Margot Loyola, “La Maestra de Chile”, o la “Tía Margot”, como le decíamos con mi hermana Silvia, siempre fue parte del paisaje familiar que rodeó nuestro entorno cercano. Al crecer fui descubriendo los infinitos caminos que se desprendían de su alado caminar, en los cuales desarrolló con excelencia su veta creativa, interpretativa, la de educadora, investigadora y difusora. Todos estos conocimientos, que adquirió y devolvió a su pueblo junto a sensibles reflexiones, la formaron como una mujer de tierra, viento, agua y fuego.

¿Cómo no inspirarse con su experiencia?

Gracias a ella y Osvaldo Cádiz, que encausaron mis energías, exigente y amorosamente desde un comienzo, es que hoy vivo enraizada fecundando un camino de contemplación y concreción. No puedo negar que me hace falta…y es que a Chile entero le hace falta su pasión…pero si todos nos unimos y continuamos el camino que nos trazó, ella estará alegre y libre en la danza eterna, viendo como brotan las cientos de semillas que esparció por todo nuestro país. La tarea es ardua, bella e infinita…

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