Nicholas Coombe, Isabela Moner, Madeleine Madden y Jeff Wahlberg, respectivamente, en una escena relacionada con constelaciones incas. Credit Vince Valitutti/Paramount Pictures

Isabela Moner leyó y releyó el guion, escuchó grabaciones de audios una y otra vez, y se preparó como normalmente lo hace para una película. Salvo que este no era un filme cualquiera. Se estaba preparando para su papel más importante hasta el momento: darle vida a Dora la Exploradora en la pantalla grande, y los diálogos que estaba memorizando con tanto esmero estaban en quechua, el idioma del imperio inca que en la actualidad hablan ocho millones de personas en Sudamérica, mayormente en Perú, Bolivia y Ecuador.

“El quechua tiene tantos detalles”, dijo Moner. Incluso después de que terminó el rodaje de Dora y la ciudad perdida y ya habían quedado los parlamentos, dijo que tuvieron que regresar y corregir algunas palabras. Moner afirma que lo hicieron porque “una persona que domine el quechua notaría que no está bien”. “Es increíble el nivel de cuidado que se da a los detalles en películas como esta”.

Era importante que esos detalles culturales fueran precisos en la película, la cual trata de la aventura en la selva de Perú que emprenden la exploradora, ahora adolescente, y sus amigos de la escuela.

En un episodio reciente de Latino USA, de NPR, mi colega Antonia Cereijido y yo exploramos el legado de Dora desde sus inicios en Nick Jr., el bloque de programación para niños en edad preescolar de Nickelodeon, hasta ahora, una trayectoria que ha abarcado casi veinte años. Y aunque la representación visual de la latinidad de Dora ha sido criticada por reforzar una imagen estereotípica mestiza ( cabello lacio café y piel morena), sí se puso cuidado en la elaboración de lo que el personaje representa.

La identidad panlatina y bilingüe de Dora se creó originalmente a finales de la década de los noventa con la ayuda de consultores a fin de empoderar a los niños de ascendencia latina en Estados Unidos.

En 2019, la versión con actores de Dora, que todavía es panlatina y ahora también habla quechua, se creó con la ayuda de un consultor a fin de asegurar que el idioma y los elementos indígenas fueran precisos.

Esto debido, en particular, a que Hollywood tiene antecedes de malas representaciones u otras que no son completamente correctas. Por ejemplo, está la cinta taquillera de 2008 Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Al igual que Dora en su película, Indiana Jones estaba explorando Perú, y ambos estaban en busca de un lugar mítico al estilo de El Dorado. A diferencia de la versión de Dora, el Perú representado en la película de Indiana Jones estaba plagado de inexactitudes: desde las pirámides inspiradas en las edificaciones de Mesoamérica que fueron colocadas en la parte incorrecta del continente hasta el detalle desconcertante de que Indiana Jones aprendió quechua durante el tiempo que pasó con el revolucionario mexicano Pancho Villa.

Por desgracia, eso podría dar a entender que todo lo que hay del río Bravo para abajo es básicamente lo mismo. Y sabemos que eso no es verdad”, dijo Américo Mendoza-Mori, profesor de Quechua y Español en la Universidad de Pensilvania. El profesor peruano también fungió como consultor de cultura andina para la película. “Hay una tradición de invisibilización de los grupos y las culturas indígenas”, agregó, y esas representaciones erróneas “refuerzan esos estereotipos”.

Mendoza-Mori fue contratado para supervisar los diálogos en quechua del guion. Hay hablantes de este idioma en América del Sur, pero también en ciudades estadounidenses como Washington, D. C., Nueva York y Los Ángeles. Otra tarea importante fue la de incorporar detalles andinos a lo largo de la película.

Por supuesto que Dora sigue siendo un personaje ficticio, así que los guionistas se tomaron algunas libertades creativas. Está en busca de la ciudad perdida de oro del imperio inca llamada Parapata, la cual se localiza únicamente en el mapa que ella carga en su mochila. Sin embargo, Parapata tiene un significado en quechua: “la colina lluviosa”. (La película usa el dialecto Cusco-Collao del quechua).

Uno de los objetivos principales de Mendoza-Mori era aportar cierta autenticidad a los detalles ficticios de la película. “Así que cuando pensé en trabajar para ‘Dora’, también pensé en mí mismo como peruano, como alguien de la región andina”, explicó. Quería mostrar “los aspectos buenos, los aspectos valiosos que incluyen la historia y los conocimientos del pueblo andino”.

En el transcurso de su aventura, Dora y sus amigos interactúan con tecnologías andinas reales. En una escena, Dora interpreta un conjunto de constelaciones incas, las cuales los incas usaban en la vida real para orientarse en el tiempo con fines agrícolas. En una secuencia de acción, los escritores incorporaron información sobre antiguos acueductos subterráneos.

“Si ves la película con detenimiento”, comentó Mendoza-Mori, “puedes darte cuenta de que intentamos enviar algunos mensajes que reconocen el legado de las historias andinas. Una de ellas es Kawillaka”. En el filme, el personaje de la princesa Kawillaka es interpretado por Q’orianka Kilcher, una actriz de ascendencia peruana indígena. El nombre de su personaje proviene de un mito sobre el origen de unas islas que se encuentra en un manuscrito andino que data del siglo XVI.

Para Mendoza-Mori, arrojar algo de luz sobre la cultura andina fue una oportunidad para explorar las identidades latinas, en particular en Estados Unidos, donde las representaciones en los medios carecen de complejidad. “De pronto, tendremos a un personaje dispuesto a celebrar la cultura latina indígena”.

Al final de la película, Kawillaka conoce a Dora y cuestiona sus intenciones. Dora le responde que ella, su familia y sus amigos están ahí para aprender y no para conquistar ni tomar sus tesoros, como lo hicieron en el pasado los conquistadores blancos con los pueblos indígenas en América.

Esa escena me vino a la mente cuando hablaba con Moner de lo que aprendió al ser parte de esta película. A pesar de que Dora sigue siendo étnicamente ambigua, Moner no lo es: es peruana-estadounidense, y algunos de sus familiares en Perú hablan quechua. Le pregunté si haber interpretado a Dora la había hecho sentir más cerca de sus ancestros indígenas, hablantes de quechua.

“Absolutamente”, afirmó Moner. “También me hizo sentir más segura sobre el lugar en el que estoy y lo que estoy haciendo. Al aprender más sobre mi cultura, aprendí a respetarla más por lo que es”, agregó.

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