«De niña tuve una ídola: mi tía Adriana. En el 2007 la tomaron detenida y me enteré que en su juventud trabajó para la DINA, policía secreta del dictador Pinochet. Tiempo después, ya en democracia, se fugó del país mientras enfrentaba un proceso judicial por el asesinato de un importante dirigente comunista. Hoy mi tía vive una pesadilla. En Australia los residentes chilenos piden su extradición y marchan en su contra. El caso se ha vuelto mediático. No me di cuenta cómo me involucré en su terrible pasado y ahora soy parte de su delirante presente. Tengo un acceso privilegiado a los victimarios de la dictadura y estoy dispuesta a llegar a las últimas consecuencias para conocer la verdad y saber quién es realmente mi tía Adriana«. Con estas palabras, en la voz de Lissette, comienza el film documental que la joven realizadora audiovisual dirige y protagoniza.
En «El pacto de Adriana» documental estrenado en la Berlinale, Lissette Orozco busca romper el silencio de su tía haciendo un pacto consigo misma: llegar a la verdad sin importar las consecuencias.
«En todas las familias existen secretos, y la mía no es la excepción. Cuando era niña tuve una ídola, mi tía Adriana. La imitaba, al punto de caminar y reír como ella. Pero hace un tiempo me enteré que en su juventud trabajó para la DINA, la policía secreta de la dictadura de Pinochet, cuando yo ni siquiera nacía. Hoy ella está prófuga de la justicia, acusada de secuestro y asesinato. Decidí involucrarme en su pasado para poder conocerla realmente, para luego emprender un viaje y enfrentarla en el lugar en que se encuentra escondida. ¿Será posible una reconciliación?»
Se puede así avistar un cambio en el cine político chileno, ya que está dando paso a historias íntimas contadas en primera persona que pasan a ser colectivas cuando se ponen en la pantalla.
Estrenándose en Chile luego de un notable paso por festivales internacionales, “El pacto de Adriana” tiene en común con esas películas el hecho de que el proceso de la realizadora se instala en el centro de la narración y que la persona vinculada a los hechos ocurridos en la dictadura es un familiar cercano y querido. La diferencia es que acá no hablamos de una víctima, sino de una posible victimaria.