Lo conocí más cercanamente en el año 2000, porque le solicitamos que fuera jurado de poesía escrita por estudiantes de las escuelas del Programa del Programa de las 900 Escuelas, atendidas por el MINEDUC. Se buscaba potenciar la creatividad y, luego, devolver las creaciones de niñas y niños en forma de libros para el aula y las bibliotecas.

Logramos que eso sucediera y el libro que titulamos Pequeños poetas pasó a ser parte de la lectura escolar. Esos escritores infantiles son adultos ahora y puedo imaginar lo contento que estaría Matías Rafide si alguno de ellos hubiera hecho de la escritura parte de su vida.

Su alma de profesor rejuveneció al estar inmersa en esas numerosísimas hojas escritas por manos infantiles y las leyó con dedicación, con amor, con asombro, con respeto por quienes, quizás, algún día serían sus pares. Conversamos mucho acerca de la educación; le interesó especialmente este Programa creado para atender y acompañar a las escuelas más pobres y con más bajos resultados.

Teníamos en común el amor por la región del Maule; él era de Curepto y yo de Constitución. Viajó mucho, pero se mantuvo cerca de su terruño, en Talca, donde ejerció como académico en la Universidad de Chile y la Universidad de Talca. Profesor de Castellano, Doctor en Filosofía y Letras, miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Se desempeñó como agregado cultural en El Cairo (1990-1994) y como catedrático de literatura hispanoamericana en la Universidad de dicha ciudad. Yo había estado en El Cairo en septiembre de 1994, así que descubrimos otro tema para compartir en largas conversaciones.

Como parte de sus actividades culturales en la embajada de dicha ciudad, publicó una breve antología de poetas chilenos de origen árabe, en versión bilingüe: Doce poetas chilenos de origen árabe.

Su primer poemario, La noria, data de 1950, hace nada menos que setenta años. Otras obras son Ritual de soledad (1952), El corazón transparente (1960), Antevíspera (1981), Sueños y espejismos (1999). Autor de numerosos ensayos y artículos sobre literatura chilena e hispanoamericana, antologías poéticas y el gran Diccionario de autores de la Región del Maule (1984), de valiosa consulta.

Sin duda, el mejor homenaje para un escritor es dar a conocer parte de su obra, por lo que a continuación incluimos algunos de sus poemas.

 

Tu ausencia solloza en mi corazón

Tu ausencia solloza en mi corazón

como una muerte inesperada y sola.

 

Habita en mí -oscuro árbol herido-

como una dolorosa raíz, honda y amarga.

 

Vive en mis ojos de horizontes desnudos,

una ciudad simétrica de presurosos ángeles.

 

Una música apenas perceptible como una flauta tenue

y el volantín triste de un adolescente solitario.

 

El viento, como una lagartija fugitiva,

varía inútilmente su itinerario trémulo.

 

Tu ausencia, como una fuga cósmica y un ambiguo abanico,

fija la soledad en una sombra suspendida,

por una mano irreductible, como un ancla.

 

(De Itinerario del olvido

prologado por el poeta Juvencio Valle)

 

Cabalgan por la ruta de mi sangre

A mis padres Salomón y Emilia

 

Cabalgan por la ruta de mi sangre

cien generaciones de invisibles camelleros.

 

Y siento que el Oriente gravita en mis entrañas,

y se asoma a mis ojos la angustia del desierto.

 

Me hieren sus arenas desnudas y salobres

y un ritmo misterioso acompasa mis sueños.

 

El laúd se despierta sollozando por mis venas

y diluye en el río infinito su lamento.

 

Las palmeras alargan sus umbelas de sombra

como estandartes puros sobre mi campo yermo.

 

(De La noria)

Amaba el mar

 

Amaba el mar como los

ríos. Venía de tan lejos

y en cada ola ponía su esperanza.

Su sonrisa, balcones

navegando en el aire.

 

Atrás quedan pájaros

insomnes, ecos de pasos,

ajenos sueños en

espejos sonámbulos.

 

Suenan voces en medio

de naufragios. Ruinas

de una ciudad deshabitada.

Oh, rostro prisionero

de la muerte que pasa…

 

(De Antevíspera)

 

Sin duda, su obra perdurará en nuestra literatura, así como el recuerdo de su gran generosidad como persona, profesor, escritor. Y el mejor homenaje será leerlo y darlo a conocer a las nuevas generaciones.

Josefina Muñoz Valenzuela

Escritora

 

Fotografía de portada: Gentileza del diario El Centro.

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