Luego de casi 70 años de un trabajo ininterrumpido que lo llevó a transmutar en música los diferentes colores, fragancias, sonidos, matices, dolores, y silencios del continente latinoamericano, el charango de Jaime Torres aletea en la infinitud.

Desde este 24 de diciembre, la historia y la identidad que encontraron refugio en su charango, entonan mantras y se convierten en trémolos que vuelan por el mundo, recorriendo nuevos escondrijos y laberintos visibilizando y eternizando los mil y un paisaje de la América India en el eco más dulce y revolucionario.

Jaime Torres con Ariel Ramírez y Mercedes Sosa.

La complejidad y la multiplicidad de factores que configuran el retrato de un gran artista popular suele contemplar no sólo su perfil o semblante, sino fundamentalmente la interacción de sus cualidades artísticas con el contexto sociocultural en el cual se han desarrollado. Jaime Torres es uno de los ejemplos más acabados de la relación que un artista establece con su entorno social.

En Zaragoza.

Y -al respecto- le pregunté allá por el 2005 en Zaragoza, qué era para él, la música? y mirándome a los ojos sonrió y dijo: “La música no es solamente música, en ella hay un tema profundamente social, porque el intérprete tiene que decidir qué quiere contar con el instrumento que elige, y…qué vamos a contar con el charango sino lo que siente el pueblo, sus dificultades y alegrías, su historia y sus sueños?”

En el concierto de Zaragoza, Jaime vestía poncho como casi siempre. El calor era agobiante. Entonces, luego de haber ejecutado algunos temas, explicó al público, que, si bien, por reivindicación y orgullo, su opción escénica era, fue y será vestir poncho, tenía esa noche que hacer una excepción, y quedarse en camisa. Contaba -mientras se lo quitaba: «Mi madre era una chola, y tuvo abandonar la pollera al inmigrar a Argentina …Esta noche es el calor el que me obliga a abandonar el poncho.” Su actitud era siempre reivindicar lo diferente, y visibilizar a través de la música, el patrimonio cultural del continente.

Sabemos quienes transitamos la senda del charango, que ese instrumento es un genuino vehículo cultural que trae la voz de nuestra América India…pero no menos cierto es que en brazos de Jaime Torres el charango tuvo voz propia, tanto que ello develó una cualidad artística indiscutida.

Con Horacio Durán del Inti Illimani.

Jaime abrazaba su charango como arrullándolo; un batir de alas traía consigo la simpleza de los Andes, sus manos danzaban encantando al diapasón, acariciando las cuerdas en movimientos imperceptibles lo que robaban al instrumento las más amorosas melodías y envolvían el aire de sutiles reminiscencias andinas.

Por todo esto y mucho más, es -sin dudas- una figura icónica que ha estimulado la inspiración de tantos artistas del mundo. Las causas del reconocimiento universal que se le tributa están fundadas principalmente en su habilidad musical, en el color particular que imprimió al interpretar su charango, la magia con la que convertía a los silencios en grandes protagonistas de la música, el tratamiento respetuoso e inclusivo que dio al folclor latinoamericano, y el férreo compromiso con la cultura.

La síntesis artística que logró Jaime Torres probablemente haya estado basada en sus propios criterios estéticos, pero la interpretación que logró del folclore, estuvo cargada de la sensibilidad que le transmitiera su padre quien le construyó su primer charango a quien recuerda diciendo “Mi viejo era ebanista, conocía la madera, pero más conocía a fondo el amor y hacia posible lo imposible como por ejemplo, construir mis charangos cuando no era posible comprar uno”.

Con su madre, Pastora.Fotografía del archivo Silvia Majul.

Jaime supo establecer un diálogo profundo con la vida “he tratado de caminar la vida, no de patinarla” decía, y, a través de sus andanzas visitó tierras quechuas y aimaras, supo interpelar la realidad en su justa dimensión y capitalizar las vivencias más profundas tanto así que su música estuvo entrañablemente ligada con su historia personal: “Nací en Tucumán, pero llegué a Buenos Aires siendo, con mis padres y crecí en un conventillo, entre calabreses, entre las calles 25 de mayo y Viamonte.” Mis padres eran bolivianos. Ser inmigrante nunca fue fácil, y ser inmigrante con rasgos collas, menos” …” Vivir en una sociedad que tiene modelos europeos y gringos hace que no miremos lo regional o nacional”.

Recordaba que cuando tenía 12 años escuchó a su maestra decir “El doce de octubre fue el día que llegó la civilización” y esperanzado reflexionaba diciendo que “El continente de América del Sur tiene otros horizontes, tiene una posibilidad formidable de reafirmarse a sí mismo”. De la mano de Jaime Torres el charango dijo presente en el mundo, integrándose a los diferentes ritmos y estilos, interactuando con el rock, el flamenco, el tango, la música docta, sinfónica y la fusión conservando siempre su esencia.

Si hay una palabra que define bien el lugar que Jaime Torres tuvo en el universo musical, esa es Charanguista. No en vano se lo conocerá como “el del charango” y, en honor a la verdad, fue el charango, no solo en manos de Jaime sino de cada intérprete de este instrumento, una herramienta de lucha por la resistencia de una cultura.

Y cierro este homenaje con las palabras de Gustavo Santaolalla, publicadas en las redes sociales porque sintetizan mi sentir

#JaimeTorres: Maestro, Amigo, Compañero, Esposo, Padre, Abuelo, Cacique ….
Querido Jaime, el viaje continúa.
Buen camino….

Ana Saladino
Presidente de “Charangos del Mundo”

Jaime Torres – Diablo suelto
Encuentro en el Estudio
Canal Encuentro – Ministerio de Educación de la Nación
República Argentina

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