Nada justifica la irracionalidad y la violencia destructiva. Pero la ciudadanía ha mostrado una explosión de rabia e impotencia por el mal manejo político. Desde hace años vengo denunciando – con un alto costo personal y político- un modelo de desarrollo abusivo, la ruptura de los límites éticos, la Sociedad del Desdén caracterizada por un desprecio hacia el ciudadano, el creciente deterioro de los bienes públicos, el incremento ilegítimo de bienes privados mal habidos, el desnaturalizado individualismo estructural del modelo, el quiebre de las instituciones tradicionales, la ruptura de la democracia al no respetar la soberanía del pueblo, el doble estándar de la justicia, el ambiente de impunidad y violencia normalizada.

Sin perjuicio de otras causales que contribuyen, por ejemplo, el materialismo estructural del sistema, medios de comunicación que idiotizan a sus audiencias, un narcodelito instalado en Chile en total impunidad. Esto ocurre por la complicidad, por acción u omisión, de las autoridades de uno y otro color. Todo esto se ha visto agravado por la realidad paralela o la burbuja en que se mueve la élite política, con sueldos y privilegios millonarios.

No se promueve otro modelo, sino que se pide darle sentido social, que la competencia se equilibre con solidaridad, los bienes públicos con los bienes privados.

A lo anterior se le adiciona un deterioro creciente de las instituciones tradicionales, de todo tipo. La calidad de la política y los políticos está gravemente cuestionada, la lenidad, es decir, la impunidad de la ineptitud en la función pública. La connivencia, es decir, el establecer un ambiente de complicidad o protección mutua. A lo que se agrega la ruptura de los límites en todo tipo de relaciones, una libertad sin límites que se transformó en libertinaje, una tolerancia mal entendida que abre amplias avenidas a la intolerancia. En suma, una sociedad de liderazgos mediocres y funcionales a interés de personas o grupos de poder. Los llamados a orientar ética y filosóficamente contagiados de este ambiente.

Los hechos del FIN DE SEMANA NEGRO, que dan lugar a este comentario, eran de toda evidencia, se anunciaron profusamente, se difundió calendario con horarios y lugares incluidos, lo que se verificó un día antes en un dramático ensayo.

¿Qué pasó con la autoridad política en Chile? ¿Qué distrajo a los analistas de Palacio? ¿Qué ocurre con la inteligencia en Chile? ¿Para qué sirve la ANI Agencia Nacional de (Des) Inteligencia? ¿Es que acaso la autoridad no escucha esta información?

Una vez más los militares darán un respiro al caos. Pero, será algo transitorio. Los pilares estructurales de nuestra institucionalidad y su modelo de desarrollo están colapsando. Esa es la causa basal de esta erupción social, la presión social reclama por el abuso y la impunidad, por un modelo de desarrollo pleno de inequidad, que exige demasiados sacrificios a amplios sectores ciudadanos y los beneficios se concentran en muy pocos.

Nadie puede cantar victoria, la derecha económica está matando la “Gallina de los Huevos de oro”; la Derecha Social (que promuevo) tiene su mayor oportunidad; el centro político puede reencontrarse con las altas prioridades sociales que extravió hace tiempo; la Izquierda puede mostrar su sensibilidad social con respeto al orden o profundizar su asociación con el caos.

Veremos quienes apagan el incendio con bencina.

Esta situación se desbordó por ineptitud política, insensibilidad social y excesivo estado de confort de la élite política y económica. Se puede controlar, estamos a tiempo. Pero, la reacción política (especialmente en el gobierno) debe ser de autoreconocimiento de los errores, declarar voluntad de corregir, de escuchar a la sociedad civil, de respeto a la democracia, es decir, a la voluntad popular.

Cuidado que esto no ha terminado. Los muros institucionales están fracturados. Si no se toman las medidas adecuadas, todavía se puede derrumbar la débil estructura y allí conoceremos el verdadero caos.

Por lo mismo, propongo, ante este grave cuadro de descomposición institucional, la necesidad de asumir y reconocer la crisis social que afecta gravemente la calidad de vida de los chilenos. Repudiar el nivel de abuso e impunidad a que nos ha llevado un modelo de desarrollo que multiplica la iniquidad, lo que llevo a la ciudadanía a este estallido social.

Nada justifica la irracionalidad y la violencia destructiva. Debemos hacer todo lo necesario para devolver al país la tranquilidad y prudencia. Hago un llamado en el sentido que abuso e impunidad no se combate con más de lo mismo. Chile debe recuperar el orden y el imperio de la justicia, para ello la ciudadanía tiene un rol determinante.

La política debe dejar de servir intereses particulares o de grupos, salir de la burbuja que genera la realidad paralela de confort y privilegios y ponerse al servicio de Chile y especialmente de la calidad de vida de los chilenos. Es necesario revalorar y dar vigor a la democracia, eso se logra con diálogo honesto, en el mutuo respeto, cautelando principios y valores tradicionales y con una legalidad respetada por todos.

Todos los liderazgos de nuestro país deben volcar sus capacidades para hacer que las instituciones funcionen y cumplan con su misión de servicio, en el marco del derecho, eficiencia y oportunidad. Promoviendo la paz y el respeto mutuo. Me pongo a disposición para ayudar donde se estime que puedo ser útil y necesario.

El Presidente Piñera debe iniciar las acciones para un diálogo amplio que permita fundar un Acuerdo Nacional que sirva de pacto social.  Al tiempo que debe reestructurar su gabinete con personas que encarnen experiencia, competencia, respeto y buen criterio político, para generar las confianzas necesarias en la ciudadanía.

 

Carlos Cantero Ojeda. Geógrafo, Master y Doctor en Sociología. Académico, conferencista y pensador laico chileno. Consultor y Asesor sobre adaptabilidad a la Sociedad Digital y Gestión del Conocimiento.

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