Joaquín Salvador Lavado Tejón, más conocido como Quinoel argentino destacado por la creación de Mafalda, falleció este miércoles a la edad de 88 años.

El dibujante, quizás el más trascendente de la historia de Iberoamérica, desarrolló una larga trayectoria de 66 años con los que construyó, a través del humor gráfico, una reflexión crítica, punzante y profundamente humanista sobre el tiempo y la sociedad en que nos ha tocado vivir. Es por eso que su legado es reivindicado por distintas generaciones y en diferentes lugares del mundo.

El argentino, a lo largo de su carrera, recibió galardones como la Orden Oficial de la Legión de Honor, la honra más importante que el gobierno francés le concede a un extranjero.

El 2014 recibió en España el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades e inauguró la 40a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Recordado por la pequeña Mafalda, el oriundo de Mendoza, hijo de inmigrantes andaluces, saltó a la fama por sus tiras cómicas, a los 18 años se trasladó a Buenos Aires. En 1954 publicó su primera tira en el semanario “Esto es”.

Su primer libro llega en 1963, al año después, en la revista Primera Plana presentó en sociedad la tira cómica de Mafalda, pequeña de ideas progresistas que se convirtió en un símbolo de la Argentina de esos años. Una década con esta pequeña, su familia y sus amigos, se convirtieron en un legado que sigue sorprendentemente vigente a pesar del paso del tiempo. Odió la sopa y cuestionó a los adultos hasta que el 25 de junio 1973, Quino decidió no dibujar más tiras de Mafalda. Sus libros, sin embargo, siguieron reimprimiéndose.

En 2016, la conductora de uno de los programas emblemáticos de nuestra radio, Vivian Lavín de Vuelan Las Plumas, entrevistó a Quino sobre sus inicios como dibujante, de su relación con Chile, de la influencia de la música y de su formación política conversó Quino en la última edición del programa Vuelan las Plumas de Radio Universidad de Chile.

Joaquín Salvador Lavado Tejón dijo que lo que le sedujo del humor “fue sorprender al lector con algo que no se viera venir” y aseguró además que los dibujantes deben tener un don de la observación “casi enfermizo” para aplicarlo en su labor.

“Hay que ser muy observador, pero yo lo noto en todos mis colegas que hacen dibujo humorístico. Todos tienen ese don, pero de un modo casi enfermizo. ¿Qué observo yo? Bueno, la coreografía para el trabajo. Cómo se mueve un camarero, cómo coge las copas, cómo lleva la bandeja”, detalló en conversación con la periodista Vivian Lavín.

Asimismo, habló de su afición por el cine y, especialmente, por la música. “Es un elemento bastante importante. Tengo la suerte de que tengo bastante memoria para la música que he escuchado, así que tengo mi pequeña discoteca en la cabeza. Por eso, no aguanto ir a un lugar y que haya música, porque me arruina la música que yo quisiera escuchar en ese momento”, explicó.

“¿Qué música hay de fondo ahora? Mozart, siempre. Bach, no siempre, pero muchas veces. Y luego, los Beatles. No me importa si es música popular o no”, añadió, antes de contar que cuando dibujaba también lo hacía escuchando música. “Después empezó a distraerme tanto, que ya no me servía como inspiración de nada”, dijo.

Por otra parte, Quino enfatizó la importancia que tuvo la disciplina en su trabajo: “Eso me lo enseñó un amigo dibujante que se llamaba Óscar Conti, pero firmaba Oski, quien me inculcó muchas cosas. Una de ellas fue la disciplina para las ideas que uno expresaba, a no traicionarla nunca. Él decía que si te encargan una cosa del último diarito o del diario más importante del mundo, hay que hacerla como si fuera para el New York Times”, señaló.

Quino habló también sobre su formación política y recordó que en su infancia, a través del cine y la prensa, recibía las noticias de la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, sus padres eran inmigrantes españoles republicanos y su abuela era comunista, por lo que dijo crecer con “una cultura política muy fuerte”.

En esa línea, recordó también algunas de sus visitas a Chile durante el periodo de la Unidad Popular, cuando conoció al periodista José Gómez López, director del diario Puro Chile.

De esa época, valoró la libertad política que existía en Chile, “porque en Argentina teníamos a (Juan Carlos) Onganía y estos militares que todavía no se animaban a ser tan malos. Luego se animaron y mucho, pero bueno, en Chile había una revista que era el Puro Chile y ahí conocí al viejo Pepe, que era un tipo macanudísimo. Estuve mucho con ellos y se me pegaron tantas cosas”.

“También se me pegó la Revolución Cubana. He sido un enamorado y lo sigo siendo. Lamento que el amor se fue al demonio, pero aún hoy veo un póster del Che Guevara o de Fidel y me emociono”, concluyó.

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