Pienso en que muy pronto deberemos votar acaso aprobamos o rechazamos la propuesta de Nueva Constitución elaborada como resultado de la elección democrática y amplia deliberación de los convencionales.

Pienso en esto y rememoro el momento en que se originó la constitución que todavía nos rige, impuesta en una dictadura que no trepidó en usar la persecución, la tortura y el exterminio masivo de los opositores.

En 1980 tenía 24 años y la experiencia terrible de ser sobreviviente a una cacería despiadada de disidentes, mujeres y hombres, de toda edad y condición. El terror pretendía disuadirnos y no cejaba en sus impulsos criminales; y como sabemos no dejó de hacerlo hasta el último minuto. Amenazas, maltratos, muertes, relegaciones, detenciones, apremios, torturas, censura. Sin embargo, no lograron acallarnos.

En esos años existían listas negras laborales. Aunque uno estuviera calificado, no podía postular a trabajos públicos. Y en las postulaciones privadas había que exhibir un informe secreto que solo otorgaban los servicios de seguridad. La cesantía era un castigo adicional a los disidentes.

Antes del plebiscito fraudulento, las y los jóvenes trabajadores,  pobladores y estudiantes hicimos todo lo que pudimos para levantar la opción de NO a la constitución fascista: asambleas, declaraciones, mítines relámpago, volantes, manifestaciones masivas, marchas. El país se incendió con el germen que anunciaba las futuras protestas. Sin embargo, el designio pinochetista se cumplió a rajatabla.

Sin registros electorales confiables, sin partidos políticos que pudieran garantizar la participación ciudadana, con las ciudades repletas de camiones militares con soldados armados hasta los dientes con ametralladoras pesadas, se llevó a cabo el plebiscito.

Quienes acudían a votar miraban con terror a los soldados. Ante esa presencia temible había que pronunciarse por SÍ o por NO. A la sombra de los cañones de los fusiles. Había un remedo ridículo de cabina secreta y para colmo el voto era totalmente traslúcido.

Decidí votar sobre la mesa donde se encontraban los ministros de fe, testaferros de la dictadura. Les dije a viva voz que lo haría allí, porque el voto era transparente y se veía a través de él. Que no tenía miedo de mostrar mi preferencia en contra del régimen. Marqué mi preferencia por el NO y anuncié que regresaría al conteo para verificar que estuviera marcado mi voto.

Algunas personas aplaudieron y siguieron el camino señalado. Eso hicimos aquel día miles y miles de jóvenes. Por supuesto, la historia es conocida, perdimos la elección. No podía ser de otra forma. Faltaban nueve años para que terminara la larga tiranía.

Ahora la elección será un 4, no un 11 de septiembre, día trágico e infausto de nuestra historia. No habrá intimidaciones militares ni censura. Pero sí manejos y presiones comunicacionales de los poderosos.

El 4 de septiembre de 2022 saldré a votar APRUEBO LA NUEVA CONSTITUCIÓN con la convicción absoluta de que la propuesta de la Convención Constitucional es infinitamente superior al diseño fascista del pinochetismo, no solo por origen sino por sus valiosos contenidos.

El 4 de septiembre de 2022 iré a votar APRUEBO  con la voluntad y la esperanza de cerrar una nueva etapa en la recuperación y construcción de una auténtica democracia.

 

Diego Muñoz Valenzuela

Escritor

Junio 2022

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here