Recientemente, en el mes de septiembre, usted fue distinguido con el Premio Internacional de Oro “Estrella del Sur”, de Uruguay, que entrega la Comunidad Literaria Versos Compartidos y Esquina Cultural La Paz. ¿Qué significa para usted este reconocimiento internacional?
-Este nuevo reconocimiento también alcanza e influye en la presencia de los poetas de Chile en el mundo.
Por otra parte, representa un inmenso estímulo para seguir adelante.
Lejos de toda vanidad, los reconocimientos siempre me han dado un gran impulso. Es como renovar el compromiso creativo con uno mismo. De alguna manera, me mueven hacia un mayor esfuerzo por ser merecedor de esos reconocimientos.
Mirado desde ese punto de vista, es una pulsión para la autoexigencia, una responsabilidad por llegar a ser un ejemplo para otros que están iniciando este pedregoso camino.
A estas alturas del trabajo artístico… ¿Qué lo mueve a diario a crear nuevos mundos, espacios de belleza en la literatura y el mundo audiovisual?
-A mediados de los años ´80 vivía en París, con poco dinero y muy delgado porque me alimentaba una vez al día para destinar mis recursos en visitar museos y escribir en los cafés literarios, con un interés enorme por estar en contacto con las grandes obras y sus autores.
En esa circunstancia estuve movido por una fuerza que no puedo explicar intelectualmente, ni con palabras, porque las palabras no alcanzan a reflejar y describir esa fuerza que me mantiene todos los días con deseos de descubrir y hacer nuevas cosas.
Solamente he podido tratar de explicarlo con una frase mínima, que en esos años comencé a vislumbrar como una idea larvaria. Una sensación plasmada en siete palabras que logran justificar mi forma de vivir este paso breve. Esa frase es “pasión sin pausa hasta el último latido”.
¿Qué ideas fuerza son parte de su quehacer creativo?
-A La ecología, el sentido profundo que tiene cuidar nuestro entorno, el pequeño planeta que habitamos y que en el mapa físico es uno solo, sin fronteras, como lo ven las aves migratorias o los delfines, que lo cohabitan en armonía y consideración. Toman lo que requieren para sobrevivir ni más ni menos. Entonces, desde este aprendizaje podemos comenzar a soñar el mundo sustentable que vivirán nuestros descendientes como raza humana.
B Por otra parte está la memoria, no como una simple remembranza, y mucho menos como un ejercicio de nostalgia. Más allá de eso, es el reconocimiento al otro, eso me ha llevado a rescatar la obra y pensamiento de otros autores para ponerla en valor desde mi propia obra poética. Asimismo, está plasmado mi reconocimiento como una ofrenda fruitiva, de hondo análisis y contenido, en los ensayos que publico de manera permanente sobre autores como: Gonzalo Rojas (primer poeta Premio Cervantes de Chile), Nicanor Parra, Efraín Barquero, Fidel Sepúlveda Llanos, Jorge Teillier y otros.
¿Cuáles son sus patrones, claves estéticas que ha construido en su hacer creativo?
-Esta pregunta escarba en lo esencial, escudriña casi en lo primigenio de la creativa de cualquier poeta, en mi caso personal la apertura intencionada y constante de mis sentidos que están nutriéndome en cada segundo vital, de información sobre mi entorno físico y espiritual, logran conquistar mi mente, iniciando desde el hemisferio derecho que se inunda con las emociones que provoca esta información que dejo me invada completamente. Es entonces -creo yo- cuando se produce esa especie de alquimia sináptica en donde esas emociones toman forma concreta, primero a través de lejanas danzas lumínicas de palabras y después en conceptos que intento traducir a versos entretejidos por hilos conductores que provienen desde mi hemisferio izquierdo. Así me compenetro en la búsqueda de una fisonomía estética que combine el tipo de lenguaje cuidadoso, ritmo musical, imaginería y simbolismos evocadores y decodificadores de las emociones en que me sumerjo.
También para mí, la poesía tiene dimensiones de olor y sonido, en este proceso, hago uso de mis dispositivos sonoros que he adoptado o me han adoptado a lo largo de mi vida creativa poética. Imprimo además aspectos de ritmo, métrica que de cuando en cuando me atrapan en su caprichosa taxonomía y van enriqueciendo la imagen literaria. Con todo, trato siempre de no perder de vista que finalmente esta escritura se trata de ni más ni menos que crear una experiencia poética rica, que resuene profundamente en mi ethos consciente y en segundo lugar y con esperanza en el lector.
De sus últimas obras… ¿Cuáles le parecen son las más importantes?
-Eso es difícil de definir, pero podría mencionar:
El espejo humeante – AMAZONAS (Fundación IberoAmericana, 2005) con prólogo de Gastón Soublette y una presentación que me hizo en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, Rafael Alberti (1986), que incluye además su dedicatoria y un dibujo. Ese libro es mi homenaje -con sus nombres completos y profesiones- a mis tres amigos muertos en esa expedición de los años ´80 a la mayor espesura y biodiversidad planetaria. Ellos eran el antropólogo, el botánico y el ornitólogo. Es un solo poema de más de cien páginas que se enmarca en el concepto que Octavio Paz definió como “el gran poema americano”. En ese poema en el que trabajé durante dieciocho años, aparecen las diferentes tribus, los ritos ancestrales, sus creencias en deidades y costumbres, los ríos, las pócimas, los alucinógenos y mucho más. Es una edición numerada y firmada, donde el extenso poema va acompañado por cerca de ochenta petroglifos que rescatamos en aquella odisea histórica.
Mencionaré el libro del Haiku: Celebración del instante 365+1 Haiku (Ediciones UC, 2018). Comencé a escribir poemas Haiku, con sus rigurosas 17 sílabas (que en su origen no son “grafemas”, sino unidades fónicas llamadas “moras”), a partir de las conferencias de Borges, a las que asistí en Alemania, durante los días de la FIL de Frankfurt (octubre de 1983). Allí, el autor de El Aleph (primera letra del alfabeto árabe), luego de mencionar a Novalis y al Dante, dedicó buena parte del encuentro para hablar de Matsuo Bashoo, el monje Zen que expandió la milenaria tradición del Haiku en el Japón del siglo XVII. Surgió en mí el desafío inmenso por llegar a la máxima síntesis de plasmar lo que está sucediendo aquí y ahora, en la consabida fórmula 5/7/5, sin pretender jamás publicar esos poemas. Pasaron treinta y cinco años y un día tomé conciencia de ver que esas pequeñas creaciones se estaban extraviando en cientos de pequeños papeles varios y dispersos en los bolsillos de chaquetas, parcas o abrigos, en las agendas, libretas y bitácoras de viaje, nunca digitados.
Digitarlos significó reencontrarse con más de mil poemas Haiku, que escribí en cualquier lugar o tiempo. Luego vinieron las caligrafías japonesas -fui discípulo de Junko Kuroda sensei, la maestra sobreviviente de Hiroshima-, luego las traducciones al japonés, las pinturas Sumi-E de los siglos XV al XVII y finalmente mis caligramas -al estilo de Apollinaire- como la respuesta visual a la tinta sobre papel de arroz, en un proceso que fueron otros tres años de trabajo y diseño de un libro objeto, numerado y firmado a mano con pluma y tinta rubí del uno al novecientos, con tres prólogos y cinco índices.
Tiempo después del lanzamiento de ese libro, sucedió una sincronicidad junguiana, que alguna vez he contado como anécdota: el renombrado maestro Taromaro Hayashi -luego de estar tres décadas sumergido en la “filosofía japonesa del silencio”-, se comunicó en Japón con la maestra Kuroda, amiga de Hayashi quien le habló de mi obra y lo exhortó a leerla. Meses después, Hayashi me escribió para contarme que había pintado cuatro telas en base a cuatro de mis Haiku. Más adelante eran quince, y luego treinta y cinco, sesenta y hoy son más de setenta obras suyas, cada una con su respectivo poema Haiku que dio origen a la forma, y dijo “en cada cuadro, capturo la energía y esencia del Haiku que lo acompaña”.
Este inesperado proceso creativo sinérgico entre mis poemas Haiku y la pintura de Hayashi permite brindar al público, a través de un diálogo místico entre la palabra e imagen, otro tipo de apreciación y puesta en valor que revitaliza el poema escrito y lo recrea elevándolo a una nueva dimensión.
Una selección de esos cuadros fue expuesta este verano en el Palacio Vergara de Viña del Mar (al interior de la Quinta Vergara), y ahora otros de sus trabajos son parte de la muestra DEL ZEN AL HAIKU, que se pueden ver en la Fundación Cultural de Providencia, hasta mediados de noviembre.
Es una oportunidad conocer esta exposición ahora, porque luego seguirá su larga itinerancia por China, Corea y Japón.
El nuevo libro es Tribu de la palabra (Ediciones IberoAmericana 2023), presentado en catorce ciudades de Chile y en Casa de América de Madrid el 10 de abril 2024 y el 23 del mismo mes en el Instituto Cervantes de París. Se trata de un libro con el que abro el concepto de Tribu-Tributo, una ofrenda a los otros autores, un reconocimiento que está por sobre toda frontera o límite de tiempo y espacio, de manera que los poemas plasmados son un homenaje a los autores que nos han señalado el camino, desde Hesíodo, Platón, Heráclito a Mistral, Huidobro, de Rokha, Neruda, Jean Emar, Lorca, Alberti, Celaya, pasando por Baudelaire, Rimbaud, Apollinaire, Bretón, Poe y tantos otros, a través de más de trescientas páginas de poesía inédita.
Sobre la misma obra José Enrique Schröeder, escritor, historiador, catedrático universitario y actual Director de Relaciones Internacionales de UPAP a escrito:
“Tribu de la palabra se transforma en manos del genial poeta y artista visual Theodoro Elssaca, en un enfático tributo y homenaje a los grandes autores que han forjado nuestra identidad señalándonos el camino. Elssaca transita con soltura y talento en el verbo intentando una humana perfección, y lo logra en plenitud, con el ritmo de los grandes autores que lo han precedido y el verso libre de las vanguardias, quedando de paso en evidencia su biblio-cultura de viajero impenitente y su profunda espiritualidad.
Esta obra, la más completa del autor, con la que conmemora los cuarenta años de la publicación de su primer libro (1983-2023), nos invita a una travesía hacia la historia cosmogónica de los espacios de la poiesis infinita y atemporal, y lo hace en compañía de creadores que van desde Hesíodo, Tales de Mileto y el divino Platón, uniéndolos en un hilo de plata a esta odisea donde también rinde tributo a las afamadas improntas de Shakespeare, Cervantes, Goya, Mistral, Huidobro, Teresa Wilms Montt, Marta Colvin, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra y tantos otros. Theodoro no se queda simplemente en el pasado glorioso, sino que, en su generosidad de consagrado, nos sitúa en el misterio contemporáneo y traspasa antorchas a autores jóvenes y talentosos, logrando plasmar el paradigma occidental del maestro y discípulo… ¡Qué gran legado! Habrá un antes y un después en la vida sensible, cultural y poética, de quienes lean y admiren esta obra colosal”.
Finalmente, ¿Cómo encuentra el estado del arte de la literatura actual chilena?
-Hay vida, hay un cierto carácter, Chile posee una larga tradición literaria que debemos valorar, defender, proyectar.
Desde lo interior algunas veces he notado que falta formación, falta una autocrítica desde el compromiso íntimo, profundo y personal con la propia entrega.
Desde lo exterior, falta muchísimo la crítica literaria, como la que hubo antaño. Y para qué decir un periodismo cultural, gente especializada y culta que pueda visibilizar las obras -de cualquier tipo- y presentarlas adecuadamente al público, darlas a conocer.
Esta falencia hace que las diferentes formas de arte, y de manera más aguda en la poesía, se vean afectadas.
Sin embargo, hay nuevas oleadas de poetas que me causan muchísimo interés, los leo y converso con ellos, de su libertad para expresar. Por otra parte, surge la mirada que se tiñe algunas veces de lo gris y desalentador sobre el hoy por hoy, donde veo que inevitablemente se impone la inmediatez, el texto rápido y de consumo masivo, desechable, efímero con tan sólo el deslizar hacia arriba la pantalla del smartphone con el dedo índice de la otra mano.
En este inicio de post realidad, de inteligencia artificial, imágenes directas al hipotálamo con procesamientos incipientes y parejos que siempre buscan igualar todo el contenido que se procesa en esos impacientes cerebros de generación Z o Millennial. Me sumo a lo expresado por Byung-Chul Han en su libro La Salvación de lo Bello (pag. 22) “… Lo bello digital constituye un espacio pulido y liso de lo igual, un espacio que no tolera ninguna extrañeza, ninguna alteridad”.
Este dilema poético espero que se parezca en algo al planteado por Jorge Teillier (Plan, Santiago, Nº27, 31.07.1968, p. 23) que en su parte final declaraba: por algo ha escrito René Char que «a cada derrumbe de las pruebas el poeta responde con una salva de realidad».
Así y todo, reitero mi creciente interés por la poesía de los nuevos autores, que leo con voluntad y atención, para apoyarlos en lo que pueda, porque finalmente será el paso del tiempo el mejor consejero del arte y valor de nuestros trabajos.
Post Data:
No puedo concluir esta entrevista sin referirme a una tragedia que afecta nuestra alma planetaria, nuestra alma como humanidad y es la demoledora catástrofe humana que sucede en Gaza. Este genocidio está ocurriendo a la vista y paciencia de la comunidad internacional. Ahora mismo, mientras escribo son decenas de miles los niños masacrados en Palestina, invasión y ocupacionismo que se extiende a Siria, Líbano, Yemen, Jordania y con ansias por involucrar también a la nación persa, todos países que son la cuna de la cultura y civilización mundial.
Desde el mundo árabe surgió la invención del número “cero”, que permite todas las ecuaciones, el concepto del infinito, la escritura misma y valga la redundancia, los números árabes que usamos todos los días en todos los tiempos y lugares de la humanidad.
Bombardear escuelas llenas de niños, universidades, museos con objetos arqueológicos milenarios que a todos pertenecen, los hogares de las personas y hasta sus hospitales, de manera sistemática y durante más de 76 años, refleja una desidia que marcará un hito insoslayable.
Después de Gaza es la humanidad toda la que desciende por un abismo, ya no se puede volver atrás.
Por ello mi poesía por más de cuarenta años también es anhelo de armonía y de paz en el mundo.