Abdulrazak Gurnah creció en Zanzíbar, un archipiélago frente a la costa de Tanzania, y nunca consideró la posibilidad de ser escritor.

“Nunca se me ocurrió”, dijo en una entrevista. “No era algo que pudieras decir cuando eras pequeño: ‘Quiero ser escritor’”. Supuso que se convertiría en “algo útil, como un ingeniero”.

Pero entonces llegó 1964, Gurnah tenía 18 años y un levantamiento violento lo forzó a huir a Inglaterra. Miserable, pobre y nostálgico, comenzó a escribir entradas en su diario sobre su hogar; luego empezó a escribir anotaciones más largas, después historias sobre otras personas. Esas reflexiones dispersas, el hábito de escribir para comprender y documentar su propia dislocación, finalmente llevaron a su primera novela. Y luego a nueve más, obras que exploran el trauma persistente del colonialismo, la guerra y el desplazamiento.

“Para mí, lo que motivó la experiencia de escribir fue la idea de perder tu lugar en el mundo”, dijo.

El jueves, Gurnah fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura —considerado ampliamente como el reconocimiento literario más prestigioso del mundo— por “su discernimiento inflexible y compasivo de los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”.

Gurnah, de 72 años, es el primer escritor negro en recibir el premio desde Toni Morrison en 1993, y algunos analistas consideran que fue seleccionado como una manera de saldar una deuda pendiente desde hace mucho tiempo después de años de una serie de galardonados europeos y estadounidenses. Es el primer africano en ganar el premio en más de una década, precedido por el nigeriano Wole Soyinka en 1986, el egipcio Naguib Mahfouz, quien ganó en 1988, y los sudafricanos Nadine Gordimer en 1991 y John Maxwell Coetzee en 2003. La novelista británica-zimbabuense Doris Lessing recibió el premio en 2007.

En medio de la tensa especulación antes del anuncio, el premio de literatura fue criticado por la falta de diversidad entre sus ganadores. La periodista Greta Thurfjell señaló en el periódico sueco Dagens Nyheter que 95 de los 117 galardonados con el Premio Nobel eran de Europa o Norteamérica, y que solo 16 eran mujeres. “¿Realmente puede continuar así?”, preguntó.

En sus diez novelas, Gurnah ha explorado con frecuencia los temas del exilio, la identidad y la pertenencia. Entre ellas están Memory of DeparturePilgrims Way y Dottie, que tratan sobre la experiencia de los inmigrantes en el Reino Unido; Paraísopreseleccionado para el Premio Booker en 1994, sobre un niño en un país de África Oriental marcado por el colonialismo; y Precario silencio, sobre un joven que parte de Zanzíbar rumbo a Inglaterra, donde se casa y se convierte en maestro. Su obra más reciente, Afterlives, explora los efectos generacionales del colonialismo alemán en Tanzania y el modo en el que dividió a las comunidades.

Los personajes de sus novelas, aseguró Olsson, se encuentran “entre la vida que dejaron atrás y la vida por venir, confrontan el racismo y los prejuicios pero también se convencen a sí mismos de silenciar la verdad o reinventar sus biografías para evitar conflictos con la realidad”.

La lengua materna de Gurnah es el suajili, pero adoptó el inglés como lengua literaria, con su prosa a menudo modulada por rastros de suajili, árabe y alemán. Se inspiró en las imágenes y las historias del Corán, así como en la poesía árabe y persa, en particular Las mil y una noches. En ocasiones tuvo que rechazar las peticiones de los editores que querían poner en cursiva o anglicizar las referencias y frases en swahili y árabe en sus libros, dijo.

“Hay una manera en la que el mundo editorial británico, y quizás también el estadounidense, siempre quiere hacer que el extranjero parezca extranjero”, dijo. “Quieren que pongas palabras en cursivas o incluso que pongas un glosario. Y creo que no no no no”.

“Para mí, lo que motivó la experiencia de escribir fue la idea de perder tu lugar en el mundo”, dijo Abdulrazak Gurnah, que recibió el Premio Nobel de Literatura de este año.
Credit…Henry Nicholls/Reuters

La noticia del Nobel para Gurnah fue celebrada por novelistas y académicos que durante mucho tiempo han argumentado que su trabajo merece una lectoría más amplia.

La novelista Maaza Mengiste describió su prosa como “como una cuchilla suave que se mueve lentamente hacia adentro”. “Sus oraciones son engañosamente suaves, pero la fuerza acumulada para mí se sintió como un mazo”, dijo.

“Ha escrito una obra que es absolutamente inquebrantable y, al mismo tiempo, completamente compasiva y llena de corazón por la gente del África Oriental”, dijo Mengiste. “Está escribiendo relatos que a menudo son historias apacibles de personas que no se escuchan, pero hay una insistencia ahí que escuchamos”.

Laura Winters, en una crítica en The New York Times en 1996, calificó a Paraíso de “fábula iniciática de madurez brillante y oblicua”, y añadió que Precario silencio era una obra que “describe hábilmente la agonía de un hombre atrapado entre dos culturas, cada una de las cuales lo repudia por sus vínculos con la otra”.

Pero a pesar de ser reconocido como “uno de los mejores escritores vivos de África” según el escritor Giles Foden, los libros de Gurnah casi nunca han recibido el tipo de recepción comercial que han tenido algunos galardonados anteriores.

Lola Shoneyin, directora del Ake Arts and Book Festival en Nigeria, dijo que esperaba que el Premio Nobel atrajera a una audiencia más grande para Gurnah en el continente africano, donde su obra no es muy conocida. También dijo que esperaba que su ficción histórica inspirara a las generaciones más jóvenes a reflexionar de manera más honda sobre el pasado de sus países.

“Si no vemos de manera activa y deliberada lo que sucedió en el pasado, ¿cómo podemos forjarnos un futuro exitoso en el continente?”, dijo.

Gurnah nació en Zanzíbar, que ahora es parte de Tanzania, en 1948. Después de llegar a Inglaterra, comenzó a escribir ficción a los 20 años. Terminó su primera novela, Memory of Departure —sobre un hombre joven que huye de un levantamiento fallido—, mientras que estaba escribiendo su disertación de doctorado. Se convirtió en profesor de literatura inglesa y poscolonial en la Universidad de Kent en Canterbury, donde enseñaba las obras de escritores como Soyinka, Ngũgĩ wa Thiong’o y Salman Rushdie.

Tanto en su trabajo académico como en su obra de ficción, Gurnah ha tratado de descubrir “la manera en la que el colonialismo lo transformó todo en el mundo, y las personas que lo están viviendo todavía están procesando esa experiencia y algunas de sus heridas”, dijo.

Los mismos temas que abordó al inicio de su carrera —cuando estaba procesando los efectos de su propio desplazamiento— se sienten igual de urgentes hoy, dijo, debido a que tanto Europa como Estados Unidos han sido afectados por una reacción violenta contra los inmigrantes y los refugiados, y la inestabilidad política y la guerra ha expulsado a más personas de sus países de origen. “Es una especie de mezquindad y avaricia por parte de estas naciones prósperas que dicen: no queremos a esta gente”, aseguró. “En comparación con las migraciones europeas, están manejando solo a, literalmente, un puñado de personas”.

Aunque Gurnah no ha vivido en Tanzania desde que era un adolescente, el país continúa siendo una fuente de inspiración. Dijo que su tierra natal siempre se arraiga en su imaginación, incluso cuando trata de manera deliberada de ubicar sus historias en otra parte. “No es necesario estar allí para escribir sobre un lugar”, dijo. “Está en la fibra de todo lo que eres”.

Alex Marshall es un reportero de cultura europea, que vive en Londres.

Alexandra Alter escribe sobre la industria editorial y el mundo literario. Antes de trabajar en The New York Times, en 2014, reporteaba sobre libros y cultura en The Wall Street Journal. Previamente, fue reportera de religión y a veces de huracanes para The Miami Herald.

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