Paz es un estado de armonía con uno mismo y paz social la armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos destructivos.”

Ello nos coloca ante una interrogante crucial ¿es posible la paz social en el Chile de hoy?

Las circunstancias y el contexto son profundamente complejos. Una vez superada la cruel pandemia seguiremos haciendo frente a las consecuencias y el daño colateral que deja a su paso. Volver a la normalidad no es caminar por la calle libres de mascarilla, del distanciamiento social o de la aplicación constante de alcohol gel. Volver a la normalidad es volver a afrontar aquellos problemas que quedaron en espera a causa de la pandemia, la memoria es muy frágil, sin memoria no somos nada, y nuestro país hace ya casi un par de años se enfrentó a otra coyuntura sociopolítica, el Estallido Social, fenómeno el cual, sin perjuicio de la vereda en que se quiera observar, no estuvo exento de luces ni de sombras, pero que sin duda fue menester para que las demandas llegaran a los oídos de la clase política y se enteraran de buena vez lo que sus representados sufrían. Y a ciencia cierta, un político que no es capaz de escuchar lo que su pueblo pide no contribuye a la paz, verdaderamente no sirve para nada.

El camino por intentar alcanzar la paz social es largo, empedrado, lleno de obstáculos, y vaya que podría ser mucho más tedioso si alguien tuviera la brillante idea de instalar una caseta de peaje para cobrar por transitar en él. Gracias a Dios aún no es así.

Sin embargo, lejos de cualquier sátira al respecto, la vía para alcanzar la paz social puede explicarse desde los fundamentos de las ciencias sociales en las que “con recursos limitados se busca satisfacer necesidades ilimitadas”. Bajo esa premisa podemos indagar lisa y llanamente en lo que exigen las personas en el día a día, no se necesita ser un sociólogo o un economista experimentado, se trata de sacar afuera nuestro lado humano y por un segundo empatizar con las carencias del otro, darnos cuenta que son cosas básicas aquello que se pide, mejores sueldos, mejor sistema de salud, educación de calidad enfocada en el desarrollo integral,  no uno competitivo, políticas públicas enfocadas en el bien común y las personas, no en el bolsillo de unos pocos.

Vivimos una crisis sin precedentes, llena de contradicciones. La gente está obligada a quedarse en sus casas, a no poder trabajar. Por precaución generamos aforos para reuniones, pero apenas una comuna sale del paso uno abrimos los malls y centros comerciales y el transporte público se ve colapsado y saturado. Algo que resulta aún más vergonzoso, financiamos esta crisis con nuestros propios ahorros. Tal vez alguien desde un bando más conservador pensará que atentamos en contra de nuestras futuras pensiones de jubilación, pero así también su contrario ideológico pensará que se le está dando un gran golpe a los sistemas de pensiones. Ambas visiones, para el paradigma actual, son irrelevantes. No puede ser posible que el pueblo de Chile se esté sacando a sí mismo del pozo, ¿Chile ayuda a Chile? O más bien es el mismo trabajador quien extiende su mano para salvarse del ahogo de las deudas, de cargar y alimentar a una familia, porque, aunque la clase política sienta que por haber aprobado un segundo, tercer o cuarto retiro ya pueden dormir tranquilos, aquellos que ganan menos de $400.000 al mes no lo hacen, pues su insomnio se ve justificado en pasar largas y tendidas horas haciendo grandes operaciones aritméticas para que el salario logre cubrir todo. Eso no es paz, tampoco es vivir, eso se llama sobrevivir.

La verdadera paz llegara con un cambio de mentalidad y de cultura en aquellos que nos gobiernan y representan, que recuerden que no tendrían esos cargos y ese poder si no fuera porque el propio pueblo se los hubiese entregado por medio de su voto, y desde esa arista sepan posicionar su actuar en una forma consecuente.  Un buen político, un buen representante es aquel que como Cristo está impregnado con olor a sus ovejas, sabe lo que padecen y las conoce. Escuchar y nutrirse en el día a día de las personas, de tu cotidianidad es sin duda de las mejores escuelas de formación personal y los fundamentos para el enfoque de las políticas públicas. Un presidente jamás tendrá más valor que un trabajador del aseo, ni un senador es más importante que el trabajador de la construcción.

Si bien es cierto la paz es tarea de todos, ésta será inexistente si antes no se implementa la justicia, no como una aplicación frívola del derecho, sino más bien dando a cada uno lo suyo, una justicia social enfocada directamente en la satisfacción de esas necesidades, materiales e inmateriales, aclamadas. No son cosas que escapen de este mundo, son demandas entorno a temáticas necesarias para garantizar una vida digna para cada uno de los chilenos.

Sin ello el camino de la paz será un callejón sin salida, como una embarcación que se dirige precipitadamente a la tormenta. Más aún, si nuestros representantes insisten en su burda pugna de egos, de quien pega más fuerte frente a las cámaras, de quien acapara más micrófonos, caeremos en el mismo circulo vicioso histórico. Se dice que cada pueblo tiene el gobierno que merece, y tal vez el pecado de Chile lo estamos pagando hoy, haber entregado algo tan sagrado como la paz y la democracia a sujetos corrompidos por el poder y la codicia que anteponen sus intereses personales al bienestar social.

Santiago, mayo 2021

1 Comentario

  1. Excelente reflexión de nuestra realidad social, muchas felicitaciones a José David. Necesitamos jóvenes valientes que se atrevan a dar sus opiniones. Queremos un Chile más justo digno y en paz.

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