Por esas cosas de la vida y la causalidad jungiana, sesenta y tres años después, en la actualidad, el 25 de septiembre, el país cultural tuvo un terremoto de iguales magnitudes en el Teatro Regional Cervantes de Valdivia. Los vecinos y vecinas, los invisibles de siempre, estrenaban a tablero vuelto un extracto de la obra icónica de Isidora Aguirre con la musicalización de Francisco Flores del Campo. Y lo hacían de manera profesional, con el rigor del canto y la actuación, con una orquesta de primer nivel, con un vestuario colorido, un sombrerero de alta alcurnia y una escenografía moderna, que rescataba la original.

La Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Valdivia, bajo la dirección teatral de Eugenia Fernández y con el concurso de las y los dirigentes vecinales, montaron un sueño que hizo que Isidora Aguirre resucitará en el mundo que más amaba: su pueblo.

La misma “Nené” Aguirre que se la jugó desde los primeros días de la dictadura, poniendo su casa a disposición para reuniones clandestinas de los comunistas, socialistas, mapucistas y miristas. Por su departamento, en la calle Rengo de Ñuñoa, pasaron connotados dirigentes políticos -talvez, los más buscados- por los aparatos represivos del régimen militar. Por esos días escribía con rebeldía su “¡Lautaro! Epopeya del Pueblo Mapuche”, estrenada recién en 1982.

Cuando terminó la presentación, el Teatro Cervantes de Valdivia explotó en ovaciones.  La gente lloraba desde la alcaldesa y el Gobernador, todas y todos de pie celebraban emocionados. La prensa valdiviana y el canal de televisión municipal fueron los únicos que dieron cuenta de este terremoto.

En tres meses ensayaron la obra, una y otra vez, hasta alcanzar el amor de la Carmela por Tomasito, él del “campo lindo y su perro el Fortuna”; la organización de las floristas para no perder su territorio usurpado a los pies de la iglesia San Francisco y de los coqueteos políticos del alcalde y de doña Laura, la madre del urbanista Valenzuela.

Lo triste de esta historia es que este sismo artístico, de la más alta consideración, tuvo la mudez de los grandes medios de comunicación, del “mainstream” de la farándula nacional. La soberbia del menosprecio a lo popular pareciera importar más que un portonazo -que, aunque vienen a la baja- fuera más noticia que la alegría y la lucha territorial de las floristas de la Aguirre.

Este ejemplo, podría sumarse al de la intérprete chilota Pastora Alfonsina y su banda, que triunfó en el Festival chileno-argentino de la Patagonia, y que ha renovado la expresión musical de la isla, sin renunciar a los orígenes del cantar isleño. Sin embargo, este valioso logro no existe en nuestros medios de comunicación tradicionales y nacionales.

Lo mismo habría que decir del Teatro El Riel que estrena sus obras en los sectores populares con convocatorias de muchos asistentes y sin noticias en la prensa.

Lo mismo qué pasó con los miles de actos poéticos, obras de teatro, exposiciones, conversatorios, lanzamientos de libros, festivales de canto en la Conmemoración por los 50 años del Golpe.

No hubo territorio en el país en que no se izara la bandera del “¡Nunca más!”

El ninguneo mistraliano, que vive el país en sus medios de comunicación hacia las artes, es inmenso. ¿Por qué se ignora la soberanía cultural?

Y seguimos igual, seguimos…

Por eso duele la falta de convicción por el valor de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

En estas horas, en el Congreso se debate el Presupuesto de la nación.

¿Y las Culturas, las Artes y el Patrimonio?

Muy bien, gracias.

La voz oficial dice que se invertirá en más infraestructura, iniciando obras en al menos nueve comunas apartadas de los centros urbanos tradicionales, como Puqueldon, Lonquimay, Saavedra, El Carmen, Petorca, entre otras…dando énfasis en las bibliotecas públicas, mejorando los museos para que puedan abrir sus puertas de lunes a domingo. Gran cosa. Nueve comunas versus 345…Poca cosa.

Se aumenta de un 0,44 a un 0,47 el presupuesto del ministerio. Se espera que no se vuelva a decir que “es el aumento mayor de la historia de la inversión en Cultura”.

Se discuten los fondos culturales cuando, en el mismo momento, miles de trabajadores de la cultura llenan formularios imposibles, como si fuera una financiera o un banco solicitando un crédito, para que le editen un libro, financien una película, o una exposición, o una obra de teatro, como denunciara el recordado Francisco Brugnoli, artista visual y director del MAC.

¿Y el 1 % para Cultura prometido?… La Unesco recomienda un 3% del Presupuesto de cada país…

La quinta rueda, el vagón de cola, las Artes, viajan por la carretera de la dulce espera.

Sin embargo, las respuestas no están lejos. La soberanía cultural canta, escribe, actúa y baila. Las réplicas del terremoto valdiviano podrían dar las claves para que Luchín no sea frágil como un volantín y que el pueblo unido se reencuentre, como nos recuerda Sergio Ortega, en su vuelta a casa. En reconocer a los vecinos que cantan al perro Fortuna y que la Carmela no necesite llegar a la ciudad. A la soberanía de los vecinos valdivianos que entonan y hacen un Chile que se aplauda con las manos izquierdas y derechas. Al Teatro El Riel que recorre las estaciones de los trabajadores y pobladores. A Pastora Alfonsina que nos recuerda que “Soy del Sur”, defendiendo la identidad territorial, a pesar de que los medios de comunicación callan y ningunean.

Chile, los presupuestos y los políticos, deberían ser consecuentes con su historia cultural. Y asumir que es un país que sigue temblando y que hay terremotos.

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