¿Qué cuentan “Las Fiestas Patrias del Elefante”?
-Esta novela narra la historia de un elefante que ha trabajado durante toda su vida en un circo hasta que recibe el sobre azul con su despido. El señor Corales, su jefe, le hace ver que ya está muy viejo y por necesidades de la empresa es hora de reemplazarlo. Así comienza su mayor desafío, resistir el dolor, la desilusión, enfrentar la cesantía, postular a nuevos empleos, replantearse su vida. Debe abandonar la burbuja y aventurarse en una ciudad que le parece confusa, hacer nuevas relaciones y aplicar todo su ingenio para encontrar las herramientas que le permitan vencer uno a uno los obstáculos. Finalmente descubre que siempre es posible abrir nuevos caminos siendo fiel a su propia naturaleza. Ello le permitirá viajar, conocer personas y lugares cruciales, asombrarse con las maravillas del mundo interior y exterior, experimentar la liberación al soltar sus propias cadenas, superar temores y amar.
¿Por qué elige a un Elefante como protagonista?
-Desde que era muy niña me interesó la imagen del elefante. Lo vi en circos, películas, leí cuentos y fábulas donde destacaba por su lealtad y memoria prodigiosa. Me sorprendía su fuerza, su gris monumentalidad que lo hacía parecer un templo pétreo. Sin embargo, lo veía sonriente, sabio y comprensivo, solidario como un ser humano evolucionado. Más tarde averigüé más sobre su especie, sus antepasados, dónde vivían, cómo se organizaban. Su historia real e imaginaria. Lamenté que los hubiesen utilizado como fuerzas bélicas en la antigüedad. Que personajes inescrupulosos los compraran para domarlos y usarlos en la entretención circense o para pasear turistas y fotografiarse en actividades exóticas. Y que fuesen siempre perseguidos, cazados por la codicia de los traficantes de marfil. O vendidos como fuerza esclava. Así fue como Don L-Fante, me esperó con mucha paciencia hasta que se propuso despertar en mí su diálogo y protagonizar una novela fabulesca en el Chile actual. Yo lo escuché barritar y tomé notas que se fueron organizando a lo largo del tiempo como una crítica social. Emprendimos juntos esta historia, ahora siento que crecí con él, nos humanizamos y animalizamos con amor como seres de la Matria universal.
¿Cómo ha sido su andar en la literatura infanto-juvenil?
-Hermoso y de mucha comunicación y creatividad ya que con regularidad tengo encuentros con estudiantes en colegios, liceos y ferias del libro. Recibo una buena retroalimentación. He escrito cuentos, novelas y fábulas con humor, poesía y apuestas personales por mantener un lenguaje que recurra a la visualidad, a los intertextos que conectan con otros lenguajes y autores, en citas que nos hermanan con el mundo y personajes de otras ficciones que vivimos colectivamente. Me seducen las historias en abismo, espirales, zigzagueantes, caleidoscópicas, en las cuales las metamorfosis ocurren con naturalidad. Siento que en la literatura sin categorías, mutamos en nosotros y en los otros, es una gran responsabilidad escribir para despertar, proponer, estimular, sugerir, conectar. Mucho más allá de pensarla como entretención o como producto de mercado. Y es muy importante para mí generar y mantener una relación profunda con los editores y editoras, ya sea de narrativa o poesía, infantil-juvenil y para todo lector, que un poco de ello hay en todo lo que hago.
¿Cuánto de niña tiene la escritora Lila Calderón en su relato?
-Mucho. Estoy siempre en todas mis etapas y no puedo abandonar esas buhardillas, sótanos, casitas en el árbol de un bosque encantado. En esta novela, están mis preocupaciones infantiles y las de hoy. Durante la infancia leí muchos cuentos y fábulas, pero me gustaban especialmente los que tenían imágenes, era para mí entrar en mundos paralelos y me despertaba la necesidad de imaginar también cómo hubiese dibujado yo la escena o qué momentos hubiese seleccionado y los construía. Hacía collages con recortes de revistas y dibujos, pegaba trozos de tela, armaba otras imágenes e incluso cambiaba finales. Eso me llevó a considerar que nos comunicábamos -autores y lectores- con visiones además de palabras para definir esos momentos. Y consideré que los cuentos que yo escribiese debían llevar complementos, aportes, ventanas, aclaraciones con figuras, dibujos, fotografías, pinturas, como si fuesen tablillas con jeroglíficos, algo de tipo mágico que se conectara de mente a mente. Me preguntaba cómo podría otra persona “ver” esa escena, sin palabras. Por esa razón trabajo con mis ilustradores Sara Cárdenas y Alfredo Velásquez, quienes entran conmigo a estos mundos virtuales que se materializan por una especie de fe colectiva en cada libro, que incluye una selección de imágenes, y pueden ser intervenidas por el lector. Y ese juego creativo propio del alma de la infancia permanece en mí.
¿A qué lectores le recomendaría Las Fiestas Patrias del Elefante?
-A lectores de toda edad, es una novela de transición. El Elefante migra desde un lenguaje que va mutando en la medida que se toma su tiempo para reflexionar, autoconocerse y peregrinar hacia su interioridad. Va profundizando, cambiando su mirada y su lenguaje. Es así como reconoce sus raíces, recupera su naturaleza, puede valorar su migrancia y decidir sobre su futuro, cuestionando con humor las imposiciones de su narradora y de su editora. Esa es la verdadera libertad que el personaje establece como ser literario al ir cavilando sobre el transitar en un territorio sin fronteras, real o imaginario. Este libro es para un lector de hoy, sin edad, a diferencia de las novelas anteriores como “Lily y el Conejo Dorado” (2016) o “La Constelación de la Serpiente” (2017), entre otros títulos de mi autoría publicados por Ediciones del Gato. Aunque los temas de igual manera nos conectan a todos, así sea abordar las complejas relaciones humanas y animales, las comunicaciones, la tecnología, avances científicos, amenazas medioambientales y las preocupaciones inmediatas de cualquier ciudadano común, como el amor, la soledad, la justicia, etc. En “Las Fiestas Patrias del Elefante”, es la existencia también la que plantea las mismas problemáticas de siempre, pero con un mayor cuestionamiento para provocar el mirarse en el espejo y bucear dentro de las aguas ondulantes de un reflejo que a veces pareciera no representarnos.