En esta historia rimada, escrita por Paulina Jara e ilustrada por Pupé, una bruja moderna encandila a niñas y niños con el brillo de los dispositivos, haciéndoles olvidar el valor de las cosas simples. Pero entre versos y humor, el libro abre también caminos de libertad: el juego, el movimiento y el encuentro con el entorno como antídotos frente a la hipnosis digital.

Paulina Jara, educadora y escritora chilena, ha desarrollado una destacada trayectoria en animación lectora y narración oral. Desde 2010 ha publicado más de treinta y cinco títulos para primeros lectores, reconocidos con premios como las Medallas Colibrí y María Luisa Silva, el BRAW Amazing Bookshelf y el Sustainability Award de la Feria del Libro de Bolonia

En esta conversación, la escritora reflexiona sobre los desafíos de la infancia en la era .digital, el poder del humor y la poesía para abordar temas complejos, y la magia transformadora de los libros que invitan a mirar —y jugar— más allá de las pantallas.

¿Cómo nació la idea de La bruja de los mil píxeles? ¿Hubo alguna experiencia personal u observación que detonó la historia?

-Este libro surge como un encargo de la editora que quería incluir en la colección de primera infancia un libro con esta temática tan importante. De todas maneras, como madre y educadora he podido observar de cerca los perjuicios que conlleva la exposición temprana y sin supervisión de los niños a las pantallas.

Niños pequeños que ya no juegan, que hablan con lenguaje violento, que desarrollan adicción y toda la sintomatología relacionada con el consumo excesivo de videojuegos. Es alarmante el daño que provoca a la infancia el uso sin restricciones de los celulares y pantallas y ni hablar de los preadolescentes donde es ´posible ver dificultades complejas relacionadas con la autoestima y una hiper sexualización del ser humano.

El libro trata con humor y poesía un tema muy actual: el exceso de pantallas en la infancia. ¿Qué te interesaba transmitir sobre esta relación entre tecnología y niñez?

-Como es un problema complejo y preocupante decidí abordarlo con humor, porque a través del humor podemos derribar nuestros propios “demonios” y no hay nada más sanador que la risa. Por otra parte, quería alejarme de las narraciones moralizantes tan típicas de la mala literatura. La idea era poner al descubierto cómo las pantallas hipnotizan a los niños y los privan de vivir una vida plena y con sentido, por eso el humor denota las situaciones de la vida cotidiana que podemos ver como adultos “las pupilas fritas “de los pequeños frente al celular, “las piernas de gelatina” que ya no corren.

La idea no es demonizar las tecnologías, porque son una herramienta de la vida actual, pero un bebé o un niño pequeño no debe estar expuesto por mucho tiempo a las pantallas, porque eso conlleva alteraciones en su desarrollo, ya que su cerebro está en formación y las experiencias “reales” son las que permiten que las neuronas se conecten.

¿Por qué decidiste escribir la historia en verso? ¿Qué crees que aporta la rima a la experiencia de lectura para niñas y niños?

-Para los niños pequeños la rima es fundamental, ellos disfrutan de la musicalidad del lenguaje, todo su cuerpo es poesía y movimiento. Así las narraciones en rima, impactan no sólo el aspecto racional de su entendimiento si no, aquel mundo interior lleno de ritmo. Por otra parte, les encanta memorizar y “hacer como que leen” y los verso rimados le permiten aprenderse la historia y anticiparse a su lectura.

El movimiento interior que proporciona la poesía es fundamental en las primeras etapas de la vida. El niño pequeño es todo ritmo y cadencia.

¿Cómo fue tu colaboración con la ilustradora Pupé? ¿Hubo intercambio de ideas o trabajaron de manera más independiente?

-Es segunda vez que trabajo con Pupé, es una ilustradora que admiro mucho, muy versátil y que comprende muy bien el mundo de los niños. Cuando ella nos presentó su propuesta de story board quedé muy conforme con su mirada y me encantó el movimiento y colorido de sus dibujos.

¿Qué esperas que niñas, niños y familias sientan o reflexionen después de leer La bruja de los mil píxeles?

-Espero que comprendan la urgencia vital que es el permitir y fomentar en los niños el juego exploratorio sensorial, que es lo que todos nosotros realizamos instintivamente cuando fuimos niños en la época en que no existía el internet. Es muy importante y lo remarco el que nuestros niños vuelvan a moverse, a tener contacto entre ellos a explorar la naturaleza. Como educadora veo a diario el daño a nivel cognitivo y emocional del abuso de las pantallas, como niños de edad preescolar no saben relacionarse con otros pares, las conductas violentas, la ansiedad previa al uso de videojuegos.

Realmente espero que no le robemos la infancia a nuestros niños y que los dejemos ser niños con todo lo que conlleva la palabra.

¿Cómo ves hoy el papel de la literatura infantil frente a los desafíos de la era digital?

-La literatura infantil cumple un rol fundamental, porque los niños en una primera instancia se relacionan con el libro como un objeto, entonces para que se produzca esta vinculación el objeto libro debe ser un objeto apetecible para el niño por su textura, por sus colores, por su contenido. No ocurre lo mismo con los cuentos o libros digitales, donde las experiencias sensoriales están limitadas a la interacción a través de una pantalla.

A su vez, la literatura infantil ofrece al niño un abanico amplio de posibilidades literarias, todo el bagaje de las narraciones orales, textos informativos y poéticos, libros para jugar y divertirse.

Si pudieras lanzar un hechizo como tu bruja, ¿qué cambiarías en la manera en que vivimos la infancia actualmente?

-Si pudiera lanzar un hechizo haría que los celulares y las pantallas quedaran bloqueadas por un conjuro irrompible para los niños menores de cinco años.

También conjuraría a los padres y madres para que lleven a sus hijos a las parques y plazas y se paralicen a la entrada de los malls. Haría que mágicamente a la hora de acostarse en todas las casas se abriese un libro para leerle a los pequeños, guardaría un libro en las carteras de las mamás, en las maletas de las vacaciones y en las mochilas para el colegio y por último, reduciría las horas de la escuela y multiplicaría las horas de juego al aire libre.

 

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