Nací en Santiago de Chile, en el barrio soleado de Ñuñoa. Hija de la  escritora Luisa Eguiluz y del filósofo Humberto Giannini; dos enamorados, siempre de luna de miel. Crecí en Manuel de Salas 268, una casa de cuentos, con una Araucaria y una lechuza, en donde los juegos preferidos de sobremesa tenían que ver con las palabras, y la conversación. La guitarra fue  la compañera de cada fiesta entre tangos y tonadas y Violeta Parra sonando en el tocadiscos y la Jardinera acompañando  todos mis juegos, fue la primera canción que toque en la guitarra.

En los libros, Neruda, Gabriela, Nicanor, Huidobro.

El Golpe de Estado  de 1973 marca a toda mi generación. La canción llamada de protesta fue rápidamente el motor para acercarme nuevamente  a la guitarra, a la tierra y al canto popular.

Escuela de teatro, Universidad de Chile. Conozco a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Vicente Feliú con toda su magia de acordes y melodías etéreas. La trova es una ruta de la que no se vuelve. Mis años en la Escuela de Teatro fueron  de crecimiento entre formación actoral y marchas; entre ensayos y “cuchareos”.

Ya egresada, hago un viaje de mochilera a Buenos Aires, en camiones de ladrillos y remolques.  Llego a destino sin saber que sería la hoja de ruta que marcaría mis próximos 30 años.  En una calle porteña conocería al padre de mi hijo, y por quién  armaría definitivamente mi mochila,  con guitarra y mandolina y,  en un bello tren, viajaría a radicarme en lo que sería mi segundo domicilio.

Con la dificultad de mi evidente tonada  chilena para encontrar trabajo como actriz, comencé a sacar de mi valija los tesoros que traía de Chile, entre ellos todo el repertorio de Violeta Parra. Cada año hasta hoy, he creado una obra distinta sobre la Violeta, “Violeta parra Pétalo a Pétalo”, “Violeta Parra Después de vivir un Siglo”, “Violeta Parra una Vida a dos voces”,  hoy “Corre que ya te Agarra Violeta Parra” y muchos más.

Y así confirmé mi amor por la música y el canto;  estudié y me formé. Me especialicé en la Técnica Antigua del Canto Italiana  de la que hoy soy una de sus  difusoras. Con juegos melódicos, empecé a componer y solo dejé fluir recuerdos e imágenes,  y así aparecieron   los discos  “Músicas para  las Casas de Neruda” (ganadora Fondart) y “Boleto de Ida”. He sido participante y una de las fundadoras del poderoso grupo de Mujeres trovadoras “MujerTrova”, lo que me llevó  a encontrar una compañía nueva: el cuatro venezolano.

Nace mi hijo Javier Santarosa, con el que somos hasta hoy cómplices en el trabajo artístico y en todo.  Muere mi papá, el gran filósofo Humberto Giannini, y descubro entonces  que para mí no hay muerte, solo un traspaso de energía, en donde las personas que amamos siguen viviendo siempre en nosotros.

Hoy el 2019  me encuentra en una Argentina muy desigual, convertida en un lugar difícil para crear y refractario a una cultura popular que está resistiendo como puede. Y como yo estoy forjada  en una fuerza resiliente,  moldeada en el feroz neolioberalismo en Chile, mi respuesta a este vaciamiento  cultural y a esta tristeza social ha sido apostar con mi pareja, el filósofo Eduardo Rodríguez, a erigir el centro cultural “La Conversa”. Y  casi como personajes de  una pintura parriana, somos a la vez anfitriones, artistas, oradores, cocineras y  camameras.

El nombre de La Conversa  queda tan bien definido en las palabras de Elicura Chihuailaf “Hoy cuando las utopías parecen soterradas o desaparecidas es la hora de ejercer ese arte que es la conversación, que es un acto de subversión en el sentido más profundo de la palabra poética”

Mi última composición, “Todas íbamos a ser reinas” es un trabajo musical de esos que aparecen como melodías atrapadas en el aire, como estampas que están en alguna parte ya escritas y sólo se despliegan. Buscando una canción para presentar en el día de la mujer, decidí leer un poema de mi infancia, de Gabriela Mistral, y cuando me encontré con ese texto que adelantaba mis pensamientos, con una poética tan profunda, tomé la guitarra y en una mañana ya estaba la canción invadiendo mi departamento de Boedo. De ahí en más  todo fue fácil, buscar la complicidad y el sonido de esa guitarra única  del gran músico Damián D’Alessandro y las imágenes visuales de la artista plástica Fernanda Saint Lary. El video lo edito Cristian English,  en medio de sus clases canto conmigo y  así la creación ya se había completado.

En tiempos de una revolución que se gesta desde abajo, desde redes profundas que viene a cuestionarlo todo, tengo la felicidad de presentarles este trabajo, que refleja todo este recorrido que les he venido contando.

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