Quienes venimos escuchando cantar a Javiera Vinot en la última década en el ensamble de la Familia Vinot-Opazo, “Quitrú”, siempre supimos que estábamos frente a una cantante excepcional y, que tarde o temprano, se iban a ordenar la galaxia y los astros para darle vida a una nueva estrella en el firmamento musical chileno.

Eso sucedió el pasado miércoles 4 de diciembre de 2024. Javiera Vinot, la intérprete en solitario, entró por la puerta ancha a las grandes ligas del canto popular en un recital inspirado en la obra de la cantante canadiense, Celine Dion.

Y la alegoría astronómica le dio un sello mágico a su concierto. Ese mismo día miércoles, en el cielo de Santiago, se celebraba el evento celestial de conjunción de Venus brillando como la “estrella vespertina” y la Luna en su fase creciente, entrando en unión a la constelación de Sagitario.

El augurio estaba escrito en el cielo. El viejo Jung aseveraba que nada es casual y parece que esa noche fue cierto. Había una estrella que brillaba junto a la luna en un concierto celestial. Lo mismo en el escenario de Vitacura Cultura.

El Tributo a Celine Dion fue en realidad el mejor de los pretextos para el debut exitoso de Javiera Vinot. Una oportunidad que iluminó la primavera en retirada.

Su performance estuvo marcada por un manejo de la voz de manera excepcional, sostenida, con una evidente disciplina vocal y una presencia escénica de gran desplante. El recurso privilegiado de Vinot alcanzaba las alturas de los cielos y la majestuosidad de los mares, indómitos y calmos, en un mismo vuelo musical.

El escenario tenía un espacio limpio, sin efectos especiales, sostenido solamente con la actuación de Javiera. El concierto era la cantante con su banda y coro. El talento los unía en una complicidad evidente que daba cuenta del valor emergente en las nuevas generaciones de músicas y músicos chilenos.

Los años de formación y de trabajo de Vinot se evidenciaron en su formación familiar en el ensamble Quitrú. Su condición de pianista excelsa, su experiencia en el mundo coral de apoyo a grandes intérpretes, han sido caminos importantes para llegar a esta conjunción astral de hacer su propio camino.

No pude de dejar de pensar en cada uno de sus padres. Soledad, su madre, una talentosa profesora, intérprete y autora de música infantil y su padre, Nelson Vinot, primer fagot de la Orquesta Nacional Sinfónica de Chile y creador del conocido concierto para Fagot y orquesta, “Tierra sagrada”.

También, en sus hermanos: Milén, talentosa música y de maravillosa voz; José, un brillante percusionista… y en la santidad de su hermano mayor Nelson. Súmele, los otros miembros de Quitrú, su tío Ramón y su cuñado, Andrés, quienes por más de una década también la han “alimentado” en una atmósfera musical privilegiada.

El secreto para distinguir una buena cantante es reconocer su expresión arriba del escenario. Javiera Vinot demostró el pasado 4 de diciembre su convicción -sentimiento y técnica- que las canciones se “sienten” y que el público las reconoce como propias. Así lo hicieron ver las exclamaciones de entusiasmo y de generosos aplausos de pie, esa noche. El júbilo fue el mejor premio para la intérprete.

La oportunidad abierta por Vitacura Cultura se valora en su acierto para abrir sus puertas a los talentos emergentes de la canción popular chilena. Se agradece por apostar en las nuevas generaciones de artistas chilenos.

De pronto, Javiera Vinot tiene un desafío mayor por estos días. Es hora de subir los escalones del reconocimiento de su arte, de buscar un proyecto propio donde el mundo le reconozca su talento con canciones que le pertenezcan, que la identifiquen y sean reconocidas por todos.

Y repito, el destino estaba escrito en el cielo de la noche del 4 de diciembre: había una estrella brillando, Javiera Vinot.

 

Felipe De la Parra Vial

 

 

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here