María Eugenia Lorenzini de Editorial Forja, el autor Antonio Rojas Gómez , la profesora Josefina Muñoz Valenzuela y el escritor Jorge Muñoz.

Esta serie de 11 cuentos de Antonio Rojas Gómez son siempre sorprendentes, no solo por el relato mismo, sino también por la fluidez con que su autor maneja el lenguaje, dando brillo y profunda humanidad a ese lenguaje cotidiano en el que se dan nuestras vidas, siempre junto a otros, y a una infinidad de seres vivos que están siempre presentes. Periodista y escritor, elige con gran talento las palabras precisas que van delineando seres de carne y hueso, situaciones felices o dolorosas, el discurrir de la vida en sus más diversas expresiones.

Partiendo por el título -aunque sabemos que suele ser lo último escrito- “Está fría la noche” corresponde al último cuento, dedicado a la periodista Mónica González. Es la frase que dice al inicio un personaje, uno de esos lugares comunes, pero que nombra a quien se dirige: Papudo. Y ese solo apodo nos sobresalta, desde luego porque hay una historia, acontecimientos vividos o conocidos, que rápidamente nos sitúan y permiten entender de qué se trata. Así, el título cumple ampliamente su rol elusivo cuando no queremos hablar de nada significativo que nos recuerde para qué estamos ahí y qué tendremos que hacer.

Papudo es el personaje que más habla, que sabe más, que se interesa en el conocimiento científico, que parece un ser de otro mundo en ese contexto. En este relato la narración discurre como palabras para llenar el espacio de una noche que, seguramente, corresponde a un trabajo que ya se percibe rutinario, pero el lector puede adivinar qué hay detrás de esas conversaciones intrascendentes. Papudo, apodo del suboficial de la FACH Andrés Valenzuela, no pudo seguir “soportando el olor a muerte” y en 1984 fue a la recordada revista Cauce y esperó a la periodista Mónica González para confesar todo lo que había hecho, a sabiendas de que la traición se pagaba con la muerte.

En poco más de tres páginas que condensan hechos fundamentales de nuestras vidas en dictadura, asistimos a lo peor y lo mejor del ser humano en un lenguaje “sin aspavientos” pero extremadamente significativo, en el que las confesiones de Papudo fueron la primera información creíble acerca del destino de los detenidos desaparecidos.

El primer relato, “Olivia”, es más bien una nouvelle, no solo por sus casi 50 páginas, sino porque a lo largo de ellas se despliegan años de la vida y avatares de una familia, como podría ser la de muchos de nosotros. Es extremadamente conmovedora, sin tener ni una palabra demás. Sin duda, Olivia es el personaje que vertebra el relato: lo abre en la primera línea y lo cierra en la última página y entremedio vamos conociendo a todos los personajes.

No sabemos de inmediato quién es Olivia, pero cuando lo sabemos, queremos continuar leyendo y sufrimos ese atropello del cual no sabemos si vivirá, pero ya no solo para su familia, sino también para nosotros, porque se ha vuelto entrañable.

Es una joya literaria que estremecerá a sus lectores, porque logra expresar el amor en su más plena concepción, ese temor a la pérdida de un ser querido por el que estaríamos dispuestos a hacer lo que fuera para que continuara con nosotros, incluso, cambiar nuestra vida. En esas dos maravillosas páginas finales se desarrolla un intenso proceso de comunicación entre Olivia, herida, y el narrador. Este, desesperado, mira al cielo donde brilla un filamento de luna y le habla bajito a Olivia, le dice que pasarán muchos años juntos “sin volver a separarnos jamás”, y la luna “ahora aparece mínima, pero dentro de unos días estará llena y luminosa como la felicidad”. Y agrega, “Entonces, parece sonreír”.

“Don Blas desaparece” es la historia de un vecino conocido por todos, una persona amable de la cual su vecindario sabe muchas cosas o, más bien, creen saberlas con certeza, hasta que dejan de verlo “como si se lo hubiera tragado la tierra”. Es un relato que va cuestionando esa confianza con que solemos afirmar que algo “es así” porque lo hemos visto. ¿Qué pasó con don Blas? Y sobre este relato que pareciera ser un componente anodino de la vida cotidiana pareciera caer un rayo inesperado de lo fantástico, a partir de las, por lo general, creencias falsas que solemos atribuir tanto al conocimiento acabado de nosotros mismos como de quienes nos rodean.

Desde el propio desaparecimiento de don Blas, surgen las sospechas: “lo más probable es que tampoco nos conociéramos como creíamos y cada cual fuera un engendro tenebroso tras una fachada inocente”. Y continúa el relato, en el que se produce un inexplicable cambio en la percepción del tiempo, nueva intrusión de lo fantástico en esos 40 días de desaparición de don Blas que, finalmente, aparece sano y salvo.

El relato “Hijo mío” revela la vida de un matrimonio con un hijo; el narrador lo describe como un matrimonio que “Fue, más bien, una relación cerebral”, de ninguna manera un “amor loco”. Este narrador, marido y padre, no logra entender a su hijo, lo percibe ‘malo’ desde la cuna, porque pareciera no querer a nadie hasta que, ya adolescente, se enamora de una chica que lo abandona. Desde allí se desata un final que reúne el amor y la muerte como única posibilidad de encuentro.

Em “El génesis, según Eva”, una diosa creadora que, al estar “sola en la inmensidad del multiverso, se le ocurrió inventar un juego para entretenerse”. Y subvierte la versión más conocida, creando una criatura de barro “a su imagen y semejanza”. Este nuevo ser cuestiona las propuestas de esta diosa creadora, está sola y aburrida, por lo que su creadora hace un hombre, dejándole en claro que no tiene el mismo estatus que Eva, porque está “un escalón más abajo”. Finalmente, ambos son expulsados del Paraíso, comenzando “un largo peregrinaje por el planeta, que todavía continúa”.

Este conjunto de relatos publicados por la editorial Forja es para leer y releer, siempre descubriremos algo nuevo que nos sorprenderá y nos emocionará de manera profunda, porque cala en las profundidades del ser humano. Lo político es también un tema muy presente, en especial los años de dictadura, que podemos apreciar de manera muy directa en el relato “Está fría la noche” y más indirecta en otros, pero mostrando las huellas que dejó en nosotros y en la sociedad toda.

Cada cuento revela en profundidad ese cotidiano que contiene tesoros ocultos y grandes sorpresas, donde a veces -si afinamos la mirada- encontramos algunos y perdemos otros, porque pasan a nuestro lado sin que seamos capaces de verlos, como sucede en “El alba de oro” y “En aquel tiempo”. Se rompe esa seguridad que nos lleva a pensar que lo cotidiano no guarda secretos y no requiere mirarlo con atención, porque no tendríamos nada que descubrir allí.

El paso del tiempo tiene también un lugar en estos relatos, ya que las historias familiares nos entregan visiones de un antes y un ahora que pueden ser radicalmente diferentes. Por esa razón, se recortan aquellas partes inconvenientes, que podrían evidenciar, por ejemplo, que alguna vez sus antepasados fueron muy pobres, especialmente cuando hoy sus descendientes han llegado a tener un gran poder económico.

Nos maravillará descubrir que en ese cotidiano rutinario podremos encontrar una infinidad de lunas nuevas que infundirán esperanzas de que nuestros anhelos se harán realidad. Desde allí nace lo fantástico y maravilloso de la vida, la nuestra y la de otros, la de los seres vivos -humanos y animales- con los que convivimos y que gracias a las palabras de la literatura podemos apreciar en su esplendor, emoción y belleza.

 

Josefina Muñoz Valenzuela, SECH, 27 de noviembre de 2023

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