Ernesto Cardenal en su centenario
(1925-2025)
Oración por Marilyn Monroe
Theodoro Elssaca
El poema “Oración por Marilyn Monroe”, del nicaragüense Ernesto Cardenal (1925-2020), es parte de su libro homónimo y eleva los versos a modo de dramática plegaria para reflexionar sobre la sociedad de consumo y la alienación del ser humano en la civilización moderna.
Fue publicado en 1965, y reafirma la impronta de Cardenal en su compromiso social al poner énfasis en la huerfanía de la actriz y modelo estadounidense enfrentada al pavoroso bosque de cámaras y focos enceguecedores de la 20th Century-Fox.
Es sin duda uno de los poemas más conocidos del célebre vate de la Generación del ’50 de Nicaragua, país natal de Rubén Darío, creador del modernismo a partir de su libro Azul, publicado en el Valparaíso de 1888. Cardenal ingresó en el Colegio Centroamérica de los Jesuitas en Granada (1935), donde completó sus estudios de bachillerato, ciudad por donde anduvo Darío quien leyó, admiró y alcanzó a conocer a Paul Verlaine, en el Café D’Harcourt, París 1893, inmerso en sustancias alucinógenas y absenta, de allí su hondo “Responso a Verlaine”: Padre y maestro mágico, liróforo celeste, del libro Prosas profanas (1896-1901), para el que crea el neologismo “liróforo”, compositor de poesía. Entre 1948 y 1949, Cardenal estudió Literatura Norteamericana en la Universidad de Columbia, Nueva York, donde se doctoró. Confluye su sangre nicaragüense con su residencia en Estados Unidos, pasó un largo periodo de tiempo en el monasterio trapense de Kentucky, Estados Unidos, donde se ordenó sacerdote en 1965, año en que publicó “Oración por Marilyn Monroe y otros poemas”, que contiene algunos de sus versos más intensos. Ese mismo año se retiró de la civilización para fundar la comunidad artística primitivista y espiritual en el lejano archipiélago nicaragüense de las Islas Solentiname, donde también incursionó en la escultura como una manera de rescatar e interpretar el arte indigenista. Allí se reunieron escritores, artistas visuales, músicos y todo tipo de creadores, en torno a lo que su místico amigo el monje trapense Thomas Merton, llamaría “utopía social”, en una de sus cartas. Allí fue visitado, entre otros, por Julio Cortázar, James Harithas, Miguel Littin, Sandra Eleta y Juan Downey. En mis conversaciones con Cardenal en diferentes años y ciudades, estuvieron muy presentes todos estos temas en torno a “El Sueño de Solentiname”, así también como la influencia dariana en su vida, pensamiento y obra, al punto que el poeta y sacerdote fundó la editorial de poesía “El Hilo Azul”. En una oportunidad manifestó que su infancia fue muy parecida a la de Darío, lo dijo con evidente nostalgia.
Después fue ministro de Cultura en el Gobierno sandinista, desde 1979 hasta 1987. Revolución que contó con el apoyo de intelectuales como Eduardo Galeano y José Saramago. En el Festival de Poesía de Madrid le pregunté sobre ese movimiento revolucionario de los años ochenta, y me dijo que fue un gozo del que no quería despertar y más tarde, al perder ese sueño, una pesadilla de la que solo quería despertar. Y agregó apesadumbrado: “falló la naturaleza humana, han traicionado a Sandino y sus ideales”. También sufrió el desencuentro en Managua con el Papa Juan Pablo II, el 4 de marzo de 1983, cuando le suspendió su camino al sacerdocio, con la prohibición de seguir evangelizando.
En Cardenal, uno de los principales referentes de la Teología de la Liberación, influyó la traza dariana, el rastro del poeta hispánico más leído entre los poetas y el más influyente de tres siglos, huella que se extiende a los chilenos Mistral y Neruda y a los españoles Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y los hermanos Antonio y Manuel Machado, que fueron discípulos de Darío en los años de Madrid, por ello en la poesía de Cardenal se percibe un aire dariano, ese modernismo que conlleva el parnasianismo, el movimiento francés posromántico que más tarde diera paso a los simbolistas. La influencia de su coterráneo lo hace alejarse del culteranismo de Góngora y otros grandes del Siglo de Oro Español, para llevarlo más bien a buscar la palabra desnuda, directa, que permite comunicar sin recovecos la profunda soledad y el sufrimiento del vacío interior de la joven actriz, sospechosamente hallada muerta a los 36 años, con una sobredosis de barbitúricos en su hogar de Los ángeles, California. Cardenal nos exhorta: “Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes”.
El 25 de julio de 1962, pocos días antes de su partida, Marilyn escribió una carta premonitoria a su amigo Truman Capote, que comienza así: “No confío en nadie en mi entorno, y te envío esta carta porque tú sabes que tú y yo nos parecemos en muchos aspectos y conocemos muchos de nuestros secretos…”. Es una imagen desoladora. La revelación de la verdadera alma de Norma Jean estremeció a Cardenal, cuando su escritura de sacerdote católico estaba entroncando con el realismo socialista, en contraposición al “sueño americano”.
La industria cinematográfica de Hollywood se encargó de destacar la figura de Marilyn como un símbolo sexual, ocultando que ella tenía un alto coeficiente intelectual de 164. Sin embargo, “la huerfanita violada a los 9 años”, consideró una pesadilla su carrera al estrellato. De alguna manera Cardenal se pregunta en su poema: a qué precio alcanzó la fama, con una escritura que aparenta ser simple pero cuyo mensaje la hace llegar a ser un referente, en un contexto histórico asfixiado por la opresión, estigma que el poeta, sacerdote y revolucionario sufrió de muy cerca. En su poema, Cardenal roza las vanguardias en algunos versos: “sola como un astronauta frente a la noche espacial”. El vate está en un proceso evolutivo y algunos años después se observa una influencia clara de la poesía de la Beat generation.
La “empleadita de tienda”, elevada a símbolo en la década de los ’50 e inicio de los ’60, devoraba libros. Entre rodaje y rodaje, siempre estaba leyendo un libro, desde Gustave Flaubert, William Faulkner, Antón Chéjov, Federico García-Lorca o Rafael Alberti, sacados de su propia y bien escogida biblioteca personal. Con esta vocación innata Marilyn Monroe volvía a ser Norma Jean, y espantaba el hueco abisal fabricado por la industria del entretenimiento que se nutría de su belleza y talento, para que los caballeros las siguieran prefiriendo rubias y no tan listas. Fue reducida al estereotipo de “la rubia tonta”, ocultando la complejidad de su persona, que también manejaba una clara chispa interior y un cierto dejo de ironía. Su colección literaria formada por ella misma hoy causa asombro y respeto, pues leía a grandes clásicos de todos los tiempos, poesía, historia y filosofía. Debo inferir que este escenario insospechado para el vulgo impactó en el alma de Cardenal y buscó un poema que significara la redención para la “empleadita de tienda (que) soñó con ser estrella de cine” y encontró una vía de escape en la lectura. La mayoría descubrió y reafirmó esa calidad humana cuando salió a remate la biblioteca de Marilyn Monroe… ¿o en su fuero interno seguía siendo Norma Jean…?


Oración por Marilyn Monroe
Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe, aunque ése no era su verdadero nombre (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso…
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo -de mármol y oro- es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!
Cardenal la presenta como una víctima de la explotación humana, “diosa de la belleza”, entre mártir, santa o virgen, e implora a Dios que responda esa última y misteriosa llamada, expone “el templo de su cuerpo”, envuelta en fama y glamour, una figura vulnerable y heroica a la vez, luchando contra la presión a la que fue sometida como ícono popular y objeto del deseo, paradoja y metáfora que logran crear esa tensión dramática dejando una huella en la literatura iberoamericana.
Theodoro Elssaca
BIBLIOGRAFÍA
Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, Ernesto Cardenal, 1965
Azul, Rubén Darío, 1888
Huésped del aire, Theodoro Elssaca, 2021
New York Mirror, del 6 de agosto de 1962, anunciando el «suicidio» de Marilyn Monroe
La Carta Secreta de Marilyn Monroe, Frederic Cabanas, 1992
Las 30 Caras De Marilyn Monroe, Filmografía Completa. Frederic Cabanas, 2004
Ernesto Cardenal – Thomas Merton, Correspondencia (1959-1968), contiene 90 cartas entre el poeta nicaragüense y el monje escritor estadounidense; Trotta, Madrid, 2003.
Der Fall Marilyn Monroe, Gregory Adela und Milo Speriglio, 2001
Tribu de la palabra, Theodoro Elssaca, 2023














