¿Desde cuándo descubriste tus manos mágicas, de transformar la madera en sonido? ¿Desde cuándo sentiste que eras una artesana del sonido?
-Para ser sincera la madera, el oficio me encontró a mí.
Corría el año 2002, 2003 y en esa época aun me dedicaba solo a cantar.
Confieso que estaba bastante aburrida ya de la música, no me motivaba y además me habían encontrado nódulos en las cuerdas vocales, por lo tanto cantar dejo de ser entretenido.
Miraba a mí alrededor y veía gente mayor que yo en distintas áreas haciendo lo mismo y no me podía imaginar 20 años más tarde aun levantando la guitarra para que un chofer me dejara subir. No porque fuera malo o indigno, sino porque sentía que había muchas cosas en el mundo que quería descubrir y hacer, y la música ya había cumplido su etapa protagónica en mí, solo que no sabía hacer otra cosa que no fuese cantar.
En esos años tocaba con un grupo de mujeres llamado “Alterlatinas”, y algunas de sus integrantes eran estudiantes de música del pedagógico (U.M.C.E), así comencé a vincularme a la universidad.
Comenzó un taller de interpretación de cuatro venezolano, taller que mutó y se transformó en un taller de lutería.
Confieso que no tenía ni la más mínima idea que significaba “lutería”, pero como la curiosidad mato al gato, me quede.
Poco a poco comencé a descubrir un mundo nuevo que me enamoraba. Un aroma que embriagaba mis sentidos. Era el olor a madera.
Ese aroma se transformaba en materiales para moldear con mis manos y me hipnotizaba totalmente.
Sin darme cuenta en aquel entonces comenzaba una nueva etapa en mi vida, donde jamás imaginé que la música desde el escenario pasaría a segundo plano y se transformaría en un “tramoya tras bambalinas”.
Eso somos muchas veces los lutieres, tramoyas anónimos para las mayorías que como yo en alguna época, piensan que los instrumentos se elaboran solo en sofisticadas fábricas, y somos en realidad quienes garantizamos que el show este completo al poner los instrumentos en las manos de los músicos, protagonistas indiscutibles en el escenario.
¿Cuándo trabajas la construcción de tus instrumentos, qué pasa en ti?
-Ansiedad y calma al mismo tiempo, la cual que se va transformando poco a poco en una necesidad imperiosa de terminarlo, de verlo en su imagen final bello y sonoro. A veces, también produce frustraciones en medio de la faena y debes buscar soluciones o simplemente intentar dejar de ver la imperfección que nubla mi vista, cada vez que mis ojos pasan por el lugar que sé no está perfecto como quiero. Ahí después es donde viene también la tranquilidad mientras avanzas y ves como esos detalles que torturaban la mirada, en realidad, era pura y extrema exageración de mi parte, cosa que me pasa mucho (ríe), pero si a medida que avanza veo que no desaparece, lo hago de nuevo.
Nada puede quedar al azar.
¿Trabajas en silencio o te acompaña la música? ¿Trabajas con una canción que cantas en silencio?
-Me gusta mucho trabajar escuchando música, preferentemente música clásica, jazz, blues o música del mundo instrumental.
La música clásica específicamente me calma y me transporta. Hace que me sumerja en la concentración absoluta de lo que estoy haciendo, permitiendo que aflore la inspiración perdiendo muchas veces incluso la noción del tiempo.
¡Y cómo no! si aunque no elaboro nada relacionado con el cuarteto clásico o de la música clásica en sí, el violín de Paganini, o el piano de Chopin, o una guitarra interpretada por Antonio Lauro o Andrés Segovia, son como pinceles que trazan las líneas de los instrumentos latinoamericanos que construyo. Son esencialmente lo mismo en su estado más primigenio dentro de mí cuando trabajo, o sea música y, siento, que todo eso se conecta a la hora de crear.
Pero hay momentos donde el silencio se hace imperioso. No es muy frecuente, pero cuando me pasa, puedo pasar hasta 3 o 4 días en total silencio y logrando alcanzar incluso casi los mismos niveles de concentración, casi con la mente en blanco, sin pensamientos, solo mis manos sumergidas en la madera, mis sentidos más abiertos, los aromas son más palpables y mi interior se transforma solo en algo que fluye desde dentro hacia afuera y viceversa.
-La verdad es que son muchas sensaciones encontradas. Por un lado está la incertidumbre de saber cómo será su sonido, porque no lo sé hasta el final, debido a la técnica que utilizo en la etapa cúlmine de su elaboración que es cuando encolo el puente (pego) una vez el instrumento incluso pulido, y por otro la sensación que va a sonar genial, pero es una emoción que contengo casi como caballo de carrera a punto de salir a la pista en el alargue, por prudencia nunca canto victoria hasta que le pongo las cuerdas.
Ese instante para mí, como mujer siempre ha sido mi conexión con la maternidad. Cuando está casi listo, el instrumento tiene hasta las clavijas instaladas, las cejuelas hechas, pero falta aún pegar el puente. Todo ese proceso de pulir, instalar clavijas, son como las contracciones, porque para ese momento ya mis manos me duelen a veces y pulir me deja sin aliento.
Luego hay que romper la bolsa, o sea cortar y sacar el material de la tapa para llegar a la madera nuevamente, y pegar el puente, cosa extremadamente delicada, porque si trazas el corte mal, pierdes todo el trabajo, es el algo así, como el “todo o nada”… y ahí es cuando nace. Colocar las cuerdas y sonarlo incluso sin afinación ese… ese es su primer llanto y ahí recién es donde sabes si tiene “pulmones” o no. (o sea, si quedó bien)
Después viene lo más terrible cuando ese hijo sonoro que parieron tus manos debes entregarlo. Qué difícil es desprenderse de ellos, pero cuando se van te llenas de satisfacción al tener la certeza que ese instrumento suena maravilloso, que lo hiciste totalmente conectado con los sentimientos y será el transmisor del alma de alguien más.
¿Dónde has expuesto tu trabajo?
-Mi trabajo fue expuesto en el Estado Portuguesa, en la ciudad de Guanare Venezuela, en un evento realizado por la escuela de lutería Don Antonio Torrealba, institución donde participé como Maestra Lutier durante el año 2007-2008.
En el gran Teatro Teresa Carreño de Caracas, Venezuela en el año 2012, en la primera Feria del Disco y de la Música, realizado y organizado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
También dentro de las fronteras venezolanas en la ciudad de Bailadores Estado Mérida, en un encuentro de lutería nacional en el año 2013.
En Chile participé como expositora lutier en el evento “Charangos del Mundo” organizado por Anita Saladino en septiembre del año 2017, realizado en las dependencias de la Universidad Duoc de Valparaíso. También ese mismo año en la primera feria de lutería “Artesanos del Sonido”, realizado en la estación Mapocho.
Durante este año 2018 expuse mis instrumentos en “Charangos del Mundo”, realizado en abril en Jujuy, Argentina, y también en la Segunda Feria de Lutería realizada en la estación Mapocho “Artesanos del Sonido”.
¿Cuáles son los planes de Malla Lutier?
-Pues hay varios planes, muchos que intento concretar desde hace tiempo o años incluso, los cuales no he podido aterrizar por falta de recursos, infraestructura y logística que me permitan materializar esos sueños, los que revelaré cuando esté más avanzado y a su debido tiempo.
Por otro lado, están las ganas de ampliar el taller, con el propicito de poder ofrecer clases y fundar posteriormente una Escuela de Lutería Latinoamericana, como he querido hacerlo desde el año 2008 y en Chile, desde que retorne al país en el año 2015.
Y en lo inmediato, seguir trabajando con el propósito de llegar a grandes músicos, cosa que se ha ido materializando poco a poco, y con la idea también de poder viajar a otras latitudes para exponer mi trabajo en otros continentes.
Seguir avanzando y aprendiendo cada vez más, mejorando y sumando conocimiento que espero poder poner algún día en las manos de otros, ese será mi legado y para eso me preparo para entregar lo que he recogido durante todos estos años.
Ver entrevista como Cantora, en la edición del día 21 de noviembre de 2018.
http://entramacultural.cl/malla-mi-canto-es-una-forma-de-vivir-de-sentir/
