Hace años atrás usted afirmó que la Piaf  “vivió la vida como si fuera a morir a cada instante”. ¿Así entiende su vida arriba del escenario, como ella?

-El escenario es el espacio más libre que uno puede poseer. En él se vive y muere en minutos, horas. Se vive la vida de otros, la propia, se vive sin moral. Solo existe tiempos relativos, donde la magia se apodera de todo.

¿La construcción del personaje se apoderó de usted?

-Estudié mucho su vida, sus dolores, sus adicciones, sus movimientos. Caminé por París, sus barrios, escuche su lenguaje, su fonética, sus colores, su alegría desbordada. Todo eso lo llevé a mí, a mis recuerdos, a mi vida y a mi voz. Así uno se apodera y le presta el alma a un personaje, en aire, movimiento, pensamiento, intuición. No sé quién se apodera de quién, ella o yo. Pero siempre antes de actuar, le digo a ella a través del viento que hoy cantaremos. Y así entro a escena.

Trabajé antes de Piaf por años con Pantheatre en Francia, una escuela de voz basada en el trabajo de Roy Hart,  ahí conocí a Izidor Leitinger, quien trabajaba con Linda en ese tiempo. Mi trabajo vocal es un proceso de años junto a Linda Wise, mi maestra de voz. Eso es muy importante para entender desde donde se canta, no es una imitación, es vivir el sonido de otro, su color, su idioma, su poesía. Todo eso en sonoridad.

¿Cómo fue su experiencia de vivir la Piaf en la obra?

-Mágica, difícil, lloré mucho por cantar en francés, un movimiento distinto en mi boca. Tuve un equipo detrás mío de alta excelencia. Marco Espinoza montó una obra con gran maestría y los actores y músicos fueron más que actores, fueron mi familia. Después vino el concierto, también fue de gran delicadeza. No es una música fácil, son himnos de amor, himnos sublimes. Bárbara Ruiz Tagle le dio frescura y entendió el mensaje de Piaf, ella es más que una voz, ella es una leyenda vocal. Transgredir en tiempos de guerra es un conflicto. Ella fue un torbellino y amó con locura. Le dio poder a la mujer. Ella eligió un destino y no se arrepintió de nada.

¿Qué le enseñó Linda Wise, la directora de la Escuela Experimental de la Voz Pantheatre de París?

-Linda Wise es una maestra de vida y de voz, es mi maestra. Ella me abrió una puerta distinta al sonido. Soy una privilegiada de tener gente como la de Pantheatre. La voz como un sueño, la voz sin límites, la voz como el sello íntimo de cada uno.

¿Cómo fue trabajar con el director original de la obra en Francia, Izidor Leitinger?

-Izidor es un gran artista y músico. Su trabajo como director musical fue duro y de excelencia. Ocho horas diarias por 5 meses, de lunes a lunes. Cada canción abarcaba un mundo sonoro, en los tonos de Piaf, en el color de Piaf. Artistas así te hacen crecer y aprender.

Usted es una actriz de sólida formación teatral, sin embargo, la vida profesional la ha puesto en un sitial de la música. En su registro está la compleja obra “Marat-Sade”, junto a los “Fantasmas borrachos” de Radrigán, o “La ópera de los tres centavos” de Brecht y recientemente, el musical “Mamma Mía”. ¿Se siente más actriz que cantante?

-Soy artista, mi oficio vive en mí. La música es parte de mi vida, nací con ella en mi casa, y la actuación llego en mi adolescencia. Uní dos mundos y hoy me paro en el escenario para vivir la música de un texto o una canción, para sentir y vibrar. Soy actriz y cantante a la vez, por eso soy artista. Siento lo que el director quiera que sienta. Y cuando se prende la luz del escenario vivo y muero con mi voz. Mamma Mía fue un despertar de primavera.

¿Siente usted que “Piaf, el musical”, es una obra que se acostumbra ver en este rubro?

-Estamos en tiempos de musicales, la música se está tomando los escenarios. Hace 10 años atrás no era tan común. Hoy estamos viviendo un rubro nuevo y hay que prepararse para eso. La gente quiere cantar.  La música es un medio de expresión muy poderoso. Tuve el privilegio de estudiar mi voz. Tuve grandes maestros de teatro.

¿Es un “teatro musical” o “un musical”, propiamente tal?

-Piaf es teatro musical. La palabra tiene libertad por sí sola. La música tiene respiración y ambas conviven en armonía. En un musical la música es quien lleva el ritmo, el carácter,  y el personaje es una nota musical más de una obra maestra.

 

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