-
¿Cómo leer el Aroma de mi tiempo?
¿Cómo sentir el Aroma del tiempo de Guillermo Bown Fernández, su último libro, si en la primera lectura me llena de sombras y apaga la luz una y otra vez?
“Nadie habla ni dice nada / está oscuro, ya no hay luz / nadie contesta / …y el silencio es mi tragaluz…”
¿Cuántas veces tendré que doblar en la esquina para saber si existe el amanecer en las voces de Guillermo?
“Mis escritos se esconden / del murmullo del mundo / hace años no responden / dicen siempre no rotundo…”
Subo y bajo compulsivamente su escalera. Y la pulsión de sus palabras me abruma de brumas. Me pregunto cuántas veces más tendré que morir para vivir tantas veces. Abro sus páginas una y otra vez. Sus ventanas están cerradas. Las abro en busca del aire fresco.
“El cemento invade la gran ciudad / el cielo las torres se encumbran / la falta de aire es intranquilidad / … seguimos así directo a la tumba / el poder no sabe de hermandad”.
Interrogo a las metáforas en búsqueda de la alegoría de la hora nona. Y sus palabras me enseñan a ratos solo un camino pedregoso, lleno de espinas.
¿Es un anuncio? ¿Es una despedida? ¿Un vuelo de pájaro de mal agüero? ¿Es un anuncio?
Hasta que la belleza de la vida me apunta a la claraboya. En algún verso se cruza una estrella resplandeciente y, de fugaz, me ilumina de esa convicción ilustrada y voluntad decidida de propender a que los hombres vean claro y cumplan con su destino: la caridad.
¿Cómo leer a Guillermo Bown Fernández?
Claro, estaba frente a mis ojos. ¡Lo leía como si existieran solo tres dimensiones! ¡Craso error, el mío!
Hasta que crucé el umbral y en mi imaginario puse a arriba de mis ojos una Tabla Ouija. Sí, una Tabla Ouija, con un vaso que cruzaba el abecedario de las metáforas. En su vuelo a tablero vuelto y saltarín se movía desde el otro lado de las cosas, del otro lado de las palabras.
¡Estaba frente a mis ojos y no lo podía ver!
“La meditación me llevó a mis padres / canalicé sus mensajes con alegría /… al oído, mi madre, ida con malestares / me dijo que su vida era una sinfonía / en otro mundo era feliz en esos solares / respiré profundo estaba en sintonía”.
Y así deje de morir y la poesía se dio vuelta carnero. La vida, el sueño por cumplir, estaban intactos. Entendía que Guillermo escribía desde alguna dimensión paralela, futura, antigua, desde unos años adelante, de un futuro, de hace unas tardes atrás frente al atardecer del mar de Las Cruces.
2. El oficio del Poeta
Quienes escriben hacia abajo en el reglamento de los versos, creen que escriben poesía. Se equivocan medio a medio. Escribir poesía es un oficio que requiere talento, piel y matemáticas.
Escribir poesía requiere conocer los arcanos del género del amor. Escribir poesía es hacer política para cambiar el mundo, el amor para iluminarse con el resplandor que emerge de las páginas de papel, de las imágenes y las palabras. Son las voces del pasado que vienen del futuro, la memoria de un hombre enamorado.
El poeta traza sus propias reglas y hace de sus versos un código que solo pueden leer los iniciados en el sentimiento original de la ternura y el sueño.
Por todo lo antes señalado, declaro que el oficio de Guillermo Bown Fernández nos enamora, nos duele y nos emociona en sus patrones, en su reglamento venido de las dimensiones de su saber y creer. Un buen ejemplo es este libro “Aroma de mi tiempo”.
“Tengo que inventar un poema / darle la mano y hacerlo mirar / letra y palabra que sepan jugar / un verso que traiga un tema / una idea que sepa qué es amar”
3. Las claves de un libro venido del futuro
Dicho lo anterior, la libertad de lectura de un poeta solo tiene el orden del universo. Podéis elegir las últimas páginas o partir por el medio. La única regla es abrir vuestros corazones para detenerse en el comienzo del dulzor o en el duelo de lo amargo.
Por la ventana de las páginas florecerá el aromo en su destino en pleno invierno, antes de todas las flores anunciando la primavera. El aroma del aromo.
“El Aroma de mi tiempo” es un libro de la vida y de la muerte, de la memoria iluminada que emerge resplandeciente aferrada a los mejores momentos de la vida del poeta. Es un testamento y un anuncio a la vez. Es un niño, un hermano que cambia el mundo en un abrazo enamorado. Es un hombre que habita con las voces de sus hermanos de todos los tiempos.
Leer la poesía de Bown Fernández es salir adelante en la vida, es encontrar la palabra perdida y decirla en voz alta.
Vivir, vivir, vivir.