La presentación de Alejandra Matus del libro “Insolentes” de Eva Mallén Débia:

Escribo estas cortas palabras para presentar este libro, imprescindible en la era de cambio, que vivimos. Probablemente, usted conoce algo de la historia de algunas de estas mujeres y de un puñado de ellas, por separado, existen biografías más profundas. La autora no se propone sorprenderlo con el análisis crítico de sus obras, ni con la enumeración de las marcas de su legado.

La sorpresa, el milagro de esta obra de Eva Débia es componer un caleidoscopio con la ruta dolorosa que cada una de ellas recorrió para poder expresarse y ser.

No han desaparecido aún todas las convenciones sociales que obligan a la mujer a ocupar un lugar subordinado en la sociedad y también en las áreas que podemos creer más vanguardistas, como las artes. Basta darse una vuelta por museos, antologías literarias, festivales musicales para constatar que aún predomina el reconocimiento a los talentos masculinos. Este libro nos hace mirar todavía más lejos, debajo de la mesa, detrás del escenario.

A través de la historia de estas mujeres que fueron castigadas, cada cual a su modo, por la insolencia de contravenir el plan que la sociedad y su familia tenían para ellas, se puede sentir el silencio horroroso de todas esas otras cuyos nombres no conocemos, porque su voz fue apagada antes de manifestarse en un poema, en una canción.

Común a estas mujeres extraordinarias, entre otras formas punitivas, está el castigo por desafiar el protocolo de la maternidad. Hay en estas páginas niños que mueren o son apartados de la pecadora, porque la artista no gozaba del privilegio que han tenido históricamente los hombres: esa persona sin nombre que se queda en casa a cargo de las labores domésticas, criando. Aunque a veces se anota en las biografías póstumas de aquellos el detalle de haber abandonado a un hijo o a una hija, tal renuncia no se le ha enrostrado mientras su arte crecía. Ser “malos padres” no les impidió subir al escenario.

Eva Mallén Débia Oyarzún.

Todas estas insolentes desafiaron a la sociedad en que nacieron, cuando aún no existía o se había reconocido recién el derecho de las mujeres a votar, a educarse. En ese Chile de los siglos XIX y mediados del XX, estremecido por terremotos y pobreza, ninguna se rebeló por una convicción ideológica previa. Un talento instintivo, salvaje, incontrolable aún para ellas mismas, las empujó a la desobediencia y, por lo tanto, las expuso a la furia de la sociedad.

Algunas fueron lapidadas por sus propios padres, sus hermanos y hermanas. Entraron iracundas a las camarillas artísticas, tejiendo estrategias para ser aceptadas: la seducción, algunas; la violencia, otras. Y adoptaron sus modos: bebieron y fumaron en exceso, tuvieron amantes y abandonaron a sus crías. Pero la oveja, vestida con piel de lobo, siguió siendo oveja y su desvergüenza la pagó con encierro, tortura, muerte.

Las mujeres que ha escogido Eva, eran más grandes que su cuna, que la leche que las amantó, que las reglas del padre y antes de extinguirse brillaron con tanta fuerza, que aún nos ciega su resplandor. La audiencia, nosotras, hemos podido leerlas, escucharlas, verlas en las tablas, ignorantes del dolor que transforman en belleza. Aquí Eva nos las muestra en su doméstica humanidad y nos permite reconocernos en ellas, llorar con ellas, gritar de rabia. Sin decir esta boca es mía, la autora nos revela que estas hembras nos abrieron el camino y querámoslo o no, tenemos la responsabilidad de nosotras abrirlo para las niñas que vienen, hasta que ninguna sea castigada por ser.

 

Alejandra Matus

Periodista y escritora · noviembre 2019

Fotografía de Eva Mallén Débia: Caro Brown.

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