Hay personas que transitan por la vida como si llevaran botas y no dejan huella. Hay otros que parecen calzar zapatillas, y tampoco las dejan. Pero los hay que caminan descalzos, desnudos, transparentes y dejan una huella profunda, indeleble en la consecuencia leal con sí mismos y con su pueblo. De estos ha sido José Alberto Mujica Cordano, simplemente, Pepe.
Su vida, traducida en sus palabras, resuenan hoy en las conciencias del mundo, como verdades absolutas, como manifiestos humanos aceptados. Son sentencias singulares: “Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo, fui aplastado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con un mayor sentido de igualdad”.
Luchar, esforzarse, buscar soluciones a los problemas y apoyos para avanzar. Porque son problemas de todos y entre todos los debemos solucionar. Y seguir buscando los caminos de la felicidad. Nunca dejar de luchar: “Los derrotados son los que dejan de Luchar. Y dejar de luchar es dejar de soñar. Los dolores que he padecido en mi vida no me los repara nadie, ni me los devuelve nadie. Hay que aprender a cargar con las cicatrices y con las mochilas, y seguir andando y mirando hacia delante”.
Las ideas deben ser compartidas y analizadas entre todos, en positivo y en negativo, hasta que se vea la luz. No hay que desmayar si algo no resulta. Y si no ves bien, límpiate los ojos y vuelve a mirar el camino a seguir. No dejar de intentarlo: “Ese el mensaje más grande de la vida. Que terminas aprendiendo mucho más del dolor que de la bonanza. Que se puede caer y volverse a levantar, que merece la pena volverse a levantar, una y mil veces mientras uno esté vivo. No se puede vivir en la vida cultivando el rencor. Ni se puede vivir en la vida dándole vueltas a una columna. No se puede aprender con la historia de lo que le pasó a otro, aprendamos con lo que nos pasó a nosotros”.
La lucha constante, pensada y puesta en marcha, debe ser definitiva, sin descanso, porque nos hace soñar con nuestros anhelos como meta. Y los contratiempos que nos surjan en el camino debemos solucionarlos con estoicismo, sin dejar de lado la esperanza: «La vida ha sido generosa conmigo, me pegó cada mamporro que Dios me libre. Siete años sin libros y en una pieza como esta o más chica. Y salí vivo y llegué a presidente. ¡Qué más puedo esperar! (…) Tengo que dar gracias a la vida. Y el consejo para los jóvenes es que no se achiquen«.
Y en este tránsito vital, la compañía del amor es también fundamental. Porque la vida requiere un abrazo, un beso, un estímulo para el corazón y los sentimientos: «No hay cosa más importante que el amor, pero por lejos. Hay que reverenciarlo, hay que cuidarlo. Y cuando se es viejo, el amor sigue existiendo, pero ya no es la fogata que era, sino una dulce costumbre, un compañerismo, una forma de huirle a la soledad, que es tal vez es el mayor castigo».
Su Lucía fue su apoyo, su sustento, su razón feliz para seguir en la lucha por un mundo mejor. Su compañera, su musa, su inspiración. Y es ella la que hoy ha tomado el relevo. No ha quedado sola, porque Pepe siempre le habló del destino final con la claridad de los sabios humildes.
¿Es posible olvidar lo que nos dijo en vida, cuando pensaba en la muerte? ¡Cómo no recordar su palabra sencilla, honesta, natural como el agua, transparente como el cristal !: «La vida se te va. Lo único que no se compra es el tiempo. Por eso, gástalo en aquello que te haga feliz, en abrazar a quien amas, en luchar por lo que crees justo. No vivas para tener, vive para ser. Porque cuando te vas, no te llevas nada… salvo lo que diste.»
Pepe no se ha ido. Simplemente su cuerpo se ha echado a dormir en aquel lugar del Universo hasta donde llegan los hombres buenos. Pero su espíritu, sus enseñanzas, su palabra cargada de sabiduría, se han instalado en la parte más bella de la Humanidad, para iluminar su trayecto y convertirla en el sueño de los justos. Como Pepe, simplemente.