En los años 2000, el director francés Vincent Moon* fue uno de los creadores de La Blogothèque que lanzó los “Conciertos para llevar”. Estos videos musicales más íntimos y grabados en lugares extraños de París, sacudieron el mundo de la música. “Reinventó el video musical”, escribió entonces el New York Times.
Moon llegó a dirigir videos musicales para Arcade Fire o REM.
“Crecí en París y filmaba muchos grupos allí en París”, contó a RFI. “A veces iba a Londres y Nueva York para filmar, pero seguía siendo el mismo mundo musical del rock indie. Y no imaginaba que la música iba más allá de esto.”
Con respecto a su colaboración con Arcade Fire por ejemplo, el francés se nota decepcionado: “trabajé con algunos grupos importantes, pero no necesariamente me gustó el resultado. Tuve la sensación profunda de perder mi libertad, de estar bajo el yugo de los productores, de los mánagers. Y rápidamente sentí un fuerte rechazo por el mundo del negocio musical.”
“Una investigación etnográfica y experimental”
Entonces Vincent Moon se aburrió y se arrancó a viajar por el mundo. “Me fui a viajar y seguí haciendo películas. Tenía mi cámara y mi ordenador en mi mochila”. Poco a poco se alejó de las músicas occidentales y fue al encuentro “de las músicas locales, que llaman tradicionales, músicas populares que unen a las comunidades, a veces a través de lo sagrado”, explica.
India, Brasil, Japón, Estados Unidos… En los últimos años, Moon viajó de país en país y documentó las músicas de tribus indígenas, de coros campesinos o de cantores de bares populares. Músicas que hacen vibrar de forma colectiva.
“Hice muchas películas en los últimos años: cerca de quinientas. Se trata de una suerte de investigación personal, que llamo etnográfica y experimental, sobre elementos de la realidad, sobre las vibraciones y la relación entre la música y lo sagrado. Fui a documentar rituales en lugares muy distintos del mundo. Con mi socia Priscilla Telmon, fuimos al Rayastán en India para filmar rituales sufis qawal, fuimos al estado de Tenessee en Estados Unidos para grabar cantos de iglesia que tienen una estructura muy particular.” Con su proyecto Híbridos, Moon propone una immersión en los rituales musicales afrobrasileños.
“Nos interesa mucho el transe, o la relación trascendental con la música”, agregó. “La idea nuestra es celebrar y volver a poner de moda esta relación comunitaria y ritual con la música, lejos del ego del artista, del genio solo en su escenario.”
La cueca, “muy punk en realidad”
A finales de enero, Vincent Moon estrenó en Santiago de Chile uno de sus últimos documentales ‘La Cueca antes de Dios’. Un acercamiento sensorial al mundo de la cueca: los bares, el baile, las voces potentes, la guitarra, los cuerpos que se acercan, la conquista del otro.
“La comparación es facil pero la cueca en Chile es un poco como el tango en Argentina, el fado en Portugal o la samba en Brasil”, explicó.
“En Chile, la gente se alejó de la cueca por culpa del dictador Pinochet, por que durante algunos años manipularon la cueca, la cortaron de sus raíces populares, caóticas, desordenadas y la quisieron convertir en algo muy limpio, con bailes bastante bobos”, apuntó Moon.
Para el francés, “la cueca en realidad es un ritual, donde la música es parte de un baile, que es parte de un espacio, va con la comida, con el alcohol incluso. Todo esto forma como una gran danza cósmica. Y esto me emocionó profundamente. Encontré que era una música muy punk en realidad, potente y rápida. Una suerte de explosión de amor y de energía.”
La libertad para evolucionar
“Pienso que hoy la cueca se está renovando ya que los jóvenes se interesan más en ella. Y como se la vuelven a apropriar y la vuelven a incorporar en sus creaciones, surgen cosas nuevas. Por ejemplo hay más grupos de mujeres.
Justamente porque la cueca fue denigrada, se genera un espacio mayor de experimentación. A diferencia del tango o del fado que tienen más dificultades en evolucionar, la cueca goza de un espacio de libertad extraordinario”, señaló.
En las películas musicales de Moon, no hay explicaciones, tampoco hay muchos datos. Moon dice que no se prepara. Apuesta por el momento, por la improvisación. Dejar bailar su cámara entre los cuerpos, en medio de las voces y los instrumentos. Y el ritmo se vuelve un latido al oído.
* Vincent Moon es el “nombre máscara” que eligió, en su juventud, el director de ciné francés Mathieu Saura. Así se llama un personaje de una novela del argentino Jorge Luis Borges.
Para descubrir más películas de Vincent Moon: www.vincentmoon.com.