El escritor Hernán Rivera Letelier (1950) pasó su infancia en un campamento minero, por lo que no tuvo mucho contacto con plantas, o en este caso con un jardín. «Vi un árbol por primera vez a los nueve años cuando me fui a Antofagasta. Fue maravilloso, porque ni siquiera había visto uno en el cine. No podía ir [al cine] porque mis padres eran evangélicos», le cuenta el narrador a Cristián Warnken en Desde el Jardín.

Fanático del club deportivo de fútbol Colo Colo y de las rancheras, Letelier es un hombre de costumbres. Sigue escribiendo en su casa de Antofagasta y disfruta cuando sale a tomar café al mismo lugar de siempre.

El vivo silencio del desierto

El autor de La Reina Isabel cantaba rancheras (1994) siente una profunda admiración por la vida que le entregó el norte: «Como me crié en el desierto, llevo el silencio dentro, porque es la puerta de entrada de la espiritualidad», dice.

Para Letelier hay tres paisajes que le permiten al hombre encontrarse consigo mismo: el mar, la montaña y el desierto. «Yo creo que el desierto me enseñó a conocerme, lo que es fundamental para empezar a escribir», señala. Continúa: «Es un lugar que hay que saber ver. Los atardeceres son escandalosamente bellos».

«[El desierto] está tan vivo y tan potente que yo siempre he dicho: si no hubiese crecido [en ese lugar], no me hubiese convertido en escritor. Aunque no hay flora ni fauna y lo que reina es el reino mineral, hay un silencio que es transparente, que es puro, tan puro que a veces se escucha el crujir de los dientes de las piedras», relata.

Las inspiraciones que marcaron su trabajo

Su nuevo libro, El autodidacta (Alfaguara, 2019) enfrenta el mundo del boxeo y de un joven minero que entra en el mundo de la poesía. El boxeador está inspirado en su hermano, quien experimentó con dicha actividad durante su juventud, y el protagonista pasa a ser el alter ego de Letelier, quien señala que «para vivir en ese desierto hay que ser duro, tener humor y espiritualidad».

Su primer libro de poesías llegó a sus manos cuando tenía 24 años. «Marcaría un hito en mi vida», cuenta. Gracias a la Antología de la poesía chilena contemporánea, de Alfonso Calderón, conoció a Enrique LihnNicanor ParraPablo de Rokha y Vicente Huidobro, entre otros, que lo llevarían a repensar su forma de escribir.

Como señala Warnken, en El autodidacta el narrador habla de «la soledad paquidérmica de la pampa» y esto se debe a que, como cuenta Letelier, durante su infancia se alejaba de sus amigos y se iba a caminar solo. «Nosotros necesitamos una dosis de silencio y de soledad diariamente», dice el autor.

-¿Cuál es la espiritualidad con la que ha entrado en contacto?- pregunta Warnken.

«Con la poética», responde inmediatamente Letelier. «Para mí la poesía es lo que le da vida al arte».

Otra inspiración durante su trayectoria fue la novela Adán Buenosayres. Letelier dice que «es un libro fundamental para quien comienza a escribir». Para él, su autor Leopoldo Marechal le demostró que también se podía hacer poesía en prosa y, al descubrir su libro, supo que trabajaría en una novela.

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