DISCURSO – PREMIO ACADEMIA DE BELLAS ARTES 2024

Hoy 29 de abril de 2025 es un día que se inscribe en la memoria de nuestro querido Teatro Nescafé de las Artes, un espacio escénico que ha sido guardián de historias y sueños para varias generaciones desde que en 1949 Humberto Ghivarello, su fundador, abrió sus puertas bajo el nombre Teatro Marconi. Recibir este premio, especialmente en esta, la primera ocasión en que se le otorga a un teatro, es un honor que comparto con todos aquellos que han sido parte de este viaje que, contra todo pronóstico, continúa con el viento a su favor, navegando hacia el futuro más allá del horizonte.

Desde el momento en que mi abuela materna,  Marietta Bezic, una universitaria que llegó a Chile desde Viena con la firme convicción de que un hogar sin un teatro cerca era un hogar incompleto, su legado se ha tejido en cada rincón de mi historia. La pasión que sentí desde niño por los teatros ha sido un hilo conductor en mi vida. He estudiado sus butacas, recorrido sus pasillos, he trabajado en sus casetas técnicas, extrayendo aprendizaje para hacerlo mejor cada día y para entregar al público recuerdos que atesore y vivencias que quiera repetir.

Y como una curiosa coincidencia que hoy cobra sentido, justo frente al lugar donde nos encontramos —la Academia Chilena de Bellas Artes—, mi tía Tonka Domic, hermana de mi madre, tuvo durante años su escuela de ballet. Fue ella quien me abrió por primera vez las puertas al mundo de las artes.

Alfredo Saint-Jean recibe su distinción de manos de Ramón Núñez, premio nacional de Artes Escénicas.

Además, desde niño, en la academia de teatro del INBA Internado Nacional Barros Arana, tuve el privilegio de compartir con Ramón Núñez, hoy Premio Nacional; a través de él vi lo que era un artista extraordinario, y rápidamente encontré mi lugar, fuera de las luces. Distinguí que mi talento era hacer brillar la escena y a sus artistas, con la mayor excelencia.

Este reconocimiento honra el trabajo de un colectivo. Porque el teatro, en esencia, es una construcción compartida, y quienes conforman su musculatura —desde la dirección hasta el último detalle operativo— saben que su labor es imprescindible. La Academia Chilena de Bellas Artes, al otorgar este premio reconoce también a ese entramado humano: al equipo de dirección, encabezado hoy con agudeza y visión por Irene González Peña; al equipo de programación, comunicaciones, producción, a los técnicos, boleteros, acomodadoras, a quienes atienden nuestra cafetería, y por supuesto, a los artistas. Todos ellos son parte de un engranaje minucioso que sostiene con compromiso y respeto el vínculo con el público. Y justamente Engranaje es el nombre de la empresa que creamos para administrar el Teatro de las Artes, una osadía que emprendieron dos hermanas y sus dos maridos, aprovecho de saludar a Maria Eugenía Gonzalez Peña y Cristián Friedrich Aldunate, que fueron un pilar en nuestros primeros años. Todas estas personas son, sin duda, los verdaderos artífices de esta magia, un equipo lleno de ganas, risas, que hacen del teatro una fiesta, tal como me enseñó mi madre Soca Vinka Domic Besic.

Para que el público conozca de nuestra programación, también ha sido primordial la cercana relación con los medios de comunicación, quienes siempre han tenido la generosidad de interesarse y compartir con las audiencias la programación de nuestro teatro, a ellos gracias por ser también parte de este proyecto y comprometerse en la difusión del arte.

Y quiero ir aún más allá: agradecer a absolutamente todas las personas que, a lo largo de los años, han contribuido desde distintos roles a que este teatro viva. A los promotores, productores, diseñadores, iluminadores, escenógrafos, a quienes limpian, cuidan y resguardan cada rincón de este lugar. A los artistas que han pisado su escenario con pasión y entrega. Y también —muy especialmente— al público. A ese ciudadano o ciudadana que, sin saberlo, ha construido junto a nosotros el archivo vivo del teatro. Que guarda en su memoria ese día en que rió, lloró, amó, sintió rabia o miedo. Ese día en que algo se removió en su interior y salió de la sala distinto de como entró. Ese también es un acto de creación.

Quiero agradecer la presencia de Gerardo Imbarack director de comunicaciones de Asuntos Públicos en representación de Nestlé Chile.

Y permítanme que, en esta tarde, hable de algo que nos enorgullece profundamente: la alianza que hemos construido con Nescafé, una marca que nos ha acompañado durante más quince años. Esta colaboración no solo ha derribado mitos y prejuicios, sino que ha demostrado el inmenso valor que tiene para una empresa privada contribuir, de manera sostenida y comprometida, al desarrollo de un proyecto cultural.  Nescafé no solo ha sido un apoyo económico, ha sido un socio que ha confiado plenamente en nuestro trabajo, nos ha brindado siempre libertad creativa y ha comprendido que el arte emerge cuando se respeta su autonomía. Quiero agradecer muy especialmente a Juan Pablo Cañas y Sandra Rivas alquimistas de este milagro, con quienes nos volcamos en extensas reuniones de trabajo para llevar una idea a un proyecto realizable y sostenible. Lo que hace quince años fue una idea audaz, hoy cuenta con decenas de socios colaboradores y se ha expandido a otros escenarios en todo Chile, a través de nuestras propias producciones, nuestra residencia artística dirigida por el versátil director Felipe Molina y el Ballet Teatro Nescafé de las Artes, dirigido por la destacada bailarina y coreógrafo Sara Nieto.

Este premio, por lo tanto, reconoce el valioso aporte de Nescafé al arte y la cultura. Su compromiso no solo apoya el desarrollo artístico, sino que contribuye realmente a construir una sociedad mejor, dejando un impacto social profundo. Ojalá su ejemplo inspire a otras empresas a seguir su camino, asumiendo un rol activo y generando transformación social. Con esta convicción, esperamos seguir contando con Nescafé, construyendo juntos nuevos caminos donde el arte exprese quienes somos.

A lo largo de los años, he visto como los teatros transforman vidas, enriquecen entornos, brindan seguridad, fortalecen el sentido de pertenencia y dinamizan el comercio. En esencia, construyen comunidad. De esto hemos sido testigos privilegiados, porque hemos contemplado como ha florecido la vida de barrio en torno al teatro. Por eso, quiero aprovechar esta tribuna para decir que, como sociedad, no podemos permitir que ningún teatro cierre sus puertas, que donde hubo un teatro, siga siempre existiendo un espacio para las artes. Estos espacios no solo representan a sus habitantes, sino que los identifican y los cohesionan. Esa protección y reconocimiento que hoy celebramos debe estar consagrada en una ley de la República, que resguarde el rol cultural y social de los teatros como bienes esenciales para la vida democrática.

Eso es precisamente lo que hemos construido en el Teatro Nescafé de las Artes: un lugar donde cada espectador pueda sentirse parte de una experiencia sensible que atesore en su memoria.

Finalmente, quiero expresar mi más profundo agradecimiento a la Academia Chilena de Bellas Artes por este honor. Significa mucho para nosotros, no solo por el reconocimiento, sino por la mirada y el valor que nos han otorgado. Pondremos todo nuestro esfuerzo para honrar este reconocimiento con el mismo compromiso y dedicación que nos ha guiado hasta hoy, extendiéndolo en el tiempo de generación en generación. Les invito a seguir soñando y construyendo juntos, porque en el teatro siempre hay un espacio para todos.

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