Entonces, escribíamos la Nueva Constitución en Hoja en Blanco. Nos unía el espacio ganado por un pueblo estallido en el sueño de cambiar el país. Escritores, cantoras y teatristas apostaban a la iniciativa de la construcción de un Estado Cultural, que se aplaudiera con la mano derecha y con la mano izquierda, con los primeros pueblos y con los últimos pueblos, el Chile de todas y todos.
Veníamos.
Habíamos vivido el deslumbre de los años del gobierno de la Unidad Popular, el Chile del compañero presidente Salvador Allende. Era el país de los libros de todos los escritores de Chile y el mundo, donde los puntos cardinales tenían el norte en el grito colorido de las brigadas pintoras. En las mismas poblaciones donde nos juntábamos con las Violeta Parra y las Margot Loyola, que nos alentaban a su camino cantor en la Nueva Canción Chilena Era el Chile donde disfrutábamos de los conciertos sinfónicos.
Veníamos.
Éramos los jóvenes resplandecientes, combatientes de las sombras de la dictadura, cantando, irreverentes al destino y la pérdida, tomándonos la Biblioteca Nacional y el Teatro Municipal, cantando el himno nacional. Caupolicando a Neruda con el Canto General, en poesía de todos. Creando una épica con el teatro y los cantares en más de mil poblaciones con el Coordinador Cultural, de Arica a Magallanes, como nos recordaba recientemente su dirigente histórico Jorge Olave, en un encuentro con el Teatro El Riel.
Veníamos a cambiar el mundo.
Nunca era tarde. Siempre habría un mañana, nos decíamos una vez más. Nos juntábamos digitalmente en medio de la pandemia para escribir la Nueva Constitución, la democrática.

Entonces, desde una de las ventanas de la reunión telemática, emergió la voz del escritor Francisco Zañartu, el mismo de los libretos de Los Venegas que nos enseñó, hace poco, a vivir más que nunca… (y que “nadie se muere de dolor”, como tituló su novela).
Veníamos.
Ese día aprendimos a pensar como presidentes de la República, como ministros de Cultura:
- “Compañeros, compañeras, poetas… -señaló Zañartu- les recuerdo que el Primer Derecho Humano es el de la Cultura”.
Yo, presidente. Yo, ministro de cultura
“¿Y la política de las Culturas, las Artes y el Patrimonio del país?…
- Muy bien, gracias”, contesta la ironía.
Las promesas del gobierno actual quedaron a medio camino. El anunciado, ansiado, 1% del presupuesto nacional quedó repitiendo -literalmente-, en el 0,5 %. No pasó de curso.
La alegoría más dura en el sector la señalan las cifras de la comprensión lectora en Chile, que siguen interpelando a la Cultura, preguntándose ¿si se revertió el guarismo del 2022?… que el 50% de los chilenos solo lee al menos 15 minutos diariamente, y que el 76% lee algún material todas las semanas…que solo el 2% de la población entiende lo que lee, y un 65% de los profesionales solo entiende textos simples. Solo el 2% entiende lo que lee, repito.
(¿Habrán ganado la guerra aquellos que quemaban libros años atrás?)
Los datos de la Universidad de Chile cuentan que solo “un 39% de las medidas culturales del programa de gobierno están implementadas, mientras que un 33% están en proceso y un 28% siguen sin mostrar avances. Quedaron fuera del discurso presidencial temas clave como, por ejemplo, el esperado nuevo sistema de financiamiento cultural, el estatuto del trabajador cultural y el anteproyecto de ley de Fomento a las Artes de la Visualidad. Todas, iniciativas que aún no ingresan al Congreso”.

El emblemático director del MAC y artista plástico Francisco Brugnoli denunciaba, tiempo atrás, el carácter económico-comercial del ministerio del ramo, que se basaba en la concursabilidad, en parámetros equivalentes a una financiera del mercado. Lo que evidenciaba, por cierto, la nefasta política de la subsidiariedad, que reemplaza el rol del Estado en construir políticas culturales directamente… y cómo se sabe, genera una práctica aviesa en el protagonismo nefasto de importantes “fundaciones culturales y artísticas”, dejando afuera a las organizaciones sociales de los trabajadores de la cultura, a las comunas, a las pymes culturales e instituciones históricas de las artes y el patrimonio.

Por todo eso, es primordial pensar –Yo, Presidente / Yo, Ministro de Cultura– en los próximos programas de gobierno, desde la mirada como si cada uno de los todos estuvieran en esos cargos… a condición de tener como centro lo que Zañartu propuso como estructura fundamental: “La Cultura, como el Primer Derecho Humano”.
La UNESCO recomienda a los gobiernos destinar un 3 % del presupuesto para las artes y la cultura. Y esa meta no es exagerada en Chile, si se sabe que las industriales culturales aportan a la economía del país más de un 2% del Producto Interno Bruto, que es una cifra extraordinaria, si solo se compara con el aporte de la industria de la Construcción de un 5% al P.I.B. En eso, las haciendas y las economías gobernantes siguen asignándole a las Artes, las Culturas y el Patrimonio un aporte vergonzoso. Y retrógrado, en el desarrollo de la economía.
Las propuestas programáticas del futuro gobierno en Cultura deben tener en cuenta un programa que contemple políticas para los trabajadores de la cultura, los artistas, el desarrollo de las artes en los territorios en todo el país y, en el sector empresarial, de las Pymes, que involucra a las Universidades Públicas y Privadas, a los teatros, a las editoriales emergentes y nacionales, a las escuelas de arte, música, cine y teatro, independientes, a las productoras de cine y audiovisuales, a los artesanos. Es necesaria la participación activa de las organizaciones sociales e institucionales que jueguen un rol articulador en el desarrollo y decisión de la hacienda cultural. El desafío es construir un Estado Cultural para el país.
¡Al abordaje, muchachas!

Lo esperanzador, en todo caso, lo siguen dando nuestras artistas arriba de los escenarios. Este fin de semana, en el Teatro Nacional Chileno, en la Sala Antonio Varas, cerrará la presentación de la obra “Prat, (antes de Prat), –una obra inspirada en “Prat” del Teatro de Chile- dirigida por la talentosa Daniela Contreras- López y un elenco proveniente del Departamento de Teatro de la Universidad de Chile, compuesto por Fabiana Dinamarca Fernández, Gabriela Valentino, Daniela G. Oteiza, Jo-Ya Leiva, Rosario Mariana Rojas, Tefa Quiroz Silva, Cristina Femenias, Emilia Contreras Allende, Estela Soto Neumann, Gabriela Esperanza Vidal, Emilia Zuloaga Cornejo, Josefina Ibarra Correa, Benjamín Muñoz Medel, Matilde Mora Castillo, Valentina Jesús Escobar, Rayen B. Vargas, Mikaela Díaz Beltrami, Gerald Iglesias López, Vale Cabello, Yohali Nicolas Collet, Mirko Contreras Alfaro, Ana Abril Aguirre Salas, Luna Esmeralda Del Carmen Prado Pérez, Rodrigo Ruiz, Francisca Santibáñez, Daniel Buenante, Diego Trincado, Ignacio Hidalgo, Eleonora Coloma Edison Cájas, Sebastián Carez-Lorca y Camila Venegas.

Sí, 33 teatristas, actrices y actores, músicos, técnicos, diseñadores. Espléndidas. Brillantes. ¡A grabar sus nombres! ¡Es la leyenda inmediata del teatro chileno!
Se trata de la historia de Chile contada con magistralía, por parte de un elenco que inventó la vara alta de la actuación teatral. La creatividad, la conjunción de hacer teatro colectivo con interpretaciones personales de alto nivel creativo y aptitud, sorprenden por su puesta en escena experimentada.
¡33 artistas jóvenes nos enseñan a saltar hacia adelante! Esa es la metáfora.
El abordaje a la Cultura es la clave para construir un país que necesita encontrarse y redescubrirse, como el Primer Derecho Humano, el mismo que nos recordó el escritor Francisco Zañartu.














