Si hubiera que definir su estreno, habría que recurrir a la audiencia de esa noche. Preguntarle a la piel y al pensamiento de los asistentes, cruzados en una sola experiencia: la magia del saxofón de Gandelman.
El concierto fue una experiencia iniciática que recogía las almas desde el primer sonido de su propuesta. A esa mirada obligada de cada espectador de sentir ante la belleza, a interpelar la tristeza y develar las preguntas que hace la música. A ese adentrase al alma, al mundo interior, en un concierto que no tiene reglas, en ese vivir rebelde del jazz, esa libertad perenne de la creación artística.
Y en esa noche, en el Nescafé de las Artes, muchos creyeron lo que estaba pasando. Lo vivieron y fueron alzando sus manos en aplausos como aves en busca del sol.
Su disco “Solar” (1990) tuvo momentos protagónicos en esa noche de abril. El universo de los espectadores voló embelesado que no podían evitar su explosión en los aplausos. No por nada, esta obra ha registrado más de 100 mil vinilos en su país y se ha transformado en parte del imaginario de la música popular.
Leo Gandelman interpretó sus obras acompañado por tres músicos de excelencia: Eduardo Farías (piano), André Vasconcellos (contrabajo) y Cassius Theperson (batería). Talentosos, cómplices, -tan culpables como Leo- de crear una atmósfera que iluminó el escenario con momentos virtuosos en cada uno de sus instrumentos.
La experiencia de Gandelman de 35 años arriba de los escenarios se entiende y se agradece. Es inevitable reconocer en su talento sus lazos de sangre con todos los grandes músicos de su país, desde Caetano Veloso hasta Gilberto Gil, además de Gal Costa y Milton Nascimento. No por nada su domicilio musical ha sido requerido en más de un millar de discos en su carrera interpretativa.
El primer concierto en Chile de Leo Gandelman fue una experiencia extraordinaria. El cierre de su performance estuvo signada por su virtuosismo interpretativo y su personalidad exuberante, que terminó acompañando al público al recorrer la sala, fila por fila de la platea baja, creando una sintonía y un decir de viejos amigos. Fue un momento emocionante y sorpresivo que culminó una noche de jazz con la vieja regla del dialogo entre la creatividad y la improvisación, que abre las puertas a la cercanía del artista y el público.
Finalmente, agradecer al Teatro Nescafé de las Artes, por la decisión de su directora, Irene González, de apostar a la excelencia artística y a la amistad de larga data de Alfredo Saint-Jean con Leo Gandelman, que lograron culminar una experiencia única en la cartelera nacional.
Y también, por jugársela por la cultura nacional, invitando a abrir el concierto a un joven talento, al trompetista osornino Cristian Aros, quien en formato quinteto, brindó un adelanto de su primer álbum «Ester», próximo a ser lanzado. Brillante.
El primer concierto de Leo Gandelman en Chile, de todas maneras, fue una de esas noches que cada espectador guardará en su memoria feliz.
Fotografías:Antonia Bisso.