminemos evocando el melancólico grito de Rubén Darío al ver que se le escapa irremediablemente su amada juventud: “Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer…”.

Roberto Mayorga-Lorca

Agosto, 2020.

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