En medio de la crisis que vive el país ¿Cuál es el rumbo que seguirá Chile?  ¿Seguiremos de mal en peor? ¿Tendremos reservas valóricas y la capacidad de liderazgo para corregir y  evitar los desbordes éticos, la corrupción, la cultura del abuso, que nos impulsan hacia la sociedad del desdén?

Nuestra sociedad está sumida en el pesimismo y frustración por el generalizado despliegue de la corrupción, el abuso, las faltas a la probidad y la impunidad, que se extienden a todos los estratos socio-culturales. Basta de negar la realidad o justificar lo injustificable. Son innumerables e inaceptables los episodios que a diario conoce la ciudadanía: desde el robo burdo hasta aquel de cuello y corbata; desde el usuario del TranSantiago que elude su pago hasta el empresariado que se colude para robar corporativamente; bandas de delincuentes que asolan la ciudad hasta aquellas mafias que de uniforme violan el honor de instituciones tradicionales de la República a las que juraron defender; la iglesia en total descrédito por esconder delitos sexuales (su basura debajo de la sotana). Como si esto no fuera suficiente, se agrega una penetración impresionante del narcotráfico y todas sus secuelas y «pirotecnias».

En materia política, es vox populi la desatención a las demandas ciudadanas, los casos de asociación ilícita, el tráfico de influencias, el nepotismo y la endogamia socio-cultural. La justicia no es la excepción, en este cuadro de descomposición muestra el síndrome del Iceberg, lo que se ve es solo una parte de algo mucho mayor: parcialidad y discriminación política, económica y cultural. En el último tiempo hemos sido testigos de sentencias paradigmáticas, incomprensibles, aberrantes: fuertes sanciones para las infracciones de tránsito e impunidad para los atropellos con causa de muerte cuando son de la élite del poder. Cárcel para delitos menores e impunidad (y un cursillo de ética) para aquellos que desfalcan el tesoro público. Dejemos la actitud hipócrita y asumamos que ¡Algo huele mal en nuestro Chile!

“Es la colisión de lo material y lo espiritual, del culto al valor del dinero en detrimento de la dignidad humana, que requiere límites éticos, control del Estado y de la sociedad civil.”

No vale aquello de «mal de muchos», que se constituye en un consuelo de idiotas, en el sentido griego (idiotes / polites), aquellos que no se comprometen en la cosa pública. El proceso que observamos en la sociedad chilena, en mi opinión, es la colisión de lo material y lo espiritual, del culto al valor del dinero en detrimento de la dignidad humana, que requiere límites éticos, control del Estado y de la sociedad civil. La expresión de un neoliberalismo extremo y descontrolado, la degeneración del modelo desarrollado por la Escuela de Chicago. Dejo constancia que no promuevo un modelo alternativo de corte socialista ni socialdemócrata. Muy por el contrario, reclamo el retorno a la ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO, la concepción original. Reclamo (mi utopía) por una derecha con sentido social. Soy partidario de un modelo de desarrollo económico que equilibra mercado y Estado. Lo creo válido para promover el crecimiento económico; la competencia, pero, con espacios de colaboración (solidaridad); el individualismo, pero, con sentido de comunidad; el emprendimiento lucrativo en armonía con el altruismo. Desarrollo económico que reclama innovadores de mercado con innovadores sociales; eficiencia de mercado al servicio de lo privado y también de lo social, lo que exige creatividad, imaginación y excelencia en el mercado, pero, también en el Estado; probidad en el hacer público y privado.

Al observar el desbordante despliegue del materialismo, la deidad del dinero, el minimalismo de la dignidad humana, el reduccionismo de lo comunitario, el desdén por la ética, el proceso de corrupción de las instituciones público-privadas y la permisividad ciudadana, me viene a la memoria aquel refrán: “Donde crece el mal, también se encuentra el remedio”. En efecto, en ese materialismo también puede florecer lo social; donde prima el individualismo también germina el altruismo, donde hay corrupción se puede imponer la probidad. El remedio está en volver a los principios, a la promoción de valores, al compromiso ético.

Para ello se requiere un liderazgo ético. No refiero a un liderazgo individual, ni siquiera de un grupo de personas. Me refiero a un liderazgo transversal, que convoca a todas las personas de buena voluntad, de compromiso ético, comprometidas con la transparencia, el mérito y la probidad. Estos son muchos más en la sociedad. Pero, se requieren referentes institucionales que confronten los desbordes del sistema, que denuncien los principios y valores disfuncionales con la sana convivencia social.  Se busca un liderazgo que llame al encuentro, a la reflexión, al diálogo, a la búsqueda de acuerdos, que motive para el encuentro en torno a un Nuevo Pacto Social, que convoque transversalmente a todos los sectores sociales y políticos.

Se requiere la voluntad para confrontar las fuerzas que promueven esos valores disfuncionales con la sana convivencia, que denuncien los desbordes materialistas y el idiotismo consumista. Grupos sociales y filosóficos que promuevan el pensamiento crítico; enseñando a la gente a gestionar sus emociones, para que no sean víctimas de la manipulación que se hace de sus deseos y seudo necesidades o necedades.

¡A grandes males, grandes remedios! Chile requiere un liderazgo ético, que hoy no se aprecia en la política partidista ni en la religión, por sus fracturas y debilidades auto-inferidas. Un liderazgo que confronte la corrupción y promueva la probidad; que supere el compadrazgo, la endogamia y el nepotismo valorando el mérito y la excelencia; uno que sea capaz de superar la mediocridad conformando equipos calificados y eficientes; que mida sus logros con métricas claras y transparentes.  Un liderazgo que en sus principios encarne lo social, democrático, participativo, transversal, ético, laico y republicano; que encauce lo público. Que entienda el desarrollo como el adecuado equilibrio entre: crecimiento económico, equidad social y estabilidad política.

Se buscan líderes, intelectuales, pensadores sociales, gestores cívicos y culturales, capaces de este desafío, se demanda el liderazgo de instituciones declaradamente éticas y filosóficas, que hasta ahora guardan pasividad, permisividad que constituye complicidad por omisión, al no estar a la altura de los desafíos de la hora presente. Se requiere un liderazgo ético que con sus valores inspire al mercado y sus emprendedores; al Estado y sus servidores; y, a la sociedad civil, entendida como ciudadanos y no como meros consumidores.

Carlos Cantero Ojeda. Geógrafo, Master y Doctor en Sociología. Académico, conferencista y pensador laico. Estudia la Sociedad Digital y la Gestión del Conocimiento. Fue Alcalde, Diputado, Senador y Vicepresidente del Senado de Chile. Su comunicación dirigirla a: ciudadanocantero@gmail.com

1 Comentario

  1. Agradezco su atención de leer este texto y le pido que me aporte con su reflexión y comentario. En el diálogo y la comunicación, en la convergencia de ideas, se construye la realidad. Esperamos vuestro aporte y su punto de vista sobre la crisis ética que vive Chile y la sociedad global.

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