Rubén Blades es un vocalista de renombre, uno de los cantautores emblemáticos de la salsa de los setenta. Pero no es tan conocido por sus logros en otras disciplinas: también es compositor, actor de Broadway y Hollywood; cuenta con un título de maestría de la Facultad de Derecho de Harvard y alguna vez fue candidato presidencial en Panamá, su país natal. Y no te atrevas a decir que no puede cantar swing como Frank Sinatra o Tony Bennett.

“En muchos sentidos seguimos segregados en lo que se refiere a la música”, Blades, de 72 años, dijo en una videollamada desde su casa en Manhattan. Además de unas cuantas canas en su barba, no ha cambiado mucho, incluso está vestido con su estilo característico: todo de negro con el sombrero que nunca se quita. “La gente cree que si eres un salsero, eso es lo que vas a hacer toda tu vida. Es como si fueras un caballo, que anda con anteojeras para solo ver un camino, y yo no las uso. Para mí, la música es subversiva, porque el arte es subversivo. Tú cambias las cosas”.

El nuevo y ambicioso proyecto de Blades con el líder panameño de una orquesta de jazz, Roberto Delgado, celebra los frutos de la evolución y el mestizaje cultural: los vínculos entre el jazz y la música afrocubana. En el transcurso del mes de abril se lanzó en tres paquetes: Salswing!, un álbum de 11 pistas que mezcla con total libertad clásicos de la salsa como “Paula C.” y “Tambó” con piezas estándar del jazz, por ejemplo, “Pennies From Heaven” y “The Way You Look Tonight”; además de “Salsa Plus!” y “Swing!”, que hacen resaltar las pistas de los géneros a los que aluden.

El jazz ha fluido por la obra de Blades desde hace tiempo, más de lo que creen sus aficionados. “Pedro Navaja”, posiblemente la canción más popular de la salsa, se conoce por ser una pieza que al inicio no le gustaba a la industria de la radio. Según Blades, un trío de DJ importantes le dijeron que Siembra, el álbum de 1978 en el que se incluye esa canción y el que grabó con el trombonista y arreglista Willie Colón, arruinaría la carrera de este último. En realidad, la canción fue inspirada en “Mack the Knife” del drama musical La ópera de los tres centavos de Bertolt Brecht y Kurt Weill. De joven en Panamá, Blades se había enamorado de la exitosa interpretación del nativo del Bronx Bobby Darin.

“Escuché esa versión en 1959, me gustaba mucho su emoción, su actitud, su insolencia”, afirmó Blades.

La esposa de Blades, Luba Mason, una cantante de jazz también muy ecléctica que conoció cuando ambos participaron en el efímero musical The Capeman de Paul Simon, sostiene que la madre de Blades, Anoland Díaz, es la responsable de su pasión por la música de espectáculo. “A ella le encantaba el teatro, tocar el piano y cantar”, dijo. “Yo fui una pianista clásica durante 13 años y creo que, cuando supo eso, se acordó de ella”.

Si bien el interés de Blades por grabar en inglés se remonta a Nothing but the Truth de 1988, que incluye colaboraciones con Elvis Costello, Lou Reed y Sting, el proyecto de Salswing! tiene sus raíces en un concierto que dio en noviembre de 2014 con Wynton Marsalis’ Jazz en la Orquesta de Jazz del Lincoln Center.

“Siempre había estado mareando a Wynton con la música afrocaribeña y le empezó a gustar cada vez más”, dijo Carlos Henríquez, el bajista y director musical del intercambio cultural de la orquesta con el Instituto Cubano de la Música en 2010. “Así que le dije, mira, podríamos hacer todo esto con música latina y swing, y el vocalista con el que deberíamos trabajar es Rubén Blades”.

Credit…Chase Hall para The New York Times

Para el espectáculo del 2014, en el que Blades cantó “They Can’t Take That Away From Me” de Gershwin junto con el estándar de Héctor Lavoe, Blades escribió, “El cantante” y con esa pieza empezó a usar el término “mixtura” para referirse a la hibridez con la música latina. La mixtura de Blades es emblemática de cómo muchos artistas e intelectuales han visto la cultura latinoamericana en general: una conglomeración estratificada de influencias raciales y culturales, una identidad definida por la diferencia. Él se considera una especie de receptáculo criollo de voces provenientes de Panamá, La Habana y Nueva York (las zonas residenciales y las de negocios).

“La conexión entre el jazz y la música afrocubana está muy bien documentada”, dijo Blades, cuyo abuelo nació en Luisiana y se mudó a La Habana para luchar en la Guerra de la Independencia de Cuba. El intercambio de conocimientos musicales entre Nueva Orleans y La Habana fue crucial para el desarrollo del jazz y la música afrocubana. Nueva Orleans —que también es la ciudad natal de Marsalis— fue “un crisol de influencias musicales cubanas, francesas, haitianas, afroamericanas e incluso mexicanas”, dijo Henríquez. El pianista y arreglista de jazz ragtime Jelly Roll Morton afirmó en una grabación de Alan Lomax que a menudo tocaba con un “tinte español”, en realidad se refería a la incorporación de un ritmo cubano llamado habanera.

Los músicos de América Latina también han desempeñado un papel fundamental en el desarrollo del jazz a lo largo de las décadas: Los Harlem Hellfighters, una unidad de infantería de la Primera Guerra Mundial que se convirtió en una banda del ejército orientada al jazz, estaba formada por un tercio de afro-puertorriqueños. Mario Bauzá, un afrocubano trasplantado, trabajó con Chick Webb, Cab Calloway y Dizzy Gillespie. Y el saxofonista de vanguardia Eric Dolphy era un inmigrante panameño. “Luis Russell, un pianista panameño, estuvo durante años con Louis Armstrong”, señaló también Blades.

Cada vez está más claro que una vertiente dominante de la mixtura es la negritud. Las figuras afropuertorriqueñas han sido fundamentales en la carrera de Blades y en la salsa. Blades ha hablado del cantante Cheo Feliciano como su principal influencia. Ha elogiado a Tito Curet Alonso como el maestro compositor del género. Y, en Salswing!, incluyó una enérgica versión de “Tambó” de Pete “El Conde” Rodríguez, que es un tributo a los tambores africanos.

“La comprensión del tambor africano es lo que te permite tocar ambos estilos”, opinó Henríquez.

En Salswing!, Blades navega de manera creativa la intersección entre los últimos días de las orquestas de jazz extravagantes y ultramodernas, y la salsa austera de la época de la recesión. Se apega a su estilo característico de sonero que canta en staccato en sus versiones de “Contrabando” y “Tambó”, pero en el bolero “Ya no me duele”, se cuelan algunos de los scats de registro más alto, casi como de Ella Fitzgerald, que también hace en “The Way You Look Tonight” y “Pennies From Heaven”.

El álbum también incluye estándares del swing con arreglos elegantes, como “Paula C.”, una crónica de un rompimiento amoroso de una de las primeras relaciones maduras de Blades. Lo escribió poco después de que llegó a Nueva York a mediados de los setenta, cuando trabajaba en la sala de correspondencia de Fania Records —conocida como el Motown de la salsa— y subarrendaba un apartamento de Leon Gast, director del documental clásico de la salsa Our Latin Thing.

“Fue una época muy inspiradora, en términos de creatividad”, recordó Blades, aludiendo al panorama musical en auge del jazz y la salsa. “En ese entonces todos estaban en su mejor momento, el punk rock de la zona industrial estaba estallando, y todavía podías ir a Tad’s Steaks y pedir un filete con papas y una mazorca de maíz por $1,99”.

Aunque el material de Salswing! tiene mucho de retrospectiva, Blades sigue muy comprometido con el presente y se dedica a realizar proyectos con cantantes que admira. Acaba de terminar un tema con la venerada vocalista cubana Omara Portuondo, la efervescente cantante mexicana Natalia Lafourcade y el rockero argentino León Gieco. Y tras un concierto prepandémico en Puerto Rico, incluso tuvo la oportunidad de venderle una idea a una de las mayores estrellas del pop mundial: Bad Bunny.

“Tocamos tres horas y media y se llegó con su madre y su padre”, cuenta Blades. “Fue muy respetuoso, no solo conmigo, sino con sus padres. Y entonces le pregunté, delante de su papá: ‘Escucha, tengo una hipoteca que pagar, ¿por qué no hacemos algo?’. Y todos se rieron”.

“Pensó que estaba bromeando”, añadió, “pero no era así”.

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