¿Cómo nace este libro y qué te impulsó a reunir estas historias en particular?

-La verdad es que nace de manera progresiva y espontánea. Los cuentos que lo componen fueron escritos en distintas épocas. Algunos son de hace más de cinco años.  Durante la construcción de Morenidades, mi primer libro, me di cuenta de que varios relatos no calzaban exactamente con la temática de ese libro, la mayor parte de ellos tenían que ver con violencia patriarcal. Además, muchas de las historias son ficciones de anécdotas o hechos que escuché, leí o viví.  La violencia patriarcal es un tema sobre el que reflexiono de manera permanente, es lo que me ha hecho militante feminista. Luego, cuando una reúne todo en un libro resulta escalofriante.

¿Qué te interesa explorar al retratar aspectos tan oscuros del comportamiento humano?

-Me interesa reflexionar sobre aquel pequeño (o gran) patriarca que habita en el interior de cada persona, de quienes nos rodean o en una misma, contra el cual hay que luchar de manera permanente. Al tratarse de un sistema cultural en el que cada persona es formada, la instalación valórica está incorporada “a la vena” y ya nos han demostrado las ciencias sociales lo difícil que resulta modificar la cultura. Es posible, pero es un camino lento y cuesta arriba. A ese patriarca interior primero lo tenemos que ver, reconocer y, luego, intentar modificarlo.

¿Cómo ha sido tu propio proceso emocional al escribir relatos tan intensos?

-Escribirlos ha resultado un alivio. Es como sacarse un peso de encima, parecido a juntarse con las amigas y, junto a un par de sours, hablar del nudo emocional que nos aqueja, que inicialmente no entendemos, pero que, de tanta conversa, entre todas lo desenredamos.

Ahora, escuchar, observar y vivenciar ese tipo de situaciones ha significado pasar por una serie de emociones, dentro de las que prima la rabia, después, la vergüenza, el impacto, el dolor, el resentimiento.

En paralelo también he sentido lo opuesto, al reconocer y conmoverme con la sororidad, visibilizar la ternura y empatía con quienes caminan a contracorriente en la vereda opuesta. También, satisfacción, particularmente en el lujo que nos permiten las venganzas literarias.

En un tiempo donde predomina la inmediatez, ¿cómo ves el rol de la microficción y el cuento breve en la literatura contemporánea?

-Creo que son medidas de tiempo distintas. Muchas veces, la economía de palabras requiere una lectura activa. Se puede leer entre una estación de metro y otra, sí, pero también puede que tome dos estaciones más las vueltas que da en la cabeza.

Tampoco es rápido escribir microficción, por ejemplo. El tiempo que me toma depurar un texto para que diga y transmita lo que intenciono, me lleva varios días.

Lo que sí creo es que es más amable su acercamiento, tanto en la escritura como en la lectura, en reconocimiento de la vida agitada e intensa de nuestros días. En particular, para las personas que hacemos múltiples actividades y tenemos excesivas responsabilidades. Muchas mujeres leen o escriben en el baño, es el único momento que tienen, ahí viene bien tener un librito de microficción.

Siempre cuento que cuando me tocó cuidar a mi marido durante el cáncer, toda mi actividad y energía estaban puestas en esa labor. Desde ahí surgían palabras que en breves espacios de tiempo vaciaba en una hoja. Después, durante el duelo por él y seguidamente por mi hermana menor, el dolor era tan profundo que solo lograba rescatar algunas palabras que significaran mucho. Desde ahí vino mi segundo libro, Umbrales, publicado por Sherezade.

Lo que quiero decir es que, a veces, pocas palabras pueden representar un universo. Pasan rápido por nuestros ojos, pero se quedan mucho más tiempo rebotando en nuestras reflexiones.

Has trabajado también en dramaturgia y guion. ¿Cómo se cruzan esas disciplinas con tu narrativa?

-Alguna vez tuve una especie de epifanía sobre “para qué” había venido a este mundo, me di cuenta de que lo mío es contar historias, independiente del formato en que estas sean expuestas y compartidas con otras personas. Cada disciplina tiene sus técnicas, es cierto, pero en el fondo todas pretenden lo mismo: compartir un relato con otra persona. Yo practico ese oficio desde lo cotidiano, como cuando cuento anécdotas, propias o ajenas, en las reuniones sociales, cuando escribo o leo para otra persona. Cada forma aporta en la comunión única y milagrosa que sucede cuando nos conectamos a través de una historia, ya sea por la escritura, la transmisión oral, la lectura, una película, una pieza teatral o un tema musical.

Tanto la dramaturgia como el guion me han ayudado en el trabajo de personajes, encontrar en ellos una voz propia y coherente con las representaciones que quiero disponer en la narrativa. Además, tanto la dramaturgia como la microficción me ayudan a profundizar en lo simbólico. Buscar representaciones que aporten a construir un imaginario fuera de los lugares comunes.

Morenidades y Umbrales también son libros de relatos. Cuéntame ¿en qué se diferencian de estos relatos?

-Morenidades, mi primer libro, contiene historias circunscritas en el cuento social. Es un libro situado, porque una parte de los relatos fueron escritos bajo la sensación de asfixia provocada por un sistema de injusticia social y la otra parte fue inspirado en el estallido que inicia el 18 de octubre de 2019. Por lo tanto, todos esos cuentos están influidos por el pulso de ese momento. En él doy mucha relevancia a las voces poco oídas y, por lo tanto, trabajo mucho desde los mismos personajes y su habla, porque, para mí, la palabra es una representación del lugar que habitamos (territorial, histórico, cultural, económico, historia de vida y relaciones, y un gran etc.).

Umbrales, es un libro de microficción. Está teñido de mis duelos, por lo tanto, toda la ficción viene de una reflexión amplia y variadas sobre la muerte, no solo como la ausencia de vida y la percepción de esa ausencia, también como la transformación, la oscuridad interior, la pulsión de vida como respuesta, la post muerte, la convivencia con lo místico o las representaciones figurativas. Está vista desde múltiples dimensiones.

Infamias reúne específicamente historias sobre violencia patriarcal, algunas reflejadas de forma sutil y otras muy profunda, en distintas épocas y variados espacios sociales. Acá tengo la intención concreta de establecer cierta complicidad con la persona lectora, quiero que vea, se identifique o no, que tome partido o no, pero que participe desde sus propias vivencias y emociones. Si bien las historias se narran desde lo íntimo, decido cierta distancia para la narración, de modo que somos visita, miramos por una rendija, escuchamos tras la puerta o miramos por arriba de la pandereta. Todo sucede muy cerca, pese a la distancia del tiempo o los lugares.

 

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