“Lo que aquí tenemos es un álbum doble de una hora de duración que no contiene otra cosa, absolutamente nada más, que no sea ululante ruido de retroalimentación, captado en varias frecuencias, enfrentado a otras varias capas de ruido (…) y vendido a un público que, por decirlo lo más suavemente posible, no estaba preparado para ello”, escribió sobre Metal Machine Music, el disco que Lou Reed lanzó en 1976. Lo mejor es que Reed era uno de sus grandes amigos, pero Bangs escribía lo que pensaba sin concesiones.
Así reinó en medios míticos como Rolling Stone, Creem y Village Voice. También tuvo que dejar muchos trabajos porque “afectaba” a los músicos que funcionaban en el mercado. Así como destruía a Bowie o The Stooges, expresaba su admiración por los novedosos proyectos de Kraftwerk, Jethro Tull, Blondie o The Clash. Su temprana muerte en Nueva York a los 33 años abonó el terreno para convertirlo en una figura legendaria del periodismo.
Es por eso que la nueva edición de Reacciones psicóticas y mierda de carburador, un volumen recopilatorio de sus mejores textos que acaba de republicar Libros de Kultrum, es una buena oportunidad para experimentar toda la intensidad de su prosa salvaje. En muchos sentidos, leer a Lester Bangs es encontrarse con un ambicioso ejercicio de antropología musical porque sabía que era un testigo privilegiado —y raro protagonista— de la eclosión de un movimiento contracultural.
Una idea que recorre toda su obra es responder a esta pregunta: ¿el rock se venderá al mercado o salvará su alma para protestar contra el sistema? Aunque todos sabemos cuán mal terminó la apuesta contracultural del rock, la lectura de este libro es una oportunidad para reencontrarnos con una escena creativa cuyos aportes todavía inspiran a la música contemporánea.

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