-Yo creo que lo nuestro no puede continuar –asevera con tristeza la mujer lobo.

– ¿Por qué?  pregunta angustiado el vampiro, rodeando su peluda cintura para sujetarla.

-Porque es necrofilia –repone ella mientras lame su rostro pálido con devoción.

-Eso depende del punto de vista –argumenta el no muerto, estrechándola con vigor-. Creo que lo nuestro es más bien zoofilia.

Se dieron un largo beso de amantes, resignados ante el destino inevitable.

El amor, el país de a pie, la historia y los 50 años del Golpe, conforman, entre los miles de relatos, un nuevo género literario, que emerge en la actualidad con mucha fuerza en la literatura latinoamericana y en Chile: la microficción.

El relato que precede a esta columna –“Amores perfectos– corresponde al escritor Diego Muñoz Valenzuela, quien más allá de su reconocido talento, encabeza una cruzada de visibilizar este nuevo género, organizando en el mes de agosto, desde Letras de Chile, junto a escritores argentinos y chilenos, el Primer Encuentro Internacional de Minificción On Line.

Según los expertos, escribir en ajustadas líneas un cuento, en pocas palabras, obliga a manejar las leyes aristotélicas a la perfección de su “Poética”, tal vez, el primer tratado de la creatividad artística.

La narrativa de la microficción juega en el área chica y solo tiene segundos, a veces un minuto, para dar con el arco y hacer el gol del asombro.

Debe alinear a los personajes, darles identidad, crear el corazón del relato y sorprender con un desenlace inesperado en un dramático finito.

Cumplir con la ley del buen Aristóteles, de generar al final del texto la catarsis, es toda una proeza. El hacer volver al lector a que ame, viaje a mundos fantásticos y reflexione de la vida en un santiamén, es una destreza que solo pueden exhibir los aprendices de brujos … y de brujas.

En el caso de Muñoz Valenzuela, en su condición de centrodelantero goleador, con sus pericias del dribling, las cachañas y de un zapatazo final con destino al arco, lo confirma su marcador: todo lo hace en solo 71 palabras. Un crack.

Y el lector, habitualmente, después de leerlo, sorprenderse, tiende a volver a hacerlo y descubre que hay otras aristas en el relato.

Antes, visionariamente, le habían puesto pantalones largos, los talentos de Borges y Cortázar, abriendo el camino hasta levantar la copa mundial de este género.

Las Jornadas de este primer encuentro se realizarán los fines de semana, los viernes y sábado 18 y 19; y 25 y 26 de agosto. Los conversatorios se trasmitirán en vivo por el Facebook de Letras de Chile ( https://www.facebook.com/CorpLetrasDeChile?_rdc=1&_rdr) y se podrá disfrutar del ingenio y de la creatividad de alrededor de sesenta y cinco escritores y escritoras de Argentina y Chile, con invitados de México, Ecuador, Perú y desde la mismísima China. También se harán presentes los editores latinoamericanos que han apostado a multiplicar este género literario.

En las mesas se conversará de la Minificción en el Cono Sur y Latinoamérica; de la minificción Negra y Fantástica de Chile; y de las Profecías Argentinas para la minificción. Un mundo mágico de la literatura latinoamericana.

El desafío está abierto para los lectores y escritores. No serán los Panamericanos, pero -siguiendo en la mirada futbolera- “la pelota pega en el palo”, a lo menos. Es una oportunidad que no hay que perdérsela.

De pronto, Ana María Shua (Buenos Aires,1951) será uno de referentes de este primer encuentro internacional. Es autora de novelas, cuentos, microrrelatos y literatura infantil. Entre otras distinciones obtuvo el Premio Nacional, la Beca Guggenheim y el Konex de Platino.  Muchos críticos la consideran el máximo referente del microrrelato en español.

Dejemos que su palabra nos explique mejor los secretos del escribir la minificción en dos relatos:

171

Mi hija usa la misma palabra para llamar a los pies, a los pájaros y a los ombligos. Esto es un pie, hija mía, y no un pájaro, la corrijo con severidad, tomando entre mis manos uno de sus piececitos tibios, palpitantes, alados y cubiertos de plumas.

La que no está

Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está.

(Continuar escribiendo esta columna, comentar más, sería una falta de respeto al género).

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