Nuestro país vive una crisis estructural en su institucionalidad.  Las instituciones no funcionan, no hay democracia plena, los partidos políticos se auto-benefician en desmedro de los ciudadanos y de los Independientes. Este proceso lo veo desde la categoría de la “descomposición” en este caso ética, que alcanza gran parte del todo: global, nacional, regional y local.  Esta categoría me surge al mirar es país y compararlo con esos cajones con frutos de temporada, que luego de un tiempo, cumplido el plazo señalado por la naturaleza, comienzan un espontáneo y acelerado proceso de descomposición.  Un tomate podrido termina dañando el cajón entero, dejándolo inservible en poco tiempo.  Eso es lo que se observa en la sociedad chilena.  Múltiples males le acechan: incompetencia, soberbia, ignorancia, corrupción, violencia, narcotráfico, demagogia, etc. Esto no es nuevo en la historia, ha ocurrido muchas veces, la última fue el proceso de descomposición que culminó con el derrumbe del Muro de Berlín y consecuentemente de la URSS.

La revolución digital ocurre en y desde las tecnologías de información y comunicación, que alteran las dimensiones témporo-espaciales de las personas, lo que cambia radicalmente las formas relacionales.  Este cambio auto-constitutivo impacta las personas, las organizaciones, empresas, instituciones y hasta la vinculación en los territorios.  Cambian las dimensiones relacionales: accesibilidad, centralidad, proximidad y conectividad.  De paso se va democratizando el acceso a las tecnologías y a las redes sociales, cambia la forma de entender el mundo y percibir la realidad.  Aquello cambios culturales que comenzaron como una época de cambio, ha terminado como un cambio de época.

La élite nacional se muestra desorientada, extraviada en sus prioridades, desconectada de las amplias mayorías sociales, no entiende los reclamos y reivindicaciones.  Una actitud ensimismada, fuera de la realidad, desentendida de las prioridades de la gente, que pide cambios: políticas públicas con auténtica sensibilidad social; cuidar y ampliar los bienes públicos; priorizar el buen uso de los recursos; impulsar una democracia sana; fortalecer el sentido ético; enfatizar los valores republicanos; el mérito y la excelencia. La respuesta es desprolijidad, desdén permisivo, opacidad, doble estándar y conductas abusivas en diversas dimensiones, con amplios márgenes de impunidad.

Para que Chile retome la senda de progreso y desarrollo, se requiere un LIDERAZGO ECO-ÉTICO-RELACIONAL, que cada sector político asuma públicamente sus vergüenzas, pida perdón y reconstruya las confianzas.  Que el mundo de la economía la asuma como tal, superando el desbordado culto a lo financiero; sus contabilidades deben incluir los activos y pasivos ambientales, culturales, morales y emocionales. Se requiere que los líderes espirituales, religiosos, éticos, filosóficos e iniciáticos asuman su rol en la sociedad, que entreguen sus luces y bendiciones donde reinan las tinieblas.

Se requiere verbo y acción, hacer carne en todos el mandato bíblico de Lucas 6: Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?  Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.

Sé que es un deseo quimérico.  Pero, las ideas construyen la realidad, del lenguaje surge la coordinación de acciones, las intenciones y el compromiso mueven montañas.  Tengamos fe y esperanzas en el destino de nuestro país. De esta forma cada cual podrá retomar su liderazgo con pertinencia, en lo que es mejor!! Dejando atrás el abuso, la hipocresía y el doble estándar, asumiendo con coraje un compromiso ético!! Se requieren liderazgos eco-ético-relacionales, para beneficio de todos.

Dr. Carlos Cantero Ojeda

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