Fotografía de Chéjov, Stanislavski y Grupo de Treatro de Arte de Moscú, 1900.

Hace 121 años del estreno de la obra “Las tres hermanas” de Antón Chéjov, dirigida por Constantin Stanislavski con el elenco del Teatro de Arte de Moscú, en Chile y en “el pueblito llamado Las Condes”, una entidad privada “sin fines de lucro”, la Corporación Cultural de Las Condes, canceló su función, censurando de hecho al dramaturgo ruso por su condición de haber nacido en dicho país en un antojadizo correlato con la guerra que encabeza la Rusia de Putin. Una vergüenza.

No quiero ni pensar siquiera que la decisión fue tomada por una de las “Tres hermanas” de Chejov, la menor, de nombre Irina. Sería patético.

Esta censura es, tal vez, la alegoría que viven hoy alguna de las Artes y la Cultura en nuestro país. Inevitablemente, me hizo recordar que el luctuoso hecho que protagonizaron las inocentes “Tres Hermanas de Chejov” en Las Condes representa a los tres asesinos del constructor del Templo Salomón, que simbolizan la ignorancia, el fanatismo y la ambición.

Y es triste, porque de las esferas gubernamentales no se oyó padre. No se escuchó una defensa a la libre expresión y a la libertad artística. Solo un artículo del Premio Nacional de Arquitectura Miguel Lawner – “Persecución demencial a la Cultura”– denunció el progrom cultural que afectó a las tablas nacionales. Así y todo, las palabras de Lawner fueron trending topic en las redes en contraposición del mutismo del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Pareciera que todo lo sucedido fuera parte de la lenidad que ronda hace años en esos círculos ministeriales, que se acostumbraron a mantener un sistema basado en la normosis, donde predomina el deterioro y la deshumanidad en que las artes están atrapadas.

“Me han preguntádico varias persónicas…”

Recientemente, el Ministerio de Hacienda rompió el chanchito para el sector cultural en su propuesta de “Chile Apoya”. Anunció el presidente Boric que “la cultura iba dejar de ser el vagón de cola”. Y a reglón seguido se anunció por una vez un bono de hasta $450.000.- pesos a casi 35 mil trabajadores de la cultura; junto a un paquete de reactivación para las empresas culturales en Sercotec y la Corfo, más un anuncio del aumento del aforo para este jueves 14 de abril que ampliaría la audiencia en los espectáculos artísticos.

La ministra Brodsky llamó a celebrar. Lo mismo hizo la ministra Consuelo Valdés en el pasado gobierno cuando prometió los mismos 15 mil millones de pesos al inicio de la pandemia, más allá que después la desautorizaron.

Y las preguntas saltaron de inmediato en los populáricos.

¿Quiénes definirán esta ayuda a los trabajadores de la cultura? ¿“Los ingenieros de los proyectos del Fondart”? como lo caracterizara el artista visual y exdirector del MAC, Francisco Brugnoli. ¿O las organizaciones de las Artes? ¿Los escritores definirán las platas de los escritores? ¿Cuánto recibirán los territorios? ¿Cómo se pagarán a los 35.000 trabajadores y artistas?

En Chile, según del Ministerio de las Culturas, existen 3.998 organizaciones en el sector (octubre 2021), con lo cual debieran corresponder casi 4 millones por organización aproximadamente. Uno se pregunta y promedia, y tiene como resultado que solo (casi) nueve trabajadores de la cultura aproximadamente podrían recibir el beneficio por organización. ¿Será suficiente por una vez?

En el caso de la Pymes Culturales también se preguntan si las ayudas crediticias van a seguir el curso que han tenido en este último tiempo en la Corfo y Sercotec, donde todos los caminos llegan solo a la banca privada (el BancoEstado brilla por su ausencia). “Ayuda” de créditos que lucen el peor momento – los más altos- de los intereses para endeudarse.

¿Qué rol jugará el Estado, el Gobierno, en un verdadero apoyo para potenciar las empresas teatrales, circos, academias de cultura tradicional, escuelas artísticas, productoras de cine, y televisión, que en un pasado reciente generaban un 2,2 % del PIB al erario nacional? ¿Quién va a ganar con los altos intereses de la banca privada?

Ay, Violeta, cantas con tu filo a flor de labios: “Preguntadónicos, partidirísticos, / disimuládicos y muy malúlicos / son peligrósicos más que los vérsicos / más que las huélguicas y los desfílicos, / bajito cuérdica firman papélicos, /lavan sus mánicos como Piláticos”[1].

Las preguntas -siempre necesarias- vuelven una tras otra en el principio del sueño colectivo de Chile.

¿Seguimos y será hermoso? O ¿Seguimos y todo sigue igual?


[1] Mazúrquica modérnica. Violeta Parra.

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