Este es el segundo libro que el autor publica con la editorial chilena independiente Ediciones Liz, un proyecto autogestionado liderado por mujeres y comprometido con la literatura artesanal y el pensamiento crítico. La propuesta literaria de Pequeñas delicias marca un giro en la trayectoria de Muñoz Cazaux —conocido por su obra en los géneros de horror y ciencia ficción—, y lo acerca a una escritura más confesional y nostálgica, donde los sentidos, el recuerdo y lo cotidiano cobran protagonismo.
En esta entrevista, Rodrigo conversa en profundidad sobre su proceso creativo, la dimensión sensorial de su escritura, la influencia de la música y el cine en su narrativa, su mirada sobre la industria editorial y el lugar que ocupa la emocionalidad en su literatura. También reflexiona sobre el vínculo entre escritura y biografía, y cómo el acto de narrar se convierte en un espacio de sanación, descubrimiento y conexión con los demás.
En tus cuentos hay una fuerte presencia sensorial: los sabores, los sonidos, los detalles cotidianos. ¿Qué rol juega el cuerpo —los sentidos— en tu proceso creativo? ¿Escribes desde el recuerdo o desde la experiencia física?
-Soy un firme convencido que no podemos separar la corporalidad de nuestra esencia, somos cuerpo y mente a la vez, aunque haya algunos más preocupados de lo superficial y otros muchos más enfocados en intentar trascender solo por lo que da el intelecto; esa dualidad indisoluble es lo que somos y negarlo es un error. Cuando percibimos un aroma especial nos transporta a un recuerdo oculto en nuestra mente, un sabor o una melodía pueden gatillar muchos recuerdos. Cuando quiero describir ambientes me preocupo de sentir lo que quiero describir y es por eso que lo sensitivo, principalmente lo visual y lo sonoro, y el correcto uso de las palabras para evocar dichas imágenes mentales, es la forma correcta de describirlo, mejor aún que utilizar todos los adjetivos posibles; hay que ser más concreto y directo.
Muchos escritores afirman que escribir sobre la infancia es una forma de ordenar el caos de los primeros años. En tu caso, ¿qué crees que se revela (o se sana) al volver a ese tiempo desde la ficción?
-Sinceramente creo que tuve una buena infancia, no puedo decir que estoy traumado al respecto. Crecí en un ambiente cariñoso en donde los adultos de mi familia cercana y amplia me trataron muy bien, siempre hay momentos ingratos, pero esos fueron los menos, pero fueron los que me ayudaron a formar mi actual carácter. Creo que un grave error es hacer lo posible para evitarle a los niños esos momentos tristes y dolorosos, de eso se trata la vida; una seguidilla de buenos y malos momentos de los cuales sacar aprendizajes. Creo que a eso vuelvo al escribir sobre la infancia, al goce de aprender y descubrir el mundo, lo bueno, lo malo, lo feo; aprender es la aventura máxima.
En “Pequeñas Delicias” hay una mezcla de ternura y dolor, como si cada recuerdo tuviera un doble filo. ¿Fue difícil exponerte emocionalmente de esta forma, sobre todo sabiendo que parte de estos relatos son casi confesionales?
-No, no ha sido difícil, para mí el acto de escribir es un espacio seguro en el que me siento muy bien. Es un ejercicio que me agrada hacer, sacar a flote mis emociones, buenas o malas, lo siento como un acto purificador y espero que a los lectores les ocurra lo mismo al momento de leerlo. Aunque sí, hay veces en que siento que puedo estar contando un poquito de más, sentirse sobreexpuesto, pero luego recuerdo que la mayoría de los lectores no me conoce para nada y eso es una distancia de seguridad, por así decirlo. De todas formas, cuesta cruzar esa barrera de pudor, practicando el oficio de escritura se logra.
Tu libro está profundamente atravesado por la música. ¿Escribes con música de fondo? ¿Hay alguna canción que sientas que fue clave o incluso desencadenante para alguno de estos relatos?
-Siempre escribo con música, necesito esa burbuja sonora para aislarme del resto del mundo y estar a solas con mis ideas. Muchas veces las palabras que escribo van surgiendo al ritmo de la música que escucho y el texto adquiere una musicalidad secundaria que, cuando reviso el texto, me agrada demasiado.
Respecto a este libro, hay tres canciones que son primordiales. Una es Kayleigh de Marillion, se menciona en un relato, pero se puede escuchar con varios más, como “La piel de Amalia” y “Chilenitos”. Creo que esa melodía que habla de amores pasados y del sano ejercicio de recordar sería la ideal para resumir todo el libro. Otra es Thriller de Michael Jackson que es una dicotomía, porque es un ritmo pegajoso y alegre, pero habla de horrores y monstruos, nos dice que a veces en la infancia nos enfrentamos a situaciones que solo a través de la inocencia de un niño o niña son capaces de ser afrontados sin causar una cicatriz emocional muy grande. Pero la canción que más recuerdos desencadena y que se enlaza en letra y música con mi memoria, es Wish you were here de Pink Floyd, en el relato del mismo nombre es el catalizador de los recuerdos de un duelo muy personal.
Lo artesanal, lo hecho a mano, cobra un valor enorme en este proyecto. ¿Qué piensas de la industria editorial tradicional en contraste con experiencias como la de Ediciones Liz? ¿Te gustaría seguir en esta línea independiente/artesanal en tus próximas publicaciones?
-Sinceramente, me encantaría que una gran editorial saque y venda 10 mil libros míos hechos a máquina con una portada estándar, eso no lo puedo negar. Pero creo que cada libro existe para el público que lo necesita. Hay gente que necesita leer la enésima versión de una distopía juvenil, con una muchacha empoderada, matizada con un romance de enemies to lovers, de la misma forma que muchas veces queremos comer el mismo completo preparado de tal o cual forma; es cosa de gustos y nadie puede juzgarnos.
Sin embargo, y retomando la idea de que cada libro existe para un público específico, este libro fue pensado y confeccionado para aquellas personas que no quieren un libro masivo, quieren esa joyita que encuentras en una feria literaria y que puede provocar un momento agradable, es para gente que busca una “pequeña delicia”. Así fue ideado y debe existir en formato artesanal.
Tu libro tiene un tono íntimo y emotivo poco habitual en cierta narrativa contemporánea, más centrada en lo duro o desencantado. ¿Fue una decisión consciente apostar por lo sensible?
-Siempre escribo desde lo sensible, incluso cuando he escrito horror o ciencia ficción. Seamos honestos, no hay muchas historias, alguien incluso escribió una lista de historias arquetípicas o tropos que se repiten hasta el cansancio, entonces ¿Por qué tener la audacia de creer que yo y solo yo podemos crear una historia única e irrepetible? La particularidad radica en el cómo esa historia es contada y siento que cuando apelamos a las emociones podemos establecer un vínculo más duradero con el lector. Mis primeros libros, si bien eran mucho más usuales en su forma de narrar, ya mostraban chispazos de esta emotividad que he aprendido no solo a incorporar, sino que se está convirtiendo en mi voz narrativa particular.
¿Cómo dialoga este libro contigo como lector? Es decir, ¿hay autores, estilos o libros que sientas que de alguna manera resuenan en “Pequeñas Delicias”?
-Creo que me he visto más influenciado por autores cinematográficos que literarios a la hora de pensar en cómo voy a contar la historia que se me ocurre, desde esa perspectiva, me gustan Spielberg, Terry Gillian, Emir Kusturica, Milos Froman. En lo literario y como lector me gusta la narración directa y al hueso de Hemingway o Manuel Rojas, lo barroco y satírico de Lemebel, lo mágico de García Márquez, la sensibilidad de Jane Austen, la poesía de Mistral, lo ominoso de Stephen King, lo crudo y sucio de Bukowski, lo visionario de Asimov y Bradbury y también la belleza de los grandes clásicos. Aunque creo que no los hago resonar directamente cuando escribo, sin duda que les plagio descaradamente, pero no es a propósito. Con el tiempo he aprendido a escuchar más mi propia voz que el tratar de emular el estilo de otros.
Si tus cuentos fueran una comida completa —entrada, fondo, postre—, ¿cuál dirías que sería el “plato fuerte” del libro? ¿Qué cuento crees que encapsula mejor la esencia del conjunto?
-Creo que más que una comida completa, este libro es un cóctel, un picoteo desde donde puedes ir sacando de todo un poco. Pero creo que el relato que más me ha dejado satisfecho a mí como escritor es 1983, tiene todos los elementos que tiene toda la antología; infancia, nostalgia, música, comida, recuerdos alegres y tristes y una voz muy particular para narrar.
¿Has recibido comentarios de lectores que te hayan sorprendido o conmovido especialmente desde que se publicó “Pequeñas Delicias”?
-Hasta el momento la mayoría de los lectores han sido gente que conozco, pero hubo una bookstagramer que lo leyó e hizo una reseña que me gustó mucho porque no utiliza estrellitas como sistema calificador, sino que hace un comentario sobre los libros que lee, que dijo que se iba directo a su lista de favoritos de la vida. De mis conocidos, los más cercanos lloraron con los cuentos más íntimos, porque conocen bien la historia real detrás, pero el mejor comentario que he recibido en general es que no creen que después de escribir sobre zombis, criaturas que sangran fuego y seres con poderes capaz de destruir un país, pueda escribir algo tan lindo, lo que es un halago y una especie de reto.
Después de este libro, ¿cómo se redefine tu idea de éxito como escritor? ¿Cambió tu relación con la escritura tras esta experiencia más íntima y artesanal?
-Hace años que me considero exitoso, desde que decidí publicar exclusivamente cuando una editorial desee publicarme sin tener que pagar por ellos, cada libro que sale es un éxito para mí, ya que no busco fama o ganar dinero; tal como dije antes, yo escribo porque el acto de la escritura me hace sentir muy bien. Cada vez que escribo es un logro y cuando se publica es un éxito para mí.
Ya había tenido una experiencia similar con mi novela Hiel, también publicada por Liz ediciones, una novela íntima sobre el fracaso que, si bien lleva casi cuatro años, quienes la leen no quedan indiferentes, así que no es nuevo, me agrada y si me dijeran que solo publicaré de esta forma, lo seguiría haciendo feliz. Por suerte me publicarán pronto una novela neo-noir llamada No sabes cuán oscura puede ser la noche, será el libro con mayor tiraje de copias que haya sacado, así que tendré que convivir con ambos estilos de publicación, eso sí, tengo claro que nunca pagaría por publicar, creo que esa práctica distorsiona la esencia de ser escritor.
Más información y venta del libro en https://edicionesliz.cl/producto/pequenas-delicias/