El jardín de visiones que se entrecruzan

— Ciencia ficción en Latinoamérica —

 

Por: Orlando Mejía Rivera[1].

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Los géneros literarios están en movimiento continuo, al igual que las imágenes de lo que comprendemos como el mundo real. Los límites del conocimiento ya no dependen, en forma exclusiva, del pensamiento lógico, sino de la imaginación creadora. Con la revolución científica de la física cuántica, a principios del siglo XX, las divisiones entre sujeto y objeto desaparecieron y comenzó a vislumbrarse un nuevo espacio simbólico de la realidad, que acepta en su interior el nexo entre imaginar el mundo y posibilitar que ese mundo se haga verdadero.

Frente a la ecuación positivista “es real aquello que puede ser pensado matemáticamente” se da paso a otra fórmula más amplia: Es real todo aquello que pueda ser imaginado por la mente humana. De entrada, la primera división de géneros puros, entre la denominada literatura realista y la literatura fantástica, se torna problemática, pues si la primera se refería al mundo real y la segunda al mundo no real, al cuestionarse qué es real y qué no lo es, la narrativa toda se entremezcla.

Hoy sabemos que la realidad es una construcción y no un descubrimiento y, por tanto, los límites de lo posible no dependen de propiedades intrínsecas de la naturaleza, sino, como refería Wittgenstein, de nuestra capacidad de inventar lenguajes para nombrar lo desconocido.

De otro lado, también ha sido típica la división entre literatura fantástica y ciencia ficción. La ciencia ficción sería un subgénero de la literatura fantástica, caracterizado por ser un tipo de prosa que plantea una conjetura o hipótesis verosímil científicamente y que, a partir de ésta, intenta describir las reacciones de los seres humanos ante esos cambios tecnocientíficos propuestos en la hipótesis. Es decir, en la ciencia ficción clásica el mundo posible de la ficción (generalmente futuro) está construido a partir de explicaciones aceptadas como naturales por la tecnociencia del presente. A este tipo de CF se le denomina también “Hard science fiction” (ciencia ficción dura) y sus límites imaginativos van hasta las posibilidades lógicas que ofrece la ciencia conocida.

Por el contrario, la literatura fantástica pura inventa mundos irreales, no limitados por leyes naturales o plausibilidades científicas, sino su característica esencial es, precisamente, las explicaciones sobrenaturales, la imposibilidad de comprender de manera natural los hechos narrados. Nicholls y Clute en su Enciclopedia de Ciencia Ficción lo han sintetizado muy bien al expresar: “Para llevar la definición a un mínimo irreductible: la ficción mimética es real, la fantasía no es real; la ciencia ficción es no real pero es natural, en oposición al resto de la fantasía, que es no real y sobrenatural. (o, simplemente, la CF puede suceder, la fantasía no)”.

El problema radica en que ya no hay manera de afirmar que algo no puede suceder, pues lo que la misma ciencia ha puesto en cuestionamiento es la noción de ley natural. Para la época actual la naturaleza es una reinvención y una reconstrucción cultural, donde todo lo pensable es posible, pues todo lo pensable es susceptible de una potencial elaboración tecnológica. Pero, además, se hace confusa la división entre lo natural y lo sobrenatural. Hasta hace muy poco se consideraba como “sobrenatural” un mundo narrativo donde, por ejemplo, aparecieran quimeras; sin embargo, hoy es posible con la recombinación de ADN de distintas especies “producir” quimeras. O sea, las quimeras ya tienen una explicación “natural” en el sentido de “racional”.

Los tiempos paralelos y simultáneos del cuento de Borges El jardín de senderos que se bifurcan eran elementos sobrenaturales en el año de 1941, fecha de la publicación del texto, pero después de 1948 la hipótesis física y matemática de los mundos paralelos de Hugo Everett III, los hizo plausibles y naturales. De ahí que el cuento pueda leerse hoy, hasta cierto punto, como ciencia ficción y hace años como fantasía pura. Incluso, el artículo reciente del fallecido Stephen Hawking, en coautoría con Thomas Hertog, titulado A Smooth Exit from Eternal Inflation (2018) ofrece las herramientas teórico-matemáticas para la demostración de universos paralelos y podría convertir el cuento borgiano en una anticipación de un acontecimiento científico real.

Las narraciones donde se presenta la magia y los encantamientos han sido considerados como paradigmáticos de la fantasía pura. Pero, por un lado, con Lévi Strauss sabemos que el pensamiento mágico también busca una explicación causal y natural del mundo al igual que el pensamiento científico (la diferencia radica en que para la magia la causalidad es absoluta y para la ciencia es parcial); de otro parte, como ha dicho Arthur C. Clarke: “Cualquier avance tecnológico significativo es indistinguible de la magia”.

Llegamos, entonces, en este punto a una primera conclusión: las divisiones entre lo real y lo irreal, lo natural y lo sobrenatural, lo posible y lo imposible, se han vuelto difusas y, de ahí, que sea tan difícil hoy definir géneros literarios puros. Por tanto, si no existen parámetros epistemológicos claros y unívocos de lo que es literatura realista y literatura fantástica, ciencia ficción y fantasía pura, lo cierto es que viene en nuestra ayuda la teoría literaria de la Estética de la percepción, para decir que, quizá, lo que determina hoy que un texto sea leído como ciencia ficción, fantasía pura o narrativa realista, depende más que nunca de la intencionalidad del autor y de la interpretación del lector, moduladas por sus propios códigos culturales y personales. La genialidad intuitiva de Philip K. Dick ya lo había advertido hace cincuenta años:

“Ahora tratemos de separar la fantasía de la ciencia ficción. Es imposible, y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales. Fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso Más que humano. Si el lector cree que todos los mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, al contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los dragones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible; la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias. Esto es, en esencia, un juicio arriesgado, puesto que no es posible saber objetivamente lo que es posible y lo que no lo es, creencias subjetivas por parte del autor y del lector”

Ahí es donde toma importancia la forma como se ha desarrollado la literatura fantástica en Latinoamérica, pues su hibridaje, aunque está reafirmado en la actualidad por lo expuesto antes, no dependió nunca de ello. La literatura de ciencia ficción y la fantástica siempre han estado hibridizadas en nuestro continente, porque, al contrario de la modernidad eurocéntrica, no hemos tenido diferencias claras entre lo real y lo no real, lo natural y lo sobrenatural. Desde sus orígenes América Latina ha albergado, en su espacio simbólico, a los opuestos de manera sincrética: mito y razón, intuición y concepto. Lo que se percibe como confusión de géneros literarios por la crítica contemporánea, es la característica distintiva de nuestra literatura, que nunca ha pretendido tener narrativas puras.

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La académica española Yolanda Molina-Gavilán, en su buen ensayo titulado Ciencia Ficción en español. Una mitología moderna ante el cambio (2002), ha planteado que existen tres posturas alrededor de la Ciencia Ficción escrita en español: 1- Que continúa siendo epigonal de la CF anglosajona. 2- Que ya tiene características propias e, incluso, se podría hablar de una “escuela” latinoamericana y española. 3- Que las manifestaciones son muy diversas y cada país tendría una forma distinta de escribir la CF. El compilador está más cercano a la segunda postura, sin desconocer la validez menor y complementaria de la tercera posición, y pienso que la nueva CF en español ya ha superado la fase imitativa de los grandes maestros de la CF anglosajona. De hecho, es indudable que poseemos una tradición literaria histórica que se remonta al famoso relato del viaje a la luna, titulado Las Syzigias y quadraturas lunares ajustadas al meridiano de Mérida de Yucatán por un antíctona o havitador de la Luna (1775), del monje Marco Antonio De Rivas y al sorprendente cuento del argentino Eduardo Ladislao Holmberg denominado Horacio Kalibang o Los autómatas (1779), pasando por Quiroga, Lugones, Nervo, entre otros, hasta llegar a escritores posteriores como Felisberto Hernández, Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Juan José Arreola que incursionaron en el género con una narrativa de CF hibridada con la literatura fantástica. Es a este grupo, que comenzó a publicar en los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo XX, a quienes se les debe la creación de una CF fantástica que comenzó a dejar de ser epigonal de la CF anglosajona y que, por el contrario, terminó influyendo, en particular con Borges, en el canon estético y literario de los escritores ingleses y norteamericanos de los años sesenta.

Borges fue leído primero en el mundo anglosajón como escritor de CF y autores como Thomas Pynchon, J. Ballard, Samuel Delany, Philip K Dick, Ursula K Le Guin y Brian Aldiss, es decir lo que se conoce como la “Nueva Ola” de la CF anglosajona, reconocieron que los cuentos de Borges los estimularon a escribir una ciencia ficción donde los problemas metafísicos y filosóficos del ser humano se incluyeran dentro de las argumentaciones de temas tecnocientíficos.

Frente a la temática del espacio exterior, de los escritores del cincuenta, Ballard definió el espacio interior como las ilimitadas posibilidades de la psique humana y sus reacciones a los cambios sociales de la ciencia y la tecnología. Philip K Dick hizo suyo el núcleo problemático de la obra de Borges: ¿Qué es lo real? De hecho, a la CF fantástica escrita por Borges podría acuñársele con justicia el nombre de “filofantasía” o “fantafilosofía” y se estaría revelando la mayor característica, e influencia, de su narrativa en la CF anglosajona: las ideas filosóficas son la raíz de la literatura de CF.

En el prólogo a la Antología de la literatura fantástica (1940) de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo se plantea de manera explícita que Borges está proponiendo una nueva categoría de relatos: “Con el Acercamiento a Almostásim, con Pierre Menard, con Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Borges ha creado un nuevo género literario, que participa del ensayo y de la ficción; son ejercicios de incesante inteligencia y de imaginación feliz, carente de languideces, de todo elemento humano, patético o sentimental, y destinados a lectores intelectuales, estudiosos de filosofía, casi especialistas en literatura”. Es decir, a priori describieron a los futuros lectores de la nueva ola de CF anglosajona, entre muchos otros. Ahora bien, la presencia de Borges en los escritores contemporáneos de ciencia ficción en español continúa siendo abrumadora y omnisciente. Estoy de acuerdo con el buen crítico Luis C. Cano quien, en su ensayo Apoteosis de la influencia, o de cómo los senderos de la ciencia ficción hispanoamericana conducen a Borges (2017), plantea que la ubicación referencial de Borges ha sido fundamental para que nuestros escritores tengan un modelo estético autóctono en sus proyectos creativos, se unan en torno a una influencia a pesar de la “dispersión temática, estilística y generacional” y, en especial, que se sientan legitimados ante un género “de modalidad popular” que sigue siendo despreciado o minimizado por la crítica académica de la región, a pesar de que esto viene cambiando en los últimos tiempos. De allí que él enfatice: “Cada escritor que opta por el tratamiento de estas recibe una validación retrospectiva cuando afirma la influencia del argentino (…) el resultado es el mismo: concreta un linaje prestigioso que permite manejar el desconcierto sobre el lugar que ocupan en la producción artística del continente y afirma su posición en la historia literaria”. De hecho, él nombra varios autores que simbolizan esa influencia de Borges y seis de ellos forman parte de esta antología: Ana Solari, Alberto Chimal, Carlos Chernov, Campo Ricardo Burgos, José Miguel Sánchez Gómez (Yoss) y Vladimir Hernández. Ahora bien, la discusión de la crítica ante la valoración de Corpus de la CF Hispanoamericana es contradictoria (y no es este el lugar para profundizar en ella), pero quiero dejar clara mi posición de compilador: No comparto la visión de algunos de asumir el juzgamiento estético de nuestros escritores, a partir de los parámetros epistemológicos y culturales de la crítica anglosajona. Con esa mirada reduccionista y un tanto prepotente todo aquello que no cumpla los criterios del “extrañamiento cognitivo” de Darko Suvin es “seudociencia ficción”. Al contrario, pienso que nuestra CF ha logrado la autonomía y la madurez necesarias, como lo han sustentado, entre otros, Pablo Capanna, Luis Pestarini, Andrea Bell, Silvia Kurlat Ares, Gabriel Trujillo Muñoz y Miguel Ángel Fernández.

Este último, en un texto fundamental para la interpretación del género en español, titulado Discurso sobre un Nuevo Método para el Estudio de la Ciencia Ficción Latinoamericana (2001), argumenta la necesidad de investigar y valorar nuestra CF con la construcción de elementos teóricos que tengan en cuenta los horizontes culturales, estéticos, antropológicos y políticos de las sociedades de la región. Pues, insiste con lucidez Fernández:

“Es indispensable tener presente que toda la ciencia ficción depende del contexto en que se escribe. En el caso de América Latina, el hecho de que no se conozcan muestras de valor, se debe a las formas de abordaje así como a los métodos y teorías que han prevalecido hasta años recientes. Básicamente, los trabajos que han intentado dar a conocer la ciencia ficción latinoamericana han sido cronologías o historias de las contribuciones hechas por el subcontinente a la ciencia ficción universal. Esto resulta tan equivocado como pretender escribir la historia económica de un país a partir de sus relaciones comerciales con otras naciones, o buscar restos fósiles de dinosaurios que solamente pertenezcan a las familias y géneros ya conocidos, desechando los que no respondan a clasificaciones convencionales. Es curioso que nadie se haya percatado de que el estudio de la ciencia ficción ajustándose a los modelos europeo y estadounidense, crea un marco conceptual que niega, ex hipothesi, a Latinoamérica. Así se comprende, por otro lado, que las aportaciones de esta región se consideren sumamente escasas”.

Comparto esa postura del crítico mexicano y esta antología se fundamenta en el reconocimiento de una literatura de CF y fantástica autóctona caracterizada por, como sintetiza Fernández, el “eclecticismo, que pretende ampliar la percepción de la realidad, recurriendo al humor, la sátira, el surrealismo, el onirismo y también a lo terrorífico”. Además, si fuéramos estrictos con los criterios de los teóricos anglosajones (Suvin, Jameson, Freedmann, Csicery-Ronay, etcétera) las obras de escritores tan influyentes como Ray Bradbury, J.G. Ballard, Ursula K. Le Guin y la mayor parte de la obra de Philip K. Dick, tampoco podrían ser consideradas como literatura pura de ciencia ficción.

Sin embargo, el compilador al escoger los cuentos ha tenido como límite epistemológico para considerarlos de CF el que exista una intencionalidad de parte de cada autor de construir una trama de ficción que posea explicaciones naturales en ese mundo inventado, así los hechos nos parezcan fantásticos a los lectores o sus leyes desconocidas sean, al parecer, imposibles en la realidad de nuestro presente. Por ejemplo, los fantasmas del cuento Dioses en el exilio no provienen del espiritismo o de la religión, sino son el resultado de una sofisticada máquina inspirada en los descubrimientos de Tesla; la transgresión de la ley de gravedad que permite a un avión caer durante semanas, en el relato Un Boeing 767 cayendo en giros lentos, obedece a una condición inexplicada para el mismo protagonista de la historia, pero es connatural en ese mundo posapocalíptico; la extracción de los días de vida a los enfermos en estado terminal del relato Compro moribundos, no proviene del capricho de un demiurgo, sino de una sofisticada y extraña tecnología desarrollada en el planeta Noobol.

De manera paradójica, es la literatura de CF hispanoamericana la que conserva una hibridación con la fantasía que la hace sugerente y crítica. Mientras que, como ha referido el ensayista costarricense Ray Alfaro Vargas (El novum tecnocrático, 2015), en este siglo XXI hay una tendencia a la “fantasización” de la CF en la que “el cruce entre CF y fantasía no da un híbrido, sino que elimina lo que hay de real (material) en la CF”. Lo anterior genera una nueva CF acrítica, que en mi concepto se parece más a los guiones y a las escenografías vacuas y repetitivas de los videojuegos, pero que predomina en el ámbito anglosajón y no entre nosotros, como de manera equivocada apunta Alfaro. De hecho, en los cuentos de la antología el lector percibirá la visión crítica y contestataria de sus autores, cubierta con los velos de la imaginación y la ludicidad, frente a esta realidad caótica, contradictoria y globalizada que vivimos todos.

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Una antología es siempre un intento subjetivo y parcializado de un compilador, que trata de compartir con los lectores la visión que tiene de un género literario que, en este caso, ama, disfruta y conoce desde la infancia. Además, quisiera pensar que al ofrecer esta antología a lectores no especializados en el género y para jóvenes que se están asomando, quizá por vez primera, a los fascinantes abismos de la narrativa de CF, lo que les estoy mostrando es un “tapiz desenrollado” (como el relato de Henry James) en el que cada autor y cada cuento es parte de una figura secreta que se le va revelando al lector a medida que lee e imagina los nexos entre las historias. De allí, el orden intencional de los textos, la diversidad temática y la polifonía de voces. La combinación de cuentos clásicos ya publicados, mezclados con

inéditos; de autores maduros de gran reconocimiento internacional, al lado de algunos talentosos escritores noveles. El autor de mayor edad cronológica tiene ochenta y cuatro años y el menor veintisiete. Provienen de doce países (Argentina, Chile, Cuba, México, Uruguay, Colombia, Ecuador, España, Costa Rica, Paraguay, Venezuela, Perú)[2] y son veinticinco. Ocho son mujeres y dieciocho son hombres. El cuento más antiguo fue publicado en el año 1982 y el más reciente es un inédito escrito en el año 2016.

La calidad de los autores reunidos, objetivada por premios, reconocimientos y publicaciones es notable: seis Premios UPC, el más prestigioso de la ciencia ficción hispanoamericana (Tres de Carlos Gardini, uno de Elia Barceló, uno de Luis Noriega y otro de José Miguel Sánchez Gómez). Cinco menciones del UPC (Tres de Vladimir Hernández, uno de José Miguel Sánchez Gómez y otro de Campo Ricardo Burgos). Cinco premios Ignotus, el más prestigioso del país ibérico dado por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (Tres de Gabriel Bermúdez Castillo, uno de Elia Barceló y otro de Carlos Gardini). Dos premios Edebé de literatura juvenil, dado en España (de Elia Barceló). Un premio Celsius, entregado anualmente durante la celebración de la Semana Negra de Gijón, a la mejor novela de fantasía, ciencia ficción o terror publicada originalmente en castellano (de Elia Barceló). Dos premios David de ciencia ficción cubana (uno de Daína Chaviano y el otro de José Miguel Sánchez Gómez). Un premio Kalpa y dos Premios de Narrativa Zizigias, del Círculo mexicano Puebla de ciencia ficción (dados al escritor Alberto Chimal por el cuento que se publica en la antología). Dos premios Manuel de Pedrolo, de la Sociedad Catalana de ciencia ficción y fantasía (otorgados a Vladimir Hernández). Un premio Azorín de novela (Daína Chaviano). Un premio de novela Planeta-Argentina (Carlos Chernov). Un premio Herralde de novela (Juan Villoro). Dos premios Nacionales de Literatura de Colombia (En poesía a Campo Ricardo Burgos y en novela a Orlando Mejía Rivera). Un premio de novela internacional La Otra Orilla (Carlos Chernov). Premio Konex de Platino y premio Nacional de cuento de Argentina (Ambos para Ana María Shua). I premio internacional Juan José Arreola de Minificción (Ana María Shua). Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez (Luis Noriega). Premio Iberoamericano de letras José Donoso (Juan Villoro). Seis escritores de la antología han sido incluidos en el libro Latin American Science

Fiction Writers (2004) coordinado por Darrell B. Lockhart (Carlos Gardini, Ana María Shua, Daína Chaviano, Ana Solari, Carlos Chernov y Antonio Mora Vélez). Entre los veinticinco autores han publicado alrededor de ciento cuarenta libros y han sido traducidos a cerca de veinte idiomas.

Los relatos que encontrarán los lectores forman parte de los íconos temáticos de la ciencia ficción mundial. El tema de los mundos posapocalípticos y las sociedades distópicas aparece en varios cuentos: Primera línea de Carlos Gardini (asombroso cuento que inaugura la madurez plena de la CF contemporánea en el continente, premiado en Buenos Aires por Jorge Luis Borges y José Donoso, que se ha convertido en un símbolo contestatario y perenne contra lo que significó la locura de la guerra de las Malvinas); La voz del enemigo y El reverso del fuego de Juan Villoro (que vislumbran en su fragmentación un México futurista derruido y un puñado de sobrevivientes que resurgirán); Un Boeing 767 cayendo en giros lentos de Roberto Bayeto (que muestra con sutileza y postales poéticas una sociedad posbélica en la que la brecha de ricos y miserables es infame y espantosa); Las moscas en el cuero de Elaine Vilar Madruga (distopía de “Futuro cercano”, con la atmósfera de las neotribus urbanas, los guetos citadinos y el noir tecnológico); y Nomenclator de Ana Solari (otra distopía posapocaliptica en la que los códigos violentos de las pandillas juveniles y el comercio del trueque insinúan novedosas formas de esclavitud). La temática de las “máquinas incontroladas” en Identikit de Luis Noriega (en tono paródico una extraña máquina que cambia las identidades lleva a su protagonista, homónimo del escritor, a una laberíntica búsqueda de la alteridad).

El tema del “Primer contacto” y las relaciones con las civilizaciones extraterrestres en Speculum de Campo Ricardo Burgos (coherente y convincente ironía de clara matriz borgiana); ¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este? de Solange Rodríguez Pappe (lúdica y humorística visión de algunos sobrevivientes humanos entre especies extraterrestres más evolucionadas); y Ataduras de Susana Sussmann (una breve y bella metáfora de que la adolescencia puede ser similar en los diversas civilizaciones y seres del universo).

El tema de robots, androides e inteligencia artificial en Luces de neón de Diego Muñoz Valenzuela (reflexión profunda desde la voz de un androide que no sabe quién es, en la que se nota la formación científica del autor) y La danza de Shiva de Tanya Tynjälä (texto breve, poético y filosófico acerca de los potenciales dilemas existenciales de las inteligencias artificiales). El tema de la inmortalidad en Compro moribundos de Gabriel Bermúdez Castillo (relato sugerente, ameno y crítico acerca de la ambición inagotable por el poder y el anhelo de inmortalidad. Acá aparece en toda su expresión el estilo de un autor clásico que según el crítico Fernando Moreno Serrano “presume de un estilo sencillo, pero muy trabajado. Sus obras poseen una riqueza estructural considerable, pues hace un uso de inteligente en la distribución de la información, a menudo a través de cuidadosas descripciones. Su otra virtud se encuentra en el planteamiento de personajes: un poco más complejos que aquellos a los que estábamos acostumbrados y, por si fuera poco, con una notable evolución psicológica. Pero por encima de todo se encuentra su tendencia a la sátira”). Y también en Un Boeing 767 cayendo en giros lentos de Roberto Bayeto.

El tema de los universos paralelos y las ucronías (historias alternativas) en Se ha perdido una niña de Alberto Chimal (un sutil y poderoso relato de un universo paralelo que estimula la imaginación del lector con lo “no dicho”. Por algo ha sido premiado varias veces y es un auténtico clásico de la CF del continente); El asunto García de Orlando Mejía Rivera (ucronía fechada el 9 de abril de 1948, en un episodio clave de la historia política de Colombia. De acuerdo con René Rebetez: “Con ribetes de humor negro, el “Asunto García” tergiversa un episodio de nuestra historia en una encrucijada del tiempo. Extrapolados a una dimensión paralela, sus personajes resultan ser dos figuras que en una u otra forma han signado nuestros días”); y La entrevista de Antonio Mora Vélez (Este relato es un ejemplo exótico, en la CF hispanoamericana, de lo que se conoce en el contexto anglosajón como “spin-off”. Es decir, una historia que parte o penetra en otros universos narrativos previos. En este caso el protagonista se introduce en una dimensión paralela y ficcional, para encontrar a los personajes del Asunto García de Mejía Rivera y a los de La noche de la trapa de Germán Espinosa. Pero también es un homenaje al género de la ciencia ficción como excelsa literatura de la imaginación).

La temática de los viajes por el tiempo en Viajando se conoce gente de Ana María Shua (excelente narración, con talante humorístico, en la que el tema del erotismo y la sexualidad de otras especies extraterrestres está a la altura e, incluso, supera a Los amantes de Philip Farmer. Además, me pareció que usa y modifica el gíglico cortazariano y lo lleva a las dimensiones de la CF. Sin embargo, en una comunicación personal la autora me ha dicho que: “no estoy reemplazando palabras en español por otras en gíglico, no hago más que referirme a órganos y acciones que no tienen ningún otro equivalente en español: los clombos no son otra cosa que clombos, y por cierto se regobian”. Además, el final del relato nos recuerda el arcaico simbolismo al que los griegos clásicos y luego Kavafis aludieron con el mítico regreso a Ítaca, que nos aguarda algún día a todos).

El tema biológico (mutación y evolución, ingeniería genética, cerebros y conciencias incrementadas o alteradas) en El Efecto Cibeles de José Miguel Sánchez Gómez (trepidante historia, en clave satírica, que plantea una mutación orgánica de la sexualidad humana que en principio pareciera una idea estrambótica de su autor, pero que con la explicación comparativa que ofrece a los lectores al final del relato, nos llevamos una auténtica sorpresa y descubrimos que la naturaleza biológica de algunas especies supera cualquier fantasía. Además, el escritor es biólogo y sabe de qué habla. A propósito de la traducción al inglés de su novela Super Extra Grande, Alberto Chimal ha sintetizado muy bien lo que significa la obra de Yoss en nuestro continente al decir: “Es habitual que la ciencia ficción latinoamericana se contagie del racismo implícito en muchas de sus fuentes y nos coloque – a nosotros, los que habitamos esta parte del mundo– en posiciones subalternas de sus entornos futuros, aún más humillantes que las que ocupamos en el presente. Pero Yoss no: Yoss se atreve a imaginar que podemos hacer grandes hazañas”); El borde de la película de Carlos Chernov (Con su estilo descarnado y noir, de estirpe ballardiana, este relato nos introduce con efectividad en el tema de la conciencia personal al momento de la agonía, en las dimensiones oníricas, en el misterio de lo mental y su influencia y representación en el mundo de los objetos); Muertos de Elia Barceló (ubicado en el año 2043 aborda la clonación humana con sutileza narrativa y una verosimilitud imaginativa asombrosa. Los “biogares” y el “proyecto Thanatos Plus” generarán escalofríos en el lector por su plausibilidad. Esta es una característica recurrente en la fascinante literatura de la autora y como refiere el crítico Amir Valle: “aunque sus mundos imaginarios se ubican en los precisos terrenos de la ciencia ficción y la literatura fantástica, no se trata de una obra que anda por los cielos, sin anclas echada en esta tierra que habitamos”); 132 de Rubén Viveros Sartorio (texto breve pero sugerente sobre las implicaciones psicológicas de la clonación humana); El anósmico de Dixon Acosta Medellín (con tono paródico este relato corto nos recuerda la involución de algunos órganos y cualidades del cuerpo humano, como el olfato, y las consecuencias devastadoras que esto puede llegar a tener para la memoria personal y colectiva).

La temática del ciberpunk, los mundos virtuales y la nanotecnología en Crónicas Nanotech de Vladimir Hernández (extraordinario relato que mezcla la hard science fiction de la cibernética y la ingeniería computacional, con fragmentos de exquisita poética en un lenguaje técnico y futurista del cual no conozco otros precedentes en la CF escrita en español. Además, la historia es también una exploración del espacio, tiene rasgos escenográficos del New Space Opera y los ambiciosos alcances cronológicos de la trama evocan La primera y última humanidad de Stapledon).

Los relatos más hibridizados de CF y fantasía, pero con predominio de las explicaciones naturales, que los hace parte indiscutible del género son La anunciación de Daína Chaviano (cuento clásico, del subgénero de CF y mitología bíblica, que representa muy bien la estética de una autora de historias híbridas donde lo fantástico, lo mitológico y la CF se funden en una narrativa de gran calidad literaria y desde el punto de vista estilístico ella posee una de las mejores obras del corpus de la ciencia ficción hispanoamericana); En que da cuenta Lázaro de la amistad que tuvo con un ciego traficante de historias y de los infortunios que con él pasó de Carlos Yushimito (relato juguetón y de fina textura narrativa, repleto de guiños intertextuales al lector, en el que las inyecciones de “obras y escritores latinoamericanos del pasado” recuerdan un tanto a los libros-humanos del Fahrenheit 451 de Bradbury, pero también su estructura evoca la picaresca de un Lazarillo de Tormes en clave distópica); y Dioses en el exilio de Iván Molina Jiménez (como ya lo mencionamos, aquí una máquina activa espectros, pero la crítica política al capitalismo tecnocrático que subyace es contundente y además tiene la dimensión temática de la exploración espacial).

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Las antologías nacionales del género han sido numerosas y de gran calidad en la literatura brasileña, cubana, mexicana, argentina y española. En menor grado en Chile y Uruguay, y ocasionales en el resto de países. En la tradición editorial colombiana se encuentra la antología fundacional del género titulada Contemporáneos del porvenir: primera antología colombiana de ciencia ficción (2000), coordinada por el gran escritor René Rebetez.

Ahora bien, las antologías latinoamericanas han sido escasas y entre las principales están la Primera antología de ciencia ficción latinoamericana (1970), compilada por Óscar Acosta. La de Cuentos fantásticos y de ciencia ficción en América Latina (1981), coordinada por Elvio Gandolfo. Otra, traducida al inglés y publicada en los Estados Unidos en 1980, es lo mejor de la ciencia ficción Latinoamericana (1982), compilada por Bernard Goorden y con prólogo del famoso escritor norteamericano A. E. Van Vogt. También está Latinoamérica fantástica (1985), dirigida por Augusto Uribe y con prólogo de Sergio Gaut vel Hartman. Además, la contemporánea Quibit, Antología de la nueva ciencia ficción latinoamericana (2012), compilada por el escritor cubano Raúl Aguiar. Sólo conozco dos antologías hispanoamericanas de CF recientes. La primera es la que tradujeron al inglés y publicaron con el nombre de Cosmos Latinos: An anthology of Science Ficción from Latin America and Spain (2003), las editoras Andrea L. Bell y Yolanda Molina Gavilán. La segunda se titula 2099-b. La mejor ciencia ficción en español (2013), compilada por Francisco Javier Illán Vivas. Por último, acaba de publicarse una Historia de la ciencia ficción Latinoamericana (2020) editada por las académicas Teresa López-Pellisa y Silvia G. Kurlat Ares.

 

Reseña bio-bibliográfica del autor- 2021

Orlando Mejía Rivera. Bogotá. (1961). Escritor. Médico. Especialista en Medicina Interna. Especialista en literatura hispanoamericana. Magister en filosofía con énfasis en epistemología. Historiador de la medicina. Profesor titular de Bioética, Humanidades Médicas y Medicina Interna en el Programa de Medicina de la Universidad de Caldas. Ha publicado veintiocho libros en las áreas de novela, cuento, minicuento, ensayo científico, ensayo literario, ensayo de divulgación científica, ensayo epistemológico, historia de la medicina y poesía.

En el ámbito de la Ciencia Ficción están su cuentario El asunto García y otros cuentos (2006), Manicomio de Dioses (minificciones, 2010), la novela de Anticipación La Casa Rosada (1997) y El extraño animal de los gitanos (minificciones, 2019). Ha sido incluido también en Cuentos de Ciencia Ficción (1997); Contemporáneos del porvenir: Primera antología colombiana de ciencia ficción (2000), compilada por René Rebetez; Antología del cuento fantástico colombiano (2007), compilada por Campo Ricardo Burgos; Und Träúmten Von Leben. Erzählungen aus Kolumbien (2008), compilada por Peter Schultze-Kraft; Segunda Antología de Cuento Corto Colombiano (2007), compilada por Harold Kremer y Guillermo Bustamante. Además, publicó su ensayo literario Cronistas del futuro. Ensayos sobre escritores de ciencia ficción (2012). Ganador del Premio Nacional de Cultura en la modalidad de novela del ministerio de cultura (1998), con Pensamientos de Guerra. Ganador del Premio Nacional de Ensayo literario ciudad de Bogotá (1999), con De clones, ciborgs y sirenas. Finalista del Premio Nacional de Novela Publicada (2020), del Ministerio de Cultura, con su obra El médico de Pérgamo. Tercer puesto del Segundo Concurso Nacional de minicuento Luis Vidales (2011), con El retrato. Su libro La medicina Antigua. De Homero a la peste negra, fue seleccionado como uno de los mejores diez libros académicos publicados en Colombia, en el año 2017, de acuerdo con el periódico El Espectador. Textos suyos han sido traducidos al alemán, italiano, francés, húngaro y bengalí.

 

 

 

 

 

[1] * Escritor. Profesor titular de la Universidad de Caldas (Manizales, Colombia).

[2] Contacté a cinco diferentes escritores bolivianos del género, pero desafortunadamente no tuve ninguna respuesta.

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