¿Cómo vio la luz su libro, “Cuadernos poéticos indispensables”?

-Hace diez años cuando ya tenía este libro casi listo, una amiga muy docta en literatura, después de hacer una alta valoración de lo escrito, me recomendó que antes de publicar, lo dejara a envejecer como los buenos vinos tintos. Sin revisar por un tiempo, releyera «La Araucana» de Alonso de Ercilla, «Lautaro» de Isidora Aguirre, «El joven libertador de Arauco» de Fernando Alegría, «Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano y otros libros de grandes maestros de la literatura universal. Ya pasaron los años y se siguen repitiendo muchas fechorías contra los pueblos originarios.

Por eso decidí sacar a la luz pública este texto como cuadernos, casi como cuadernos abiertos, con la idea de que caiga en buenas y piadosas manos, para continuar su desarrollo, motivar o incluso interpretar algunos trozos como base para algunas lecturas poéticas dramatizadas o más audaz aún, hacer alguna obra de teatro.

«Cuadernos poéticos indispensables», es una colección de cuadernos numerados en español, mapudungún, aymará y algunos también en latín… (ríe).

¿Cómo fue el proceso creativo?

-No es un libraco hecho de un día para otro. Ha pasado mucha agua río abajo y es muy difícil que ese río se vuelva río arriba. Pero tampoco nadie se baña dos veces en el mismo río.

Son poemas escritos en diferentes épocas de mi vida, con diversas presiones conocidas, no conocidas y no muy conocidas.

El autor con el destacado arquitecto Miguel Lawner.

¿De dónde nació la idea de plasmar en poemas su sentir ligado a los pueblos originarios?

-Es una inquietud, que quizás nací con ella. Estoy casi convencido que mis antepasados eran pehuenches. Este libro de poemas, con matices de un ensayo, es una situación y epopeyas de los Pueblos Originarios. Por eso hay varios poemas que articulé con pasión juvenil y libertaria, en estos días que cumplo 74 años.

¿Es un poemario épico?

-Sí. Visto así, esto tiene rasgos épicos, sin ser un libro escrito por un historiador inmerso en sus batallas directas.

Hasta se podría decir  que veo en esta poesía una voz potente, para mantener la esperanza en tener sueños y vivir un proceso de continuar construyendo una utopía.

En aspectos relacionados con el genocidio, por rabias encerradas por años, no pude contener momentos recogidos en otros momentos, donde llego a ser atrevido y grosero con determinadas instituciones.

¿Cómo fue entonces su trabajo?

-Este libro es una obra escrita, con muchos sacrificios, con fuertes raíces en nuestros pueblos originarios (también con personajes imaginarios) recogido en mis correrías y también en los relatos de mis parientes y amigos, conocidos y no conocidos, algunos dignamente muy antiguos y quizás relatos desde tiempos ancestrales.

¿Cuáles son, en su opinión, los valores más importantes de su obra?

-Como poeta me tomo muchas libertades en interpretar varios aspectos históricos y culturales teniendo en el centro la paz, la igualdad, la fraternidad y la solidaridad entre los pueblos, incluso expresando diversas formas de lucha hasta conquistar esos derechos.

La vida es vida, la alegría es alegría, el amor es también amor y mucho amor.

Termino cantando aquello que quizás nos pueda unir, acercándonos a esa esquiva utopía del país fraterno donde todos seamos hermanos.

¿Podría decirse que es una poesía política?

-Si me dicen sarcásticamente que es una poesía política. ¡Es una poesía política!

Si me dicen inamistosamente que es una poesía panfletaria. Es una poesía panfletaria.

Es lo que soy y es lo que me dice mi conciencia a través de la expresión de mis fuerzas espirituales.

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