Este es un libro testimonial en que 24 periodistas relatan las experiencias que vivieron ese día de 1973. El prólogo lo escribió la Presidenta de la República, Michel Bachelet Jeria. Fue un día trágico, que “amaneció nublado”, recuerda Leonardo Cáceres, uno de los autores, quien ofició además como editor.
Los testimonios son variados. Veamos algunos:
“Entre las 8.30 y las 11 horas me dediqué a deambular por la acera sur de la Alameda, entre San Diego, Arturo Prat y Serrano. De repente alguien gritó que había un herido y apuntaba a una de las excavaciones del Metro, que estaba recién iniciando su construcción. Nos acercamos y vi el cuerpo de un hombre en una excavación, como a un metro de profundidad. Estaba boca abajo, inmóvil. Había una muleta a su lado. Le faltaba una pierna. Era gordito. Nadie se animaba a bajar a verlo” … “Alguien comentó: “Él era un cojito que vendía diarios aquí en la entrada de Ahumada”.
El relato es de Erasmo López Ávila, que en 1973 era reportero de Moneda del diario El Siglo.
Lidia Baltra trabajaba en la Editora Nacional Quimantú. Su experiencia fue distinta. “Yo ingresé por la puerta principal de Quimantú, y al cruzar el hall de entrada observé escaso movimiento en los diferentes pisos. Todo muy calmado, acallado el bullicio diario como con sordina. Empleados y periodistas serios, concentrados, conversaban en pequeños grupos hablando en voz baja”. Lidia regresó a su casa, no había en la empresa ni un arma con que los trabajadores se pudieran defender. “A los pocos días supimos que los milicos dispararon contra el edificio de Quimantú, trazas de lo cual quedaron en algún muro, y luego lo allanaron ensañándose con revistas y libros”.
Jorge Piña, quien vive en Roma y ha trabajado en Inter Press Service y en Associated Press, era redactor político del diario El Siglo, y no sabe por qué extraña razón su nombre nunca figuró en las listas de requeridos por los militares. “Traté de buscar trabajo en mi profesión, en publicaciones que siempre se dedicaron a la farándula o a temas policiales, pero encontré todas las puertas cerradas. Hernaní Banda, que dirigía la revista Vea en esos momentos, me lo dijo claramente. Tú estás en una lista negra no escrita, no te puedo dar trabajo porque si lo hago, nos echan a los dos”.
Enrique Fernández fue director periodístico de Radio Minería. Tras el golpe trabajó en United Press International (UPI) y desde 1978 en la agencia France Presse (AFP), donde llegó a ser director adjunto. Escribe: “Un camión cargado de militares entró por Ahumada rumbo al norte, hacia la Plaza de Armas. Cientos de transeúntes, nerviosos y desconcertados, en diferentes puntos de la ciudad intentaban llegar a sus lugares de trabajo o regresar a sus hogares porque la noticia del golpe militar se expandía por todos los rincones, como un reguero de pólvora. Cuando el camión avanzó hacia los transeúntes disparando ráfagas de metralleta el pánico inevitable se apoderó de ellos.
-¡No quiero morir como héroe…! –gritó un desesperado oficinista mientras se ocultaba en un portal”.
Enrique Martini Araya se desempeñaba en comisión de servicio en el Ministerio de Economía, y como no consiguió aproximarse al lugar, alrededor de las 9:30 horas fue a casa de su hermana mayor, que vivía en un departamento a dos cuadras de la Moneda. “De pronto golpearon fuertemente en la puerta del departamento y tres uniformados nos conminaron a bajar al subterráneo del edificio. Al llegar, vimos a otras personas, oficinistas, propietarios, que ya estaban en ese lugar, sin hablar, en un silencio riguroso, custodiados por militares. Un joven rasgueaba una guitarra, como para demostrar su satisfacción por lo que sucedía. Lo miramos, nadie dijo nada. El silencio fue quebrado luego por el ruido ensordecedor de aviones que sobrevolaban la zona. Sospeché lo peor. Después supimos, cuando nos permitieron salir del subterráneo, que los aviones Hawker Hunter habían lanzado los rockets que destruyeron La Moneda”.
Las experiencias se suceden. Son todas diferentes, pero igualmente impactantes. Son veinticuatro visiones de lo que millones de chilenos vivimos aquel día histórico. Los que eran adultos o jóvenes entonces, tendrán sus propios recuerdos que activará la lectura. Quienes eran niños o no nacían aún, encontrarán en estas páginas imágenes que les permitirán entender a cabalidad detalles del episodio más cruento en toda la historia de la patria. Un documento plural que nadie debe dejar de leer.