“El caso P.” es un manjar que paladearán con especial fruición los aficionados a las historias policiacas, que aquí se toparán con un asesino serial que victimiza a mujeres jóvenes.  La acción transcurre en Santiago, algunos años atrás, cuando el país estaba conmocionado por el general Manuel Contreras, que, atrincherado en el Hospital Naval de Talcahuano, se negaba a ser internado en la recién estrenada prisión de Punta Peuco y amenazaba al gobierno incipiente de la Concertación con emplear artillería pesada.

Lo cierto es que los asesinos seriales abundan en la literatura, las películas y las series de televisión, pero escasean en la vida real. El único caso que podemos recordar en Chile es el de los psicópatas de Viña del Mar, por el que fueron fusilados dos funcionarios de Carabineros durante el régimen de Pinochet.

La historia que nos cuenta José Gai es ficticia, pero la cuenta tan bien que nos convence de su hipotética realidad.

El policía encargado de las pesquisas es el subcomisario Abel Ayala. Imposible no recordar el programa humorístico Radiotanda, donde aparecían el detective Ayala y su ayudante Zelaya. Pero la trama de esta novela no es para la risa, antes bien, resulta inquietante. Cuando el libro comienza el homicida ha dado cuenta ya de dos mujeres, cuyos cadáveres deposita en lugares apartados. Y va anunciando sus pasos en comunicaciones directas con la PDI. Pero no deja rastro alguno. Abel Ayala sabe que enfrentan a un enemigo formidable, de inteligencia superior a lo normal, pero no puede comprender qué persigue con su maquiavélico accionar. Porque el tipo no agrede sexualmente a sus víctimas, que por añadidura son jóvenes y atractivas.

Cuando ocurre el tercer secuestro, los policías se topan con una psicóloga que vive en el barrio Yungay, en un caserón antiguo, demasiado grande para ella y su hijo pequeño, de modo que arrienda algunas piezas. La desaparecida es, precisamente, una de sus arrendatarias. Y ella se conmueve y se interesa en cooperar con el subcomisario, al que insiste en llamar “inspector Ayala”, rebajándolo de grado sin ningún motivo. Al contrario, congenian de maravillas el detective y la psicóloga, y la relación que va surgiendo entre ambos es manejada con mano maestra por el autor. El lector se pregunta adonde conducirá esa amistad, y aquella interrogante añade condimento al suspenso que se desprende de la pesquisa.

Pandora, la psicóloga, es una profesional seria, pero posee percepciones extrasensoriales, lo que lleva a los detectives que secundan a Abel Ayala a desconfiar de ella y a no tomarla en serio. Pero Ayala le hace caso y sigue algunos rumbos que señala Pandora.

Y mientras esto ocurre en Santiago, en Talcahuano el Mamo Contreras sigue haciendo de las suyas y desafiando la estabilidad del país. Lo único que desean los jefes del subcomisario Ayala es mantener en secreto la investigación sobre el psicópata, para no alterar más aún a la ciudadanía bastante inquieta. Pero los periodistas siempre se enteran y los crímenes de las mujeres toman estado público.

¿Qué va a ocurrir entonces? ¿Quién puede ser el asesino serial, que se las arregla para cometer sus delitos sin dejar rastro, aun cuando se permite advertir a la policía acerca de sus próximos movimientos? ¿Salvarán Abel y Pandora a la tercera secuestrada? ¿Y a las otras que vendrán? Porque el psicópata ha dicho que matará a seis mujeres…

José Gai va manejando la historia con lucidez, dosifica la información que entrega al lector, permite a los personajes actuar con autonomía. Utiliza una prosa sencilla y clara, no abusa de la adjetivación. En esta tercera novela reitera las cualidades de las dos anteriores, “Las manos al fuego” y “Los Lambton”, que le valieron premios y elogios. Se consolida como un narrador sólido, que maneja con sapiencia  los complejos cánones de la novela negra.

 

El caso P., José Gai, novela.

Tajamar Editores, 200 páginas.

Antonio Rojas Gómez

 

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