El tango, Cuba, la inmigración, el barrio Yungay, los Beatles. Las décadas, cuadras y continentes traspasan las referencias que conviven en los cinco minutos y 31 segundos de “Son de Yungay”, la canción que Mauricio Redolés acaba de estrenar como adelanto de su nuevo disco.

“Es una canción con tintes tropicales, entre cubana y… cubana, diría yo”, describe Redolés, a través del teléfono y desde la casa donde pasa la cuarentena decretada en la comuna de Santiago. “Trato de aproximarme a un sonido caribeño, aunque no es exactamente un son. Es un tema en el que recojo varias ideas que estaban medias desperdigadas en mi imaginario”.

“Son de Yungay” es el segundo adelanto de Quiero seguir continuando, el primer álbum del músico y poeta luego de siete años y el primero después del accidente cerebrovascular que sufrió a mediados de 2016. Durante el segundo semestre de 2020 deberían revelarse sus ocho canciones y “cinco intervenciones orales”, que se reparten entre “mini radio teatros”, poemas breves y otros textos que llevan títulos como “Es que me duele la guata”, “Pero déjame hablar” o “Negacionismo y controversia”.

Entre las canciones, hay una dedicada a la senadora Carmen Hertz (“Dile a Carmen”), una traducción al portugués de “El espejo” y una versión del “Love in vain” de Robert Johnson, reconvertido como “Amor por las puras”. También está “Pa’ la linda uno”, que fue compuesta en 1977 y recién verá la luz: “Postuló a mi primer disco y no quedó. Postuló al segundo, al tercero, postuló para quedar en Gaete… nunca quedaba, pero ahora quedó”, explica.

Pero lo que hoy ocupa a Redolés es “Son de Yungay”, una pieza que transita por Huérfanos y Libertad y reclama contra la depredación inmobiliaria. “Ahí cito un tango, “Casas viejas”, del gran compositor Francisco Canaro. Yo lo escuché siendo niño y me causaba una nostalgia enorme, porque había vivido en una casa, la de mi abuela en la calle Andes, que debe haber sido de principios del siglo XX o fines del XIX”.

Mientras está haciendo ese recuerdo, Redolés se detiene de improviso y se pone a cantar al teléfono: “Se van, se van, las viejas casas queridas, llegó el motor y su roncar…”. Búscalo en Youtube, escúchalo, es bellísimo”, recomienda.

“Son de Yungay” también alude a las comunidades de migrantes que han poblado la zona durante los últimos años y su creador desenfunda otras anécdotas para explicarlo: “Es un barrio que se ha enriquecido gracias a ellos. Hace algunos años estaba en el patio de mi casa y de repente escuché una marinera, compadre, que te mueres… Dos guitarras, cajón peruano y una mujer cantando. En vivo y en directo, en un patio aledaño. ¡Eso es un regalo de la puta madre! También me cogotearon dos peruanos una vez, pero ese es un mínimo porcentaje de malandras que anda dando vueltas. En general, es gente muy bella y respetuosa”.

Según Redolés, es una canción que le debía al sector con el que ha sido asociado por largo tiempo: “En el final hay un pequeño regalito recordando a John Lennon, porque así como los Beatles le cantaron a Liverpool, todos le cantamos a nuestros barrios; así como ellos le cantaron a Penny Lane, yo le canto a la calle Cueto, porque Cueto fue mi Penny Lane. Yo fui a Penny Lane cuando estuve en Inglaterra y es una calle culiá como cualquier otra calle culiá del mundo no más, pero ellos vieron esa belleza”.

Yungay ha sido un tema para ti hace tiempo, pero el de esta canción es un barrio muy diferente al de Bailables de Cueto Road (1998), por ejemplo.

Claro, porque ese es un barrio que está enquistado en el pasado, que estaba cambiando progresivamente y tenía muchas reminiscencias de los ‘60. Muchas de las tiendas que cito eran las mismas de mi infancia. Ahora queda una que otra, como la Librería Díaz, de don Segundo Satón y su compañera María Teresa Cobos, gente que lleva muchos años en el barrio. En alguna época San Pablo fue como el límite de la ciudad y eso está en la literatura de Luis Sánchez Latorre, de Nicomedes Guzmán, de mi primo Luis Rolando Rojo Redolés. Hay una creación literaria y musical propia, pero pasa en otros barrios. Yo nunca he dicho (enfatiza) que este es el mejor barrio de Chile o el único barrio histórico, que es una propaganda charcha de algunos desubicados -no vamos a dar más antecedentes, porque ya me he peleado mucho- que hacen negocios con el barrio. Cantarle al barrio Yungay es lo mismo que cantarle a Harrow Road en Londres, donde viví en los ‘80; o a la Plaza Bogotá o Matta Sur, que es un barrio muy bonito; o a El Llano, en la Gran Avenida.

Mucha gente piensa que “Bello barrio” es sobre el barrio Yungay, ¡pero no! No tiene mucho que ver con el barrio Yungay. De hecho, tiene más que ver con la calle Carlos Valdovinos con La Feria, ahí me inspiré para escribirlo, porque yo vivía allá. También con Mapocho a la altura del 4000, donde empieza J.J. Pérez. Hace un par de años encontré el kiosko donde me inspiré para escribir parte de “Ciertos espectáculos de Santiago de Chile” y encontré la panadería que me ponía nostálgico y sureño, como digo en el poema “Bello barrio”. Todos los barrios son lindos, todos son bellos. No deben morir.

Este disco se va a llamar Quiero seguir continuando…

Bueno, es lo que sentimos todos hoy en día, ¿no?

Claro, está en sintonía con los tiempos.

Esa es una frase que le escuché a dos niñas chicas. Primero, un amigo me contó que su hija le dijo: “Papá, ¿vas a seguir continuando?”. Eso me pareció muy divertido. Después yo andaba paseando con mi hija, que estaba chiquitita, y habían cerrado una tienda de mascotas. Ella me preguntó: “Papá, ¿ese almacén no va a seguir continuando?”. Yo pensé que ahí había un movimiento fundamental en el lenguaje, como diría Nicanor Parra, así que lo anoté por ahí.

Después del ataque me quedé pensando que no quería morirme, quería seguir continuando. No empezar de nuevo, me carga cuando la gente dice “se reinventó Redolés”. ¡Yo no me he reinventado, hueón! Yo me inventé una sola vez, cuando tenía meses de vida, y de ahí para adelante he seguido continuando. También me carga cuando dicen “nuestros abuelos”, el viejo culiao del Mañalich, ¡si él es un abuelo! El pelotudo de Piñera dice “nuestros ancianos”. ¡Pero si él es un anciano! Además, ningún anciano les pertenece. Yo cumplo 67 en junio, ¡y no soy de ellos, por favor!

Lo que ha pasado en las últimas semanas es inédito para todos. ¿Cómo lo has vivido?

Es raro, pero creo que es un aviso de lo que puede venir. El ser humano ha abusado del planeta, que es un ser vivo, y lo ha hecho por la codicia de los inversionistas, los banqueros, el capital financiero. Esto es un aviso para parar el abuso. Puede ser el planeta, la naturaleza, Dios, ponle el nombre que quieras, pero alguien nos está diciendo “cabros, por ahí no es el camino, van a un despeñadero, paren un poco”. Y sin embargo, gente como Bolsonaro, Trump y Piñera no escuchan y dicen “ya, vamos, normalicemos”.

“La nueva normalidad”.

¿Habías escuchado una estupidez más grande? Imagínate que en 1912  se hundió el Titanic, gran drama que llega hasta nuestros días, y ahí murieron aproximadamente 1.500 personas. ¿Cuántos Titanic hay con este famoso virus? O sea, el drama es enorme, cuánta gente ha muerto. Esto nos está diciendo que esos son nuestros gobernantes. Esos capitalistas codiciosos, ambiciosos hasta la médula, son los que están a cargo de nuestras vidas. Creo que es un remezón que también va a cuestionar profundamente la política y la economía de los países. Como latinoamericanos tenemos que levantarnos, sacar del horizonte a hueones como Bolsonaro o Piñera. Tenemos que elegir presidentes que estén por la unidad del continente y el bienestar de su población.

¿Pero cómo lo has experimentado desde un punto de vista más personal? ¿Te ha cambiado la vida cotidiana?

Es que soy bastante casero. El Mauricio Redolés que se lo pasaba saliendo, yendo a cantar, viajando, metiéndose en bares, ya no existía cuando empezó la pandemia, había dejado de existir en varias vidas anteriores -se ríe. Primero, a comienzos de los ‘90, cuando quedé de padre soltero. Después me dio un ataque y quedé más casero poh. Ahora con el Covid-19, van a ser contadas las veces que me van a ver en la calle.

Estoy leyendo, escribiendo, viendo Breaking bad, viendo a Pablito Escobar en El patrón del mal, jugando con mi perro en el patio, haciendo bicicleta. Es mi caso particular, pero estoy feliz en la casa, cuidando los nervios y la ansiedad, viendo el panorama polìtico, el egoísmo, la torpeza de Ricardo Lagos, que es lamentable: llama a ponerse detrás de la autoridad y la autoridad va a sentarse a la Plaza Dignidad. Estamos en manos de payasos.

Foto principal: Facebook Mauricio Redolés.

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