El escritor Reynaldo Lacámara.

Antonio Martínez de Cala nace en Lebrija en 1444 y fallece en Alcalá de Henares 1522, hoy conocido como Antonio de Nebrija. El 2 de julio recién pasado se cumplió el quinto centenario de su muerte.

Uno de los más destacados humanistas españoles y autor de la Gramática Castellana en 1492, fue el primer filólogo que estudió una lengua romance. En ese tiempo, para algunos solo eran dignas de ser consideradas las lenguas clásicas, el latín y el griego.

El año de 1492 coincide con el viaje de Cristóbal Colón a América. Pocos años antes los reinos organizados de Castilla, León, Aragón y otros habían liberado las tierras del sur (Andalucía) en manos de los árabes, también en fechas cercanas se decretó la expulsión de la península ibérica de los judíos e islámicos no conversos al cristianismo.

Todo aquello fueron planes de los reyes Fernando e Isabel la Católica para crear un imperio fuerte y cohesionado. Al mismo tiempo y probablemente en un sentido contrario Antonio de Nebrija profundizó el idioma castellano con su gramática, y le dio a la palabra un sentido unitario y no hegemónico.

Es bueno recordar que, más allá de la funcionalidad que le es propia, la Palabra es portadora de un sentido y objetivo que no solo constituyen nuestra identidad, como seres autoconscientes, sino que además nos ubican en el umbral de la creación y la belleza como proyección de lo humano… como referente y destino.

Con más de treinta ediciones el libro (la Gramática Castellana) tuvo un éxito extraordinario, con él se extendió el estudio de las humanidades y el cultivo renacentista de las letras. Con esta nueva gramática escribieron autores de la talla de Teresa de Ávila o Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Cervantes, Fray Luis de León y otros.

Cabe mencionar que el humanismo renacentista es un movimiento intelectual y filosófico europeo, originado en Italia, durante el siglo XIV. Está fuertemente ligado al Renacimiento. Algunos de sus notables promotores fueron: Dante Alighieri, Francesco Petrarca, Giovanni Boccaccio. Dante, por ejemplo, escribió en lengua Florentina, un idioma romance, pero no fue, sino hasta el impulso vital a la palabra que le diera Antonio de Nebrija que el Renacimiento logró imponerse en toda Europa.

Es así cómo la aproximación a esa misma Palabra, en su dimensión oral o escrita, nos permite descubrir (y descubrirnos) en una dimensión que otorga a la existencia una densidad distinta y referencial. La Palabra no solo crea realidades sino que también las cualifica, es decir las humaniza.

Somos la única especie en este planeta con autoconciencia de la vida y de la muerte y además con la capacidad de comunicar esa experiencia.

Polímata, astrónomo, pedagogo, teólogo, jurisconsulto, poeta y editor, allá por el año en referencia, quiso dar cuenta ya no solo de esta característica y capacidad de la Palabra, sino que además buscó establecer aquello que la convertiría en lengua e instrumento de unificación de la recién reconquistada península ibérica. Hablamos de Antonio de Nebrija.

Marcado por un profundo espíritu humanista Nebrija asoma en el horizonte de la cultura hispánica como un precursor de los estudios gramaticales, pero además como un hombre polifuncional y con una mirada que trasciende lo meramente académico para instalarse en el horizonte de todo aquello que enriquece la reflexión, el análisis y la propuesta desde la vida misma y no solo desde la teoría.

El humanismo de Nebrija, es decir su visión de lo humano como eje central en la construcción social, política y económica del espacio geográfico que empezaban a unificar Fernando e Isabel la Católica, le permitió entender que la instrumentalidad de una lengua, expresada en términos gramaticales, excedía lo normativo para vincularse con un modo claro y preciso de entender la palabra, la política y el ser humano.

Su gramática de la Lengua Castellana, es mucho más que un manual de consulta, normativo y leguleyo. Es una propuesta de unificación cultural que permite, en primer lugar, rescatar el sentido de unidad por sobre el de uniformidad. La unidad, en todas sus expresiones, se construye desde la pluralidad como eje y valor insustituible. La uniformidad, por el contrario, es verticalista y hegemónica, tanto en su origen como en su destino.

La Palabra, oral o escrita, es siempre ( o así debiera serlo) un instrumento de unidad e inclusión. Antonio de Nebrija, como buen humanista, lo sabía y lo proponía de ese modo.

El humanismo renacentista, ya mencionado, se caracteriza por la centralidad que otorga al ser humano en sus análisis y propuestas. Esto se expresa, por ejemplo, en la autonomía absoluta del individuo frente a cualquier planteamiento o doctrina hegemónica, en un claro y marcado secularismo, el cual plantea la absoluta libertad e independencia de la sociedad, y sus instituciones, frente a la religión.

Este planteamiento le valió un juicio por parte de la Inquisición. Este juicio marchaba muy mal para él, y el probable derrotero era la condena a muerte, al igual que lo acontecido a Giordano Bruno, entre muchos otros. Solo la intervención del Arzobispado de Sevilla, lugar en donde Nebrija había trabajado, le salvó la vida.

Dentro de este espíritu, y ambiente, se debe entender el aporte que significa la Gramática de la Lengua Castellana de Antonio de Nebrija. Estamos ante el primer texto normativo de una lengua romance, es decir derivada del latín. Esta obra también servirá como inspiración y fundamento para publicaciones posteriores, dedicadas a lenguas como el francés y el italiano, por ejemplo.

Si en algo la vigencia de Antonio de Nebrija debería cuestionarnos y movilizarnos es en su pasión por el Ser Humano y la Palabra. Entendidos ambos no solo como realidades culturales, sociales o lingüísticas, si no por sobre todo como fundamentos de nuestro propio camino de humanización. La deshumanización progresiva del espacio histórico, y social que nos toca vivir, ha ido de la mano con la desvalorización y perversión de la Palabra en todas sus dimensiones.

No se trata de convertirnos en celosos guardianes de la ortodoxia lingüística, pero si de socializar el esfuerzo por devolverle a nuestra lengua su riqueza primordial y su aporte insustituible en la construcción de una sociedad a escala humana y no simplemente funcional o consumista. El deterioro del lenguaje implica y refleja siempre un deterioro de lo humano.

La vigencia del pensamiento de Nebrija, está sobretodo, relacionada con el desafío de incorporar, en todo aquello que tiene relación con la construcción de la sociedad, la cultura, el arte, etcétera, la preponderancia del ser humano como destinatario y artesano, al mismo tiempo, de un nuevo modo de abordar la existencia.

La Gramática no solo es una técnica que nos ayuda a ordenar nuestro modo de expresar ideas, para hacerlas más diáfanas, lógicas y transparentes, sino que además, tal y cómo lo entendió Nebrija, es un instrumento vinculado al arte de construir humanidad. Es decir, que en última instancia, la palabra escrita u oral (como ya hemos dicho) no solo nos define, sino que también nos válida en la tarea insoslayable para todo ser humano consciente de su dignidad, aquella tarea de transformar a diario el horizonte en que nos movemos, para hacerlo acogedor, fraterno solidario y profundamente humano. Tal y cómo lo merecemos.

Antonio de Nebrija, en lo global de su vida y su obra, se alza ante nosotros como un modelo cierto de pasión por el ser humano y la Palabra. Una pasión fructífera, fecunda, que no solo nos ofrece un instrumento de unidad lingüística y cultural, sino que por sobre todo permitió que la formalidad del lenguaje se vinculara con el desafío permanente de colocar al ser humano en el centro de nuestros anhelos, nuestras pasiones…y sobre todo de nuestro presente y futuro.

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