En una temporada de películas de verano en la que Hulk fue aplastado por Los Vengadores, he aquí un final sorpresa: los pequeños cines –del tipo que generalmente no muestran extravagancias de superhéroes– están prosperando.

Una razón: comercializan agresivamente las experiencias que los clientes no pueden obtener en otro lado. Analicemos, por ejemplo, el New Beverly Cinema en Los Ángeles. Actualmente, es una máquina del tiempo que transporta a los cinéfilos a una versión de cuento de hadas de finales de la década de 1960. Carteles de películas viejas e inventadas decoran el vestíbulo. Se venden dulces vintage, como Goobers y Chuckles. Se proyecta un trailer del thriller de 1968 «El bebé de Rosemary».

Todo esto busca crear una atmósfera inmersiva para la película principal, «Había una vez en Hollywood», la película de 2019 ambientada en 1969. Su director, Quentin Tarantino, es el dueño del New Beverly.

«Puedes vivir en el pasado por un par de horas», dijo en una entrevista el actor Jon Donahue, quien ha visto «Había una vez» en el New Beverly cuatro veces. «Todos necesitan ese tipo de magia nuevamente. No debería ser como ver un programa de televisión en una pantalla gigante con un grupo de extraños».

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En un mundo donde el prototipo de cine arte de Nueva York –el Teatro París de 71 años– cerró el mes pasado, donde los estudios se están haciendo más grandes y están apareciendo nuevos servicios de streaming como adolescentes hambrientos a la hora de la comida, la peculiar pantalla única y libre de superhéroes de Tarantino se agotó 55 noches seguidas y se agregaron presentaciones a las 10 am y la medianoche para acomodar a la multitud.

«La gente todavía disfruta de la experiencia teatral, particularmente cuando es algo especial», asegura Alison Kozberg, directora gerente de Art House Convergence, un grupo comercial. A medida que el streaming ha explotado, «las experiencias especiales son aun más importantes».

La organización de Kozberg define los cines arte como «basados en la comunidad y orientados hacia una misión», pero cualquier teatro de repertorio que exhiba películas marginales, vintage o en idiomas extranjeros podría calificar. De las 5.869 pantallas en EE.UU., alrededor de 300 cumplen con los criterios.

A diferencia de las cadenas más grandes, Alamo Drafthouse no ve a Netflix Inc. como adversario, asegura Tim League, su director ejecutivo. La cadena es un socio de marketing y contenido para el servicio de streaming. Se proyectó «Roma», nominada al Oscar el año pasado, cuando las grandes cadenas de teatro no lo harían, y está en conversaciones para presentar «El irlandés», protagonizada por Robert De Niro y Al Pacino y dirigida por Martin Scorsese.

En otra desviación del procedimiento estándar de cadena grande, Alamo Drafthouse no mantiene a los distribuidores en una ventana de exclusividad de tres meses antes de que las películas puedan estar disponibles en los hogares, una regla sacrosanta a los circuitos principales.

Según Kozberg, algunos pequeños cines han asegurado la supervivencia continua pasando de pequeñas empresas a centros de arte comunitarios sin fines de lucro. Alamo Drafthouse pudo atraer inversiones el año pasado del fondo de capital privado Altamont Capital Partners, lo que ha ayudado a la cadena a expandirse.

Studio Movie Grill, con sede en Dallas, también recibió dinero de capital privado de TowerBrook Capital Partners. La compañía está tratando de preservar las antiguas salas de cine al tiempo que agrega servicios. La comunidad local determina la programación.

El Teatro París de Manhattan, un elegante cine al otro lado de la calle del Hotel Plaza, se inauguró en 1948 y la actriz Marlene Dietrich cortó la cinta. Anunció el 29 de agosto, en un cartel pegado a su puerta, que su contrato de arrendamiento había finalizado. El teatro de pantalla única, el último de su tipo en la ciudad más grande de Estados Unidos, presentaba el documental de Ron Howard, «Pavarotti», en el momento de su cierre.

El destino del París muestra lo difícil que puede ser para las salas de cine más pequeñas. A medida que estudios de cine como Walt Disney Corp. y 20th Century Fox se combinan, y proveedores en el hogar como AT&T Inc. y Time Warner Inc. unen fuerzas, el temor es que las secuelas de gran éxito y la observación compulsiva del contenido original saquen a los cines independientes del negocio. Pero incluso AMC Entertainment Holdings Inc., la cadena más grande del país, ve un mercado en el cine independiente. Ofrece «AMC Artisan Films» para proyectar películas artísticas.

Tim League confía en que todos los tipos de cines sobrevivirán, incluso en el caso de una recesión económica. Después de todo, dice, la gente acudía al cine durante la Gran Depresión.

«Ha sido probado», dice.

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